jueves, 7 de enero de 2010

Encarnación de la nobleza y modestia




Han transcurrido ya 60 años desde que falleció la Heroína Antijaponesa Kim Jong Suk, pero el pueblo coreano aún recuerda nítidamente su vida noble y modesta.
El recuento de la existencia de esta mujer, cada día más presente en nosotros, nos invita a rememorar varias anécdotas emocionantes.
En noviembre de 1945, poco tiempo después de liberado el país de la ocupación militar japonesa, un grupo de reporteros del entonces periódico “Saegil Sinmun” la visitaron para difundir ampliamente sus hazañas en la lucha armada antijaponesa.
Pero ellos no pudieron realizar su deseo de entrevistarla, pues ella estaba renuente a hablar de sus proezas, alegando que la historia de los soldados formaba parte de la de su líder y que el deber de los diarios era escribir sobre el Presidente Kim Il Sung.
Así era ella, quien en toda su vida no se consideraba más que como soldado del líder.
He aquí otros episodios que hablan de su sencillez y entrega al pueblo.
A principios del verano de 1946, se dirigía a un hospital, porque le volvía a doler la pierna lesionada durante un combate con los japoneses. Mientras que caminaba con dificultad, tras reprochar severamente a su ayudante que le sugirió citar al médico a la residencia o al menos llamar el carro, un funcionario se le acercó en compañía de un anciano que tiraba del rickshaw y le pidió que subiera en el vehículo.
Muy indignada, ella lo criticó diciendo que nuestro objetivo consiste en construir una nueva sociedad que garantice a todos igualdad de derechos y libertad, y que luchamos para eliminar las desigualdades como la que impone al hombre tirar del coche donde va sentado otro hombre.
Pidió disculpas al anciano que con reverencias y lágrimas en el rostro le expresaba su gratitud, y le sugirió encarecidamente que, en lugar de tirar del rickshaw, fuera a trabajar a la fábrica y contribuyera a la edificación de una nueva patria.
Ella declinó una vez más la insistente súplica del anciano de que lo dejara montar en su vehículo a ella, mujer de grandes cualidades humanas, y siguió su camino.
Un caluroso día veraniego, al encontrar en el camino a una mujer embarazada con una carga pesada, se ofreció para aligerársela y acompañarla hasta su destino.
Muchas veces la gente no la reconocía a primera vista, porque llevaba puesto un ordinario vestido de algodón y gustaba de cultivar la huerta con la escardilla.
En mayo de 1946, un empresario fue a verla a su domicilio y vio allí a una mujer vestida con sencillez cultivando el jardín. Tardó un buen tiempo en reconocer en ella a la dueña de la casa. Cuando quiso pedirle disculpas de su impertinencia, la anfitriona le dijo que ella no era más que una de muchos soldados del líder y que ella también vestiría de seda cuando todo el pueblo pudiera darse este lujo y llevara una vida acomodada.
Ante tal muestra de gran modestia, el visitante le confesó que sentía gran vergüenza por su pasado dilapidado en acumular el dinero solamente en beneficio suyo.
Sus grandes cualidades humanas impactaron también a Kim Je Won, iniciador del movimiento patriótico de donar arroz, y a Ryo Un Hyong, líder del Partido Popular de Corea del Sur, quien viajó a Pyongyang para entrevistar con el Presidente Kim Il Sung.
Tanto durante la lucha revolucionaria antijaponesa como después de liberado el país, su vida estuvo caracterizada por la ilimitada lealtad a su líder y por una admirable sencillez que no permitía ningún distanciamiento del pueblo.
Por todo esto, su imagen estará para siempre presente en el corazón del pueblo coreano.