Ya
transcurrieron casi 20 años desde el fallecimiento del Presidente Kim Il Sung
(1912-1994), fundador de la Corea socialista.
Cuando lo
evocamos, nos viene a la memoria antes que nada su afectuosa imagen con amplia
sonrisa en el rostro.
Reflejaba esa sonrisa
en todo momento cuando charlaba con los campesinos, los obreros. Y hasta con
los funcionarios que sentían el remordimiento de conciencia por sus errores en
el trabajo, con los que habían cometido culpas ante el país y el pueblo.
Su sonrisa que
tranquiliza y alegra a cualquiera no fue sino la expresión de su amor más
sincero que cifraba en el hombre, de su extraordinario humanitarismo.
Por tener este
rasgo distintivo, en el largo tiempo en que conducía la revolución coreana,
aunque superaba callado inimaginables vicisitudes, contratiempos, tristezas y
dolores, no cambió ni una vez su expresión ante las personas. Siempre con el
rostro sonriente trató cordialmente a las personas, que es su singularidad,
virtudes más bellas.
Se mostró
favorable no solo con los norcoreanos, sino también con surcoreanos,
compatriotas en ultramar y extranjeros y los trató con franqueza y amabilidad y
sin ninguna formalidad, encantándolos.
“Me he
encontrado a muchos jefes de Estado, pero solo con el Presidente Kim Il Sung nos entendimos e hicimos amigos
tan pronto como vimos.”, dijo Tito, ex-presidente yugoslavo y uno de los
promotores del Movimiento de los No Alineados, que sin razón especial no había
visitado otro país y que a la edad de 85 años había ido a Corea, geográficamente
lejos, para encontrarse al Presidente
Kim Il Sung,
prueba de qué fuerte afinidad este tenía.
Por encima de
la diferencia de la ideología, el ideal, el criterio político y la creencia
religiosa, cualquiera una vez encontrado con él, se quedó completamente
encantado por su personalidad.
“El Presidente
Kim Il Sung se mostró sonriente en todo momento en que conversaba, lo cual me
dio impresión de que era de buen corazón.”, dijo el presidente del subcomité
del Asia y Pacífico del comité diplomático de la cámara de representantes de
Estados Unidos de América que como un político del país hostil de Corea, por
primera vez había visitado a Pyongyang y encontrado con él. También Selig
Harrison, académico jefe de la Fundación Internacional por la Paz, Instituto
Carnegie que se había visto con él, afirmó: “El Presidente
Kim Il Sung
era amable y poseía poderosa fuerza de atracción.”, “Si me atrevo a evaluar al
Presidente Kim Il Sung, quisiera manifestar que él tenía fuerte humanitarismo.”
En 1944 Carter, ex presidente estadounidense, que estuvo de visita en Corea,
expuso: “Me quedé muy conmovido con el Presidente Kim Il Sung”, “El era franco y modesto
y la charla con él se realizó bien”. El pastor Billy Graham, ex líder de los
religiosos estadounidenses, afirmó que los que se encontraron directamente con
el Presidente Kim Il Sung, fuere quien fuere, pueden conocer a las claras su
sincera humanidad.
Luise Rinser,
la célebre escritora alemana, que embelesada completamente con el Presidente
Kim Il Sung, casi todos los años visitó a Corea, manifestó que “el Presidente
Kim Il Sung, quiera él o no, es un ser divino”.
Kim Il Sung,
desde cuando Corea fue liberado (agosto de 1945) de la ocupación militar del
imperialismo japonés hasta el último momento de su vida (julio de 1994) se vio
con más de 70 mil extranjeros de varios sectores procedentes de 136 países,
incluidos jefes de partido y Estado, quienes unánimemente lo tuvieron en alta
estima. Esto se debe a que tenía no solo extraordinaria ideología y capacidad
de mando, sino también excepcionales cualidades que conmovían a cualquiera.
El Presidente
Kim Il Sung con afectuosa imagen siempre vive en el alma de muchas personas del
mundo.