sábado, 3 de diciembre de 2016

SOBRE LOS TRES PRINCIPIOS DE LA REUNIFICACION DE LA PATRIA


SOBRE LOS TRES PRINCIPIOS DE LA REUNIFICACIÓN DE LA PATRIA

KIM IL SUNG

(Extracto)
Palabras a los delegados de la parte surcoreana, participantes en las
negociaciones políticas de alto nivel Norte-Sur
3 de mayo y 3 de noviembre de 1972

   Me es grato encontrarme hoy con usted.
   Me siento muy contento y conmovido por este encuentro entre compatriotas al cabo de una larga separación, impuesta por la pisión nacional.
   Usted ha afirmado que para discutir el problema de la reunificación nacional ha venido aquí a despecho de todos los riesgos, lo que considero un acto sumamente valeroso e intrépido. Es muy positivo que las autoridades surcoreanas hayan adoptado la decisión de participar en las negociaciones políticas entre el Norte y el Sur y lo hayan enviado a usted como su representante. Nosotros saludamos calurosamente este gesto.
   En mi discurso del 6 de agosto del pasado año declaré que estamos dispuestos a entablar contactos en cualquier momento con todos los partidos políticos, organizaciones sociales y personalidades inpiduales de Corea del Sur, incluyendo al Partido Democrático Republicano. Unos días después, la parte surcoreana manifestó estar conforme con realizar negociaciones entre las organizaciones de la Cruz Roja del Norte y del Sur, y así pudieron iniciarse las conversaciones preliminares entre ellas y, posteriormente, teniéndolas como punto de partida, pudieron efectuarse las negociaciones políticas bilaterales de alto nivel.
   El que se haya abierto la puerta de los contactos y diálogos entre el Norte y el Sur, que permaneció por largo tiempo herméticamente cerrada, y los delegados de alto nivel hayan llegado a encontrarse directamente e intercambiar con toda franqueza sus opiniones, constituye un gran avance en la solución del problema de la reunificación de la Patria.
   En la hora actual, toda la nación desea por unanimidad la reunificación de la Patria. Para la nación coreana no existe hoy cuestión más apremiante que ésta. Si no se logra reunificar cuanto antes a la Patria y se prolonga su escisión, nuestra nación puede convertirse en un objeto de caprichos de las potencias y separarse para siempre en dos naciones.
   El aspecto más importante que caracteriza a una nación es la comunidad del idioma y de la vida cultural. De gente que se diferencia en lengua hablada y escrita, en cultura y costumbres, no puede afirmarse que procede de una misma nación, aunque herede la misma sangre. Así, pues, como nuestro país ha permanecido mucho tiempo en estado de separación se van diferenciando entre el Norte y el Sur el idioma, la cultura y el modo de vida. Cuanto más dure la pisión nacional tanto más crecerá esa diferencia.
   Después de la liberación, en el Norte algunos propusieron reformar el alfabeto, pero yo me opuse a ese proyecto. Si se lleva a cabo la reforma del alfabeto estando pidido el país, la nación coreana puede separarse para siempre en dos. Por eso, en aquel entonces yo convencí a los lingüistas de que si fuera precisa esa reforma, deberían efectuarla después de que se reunificara la Patria, pero nunca antes. Estando el país pidido, si una parte reforma el alfabeto, el Norte y el Sur lo utilizarán distinto y, en consecuencia, nuestra nación correrá el riesgo de escindirse definitivamente en dos naciones.
No podemos admitir que la nación coreana se pida para siempre en dos.
   Debemos alcanzar cuanto antes la reunificación y legar una sola Patria a las generaciones venideras. Si la logramos, poniendo fin a su pisión, nuestro país será una potencia con 50 millones de habitantes, una brillante cultura nacional y una poderosa economía nacional, por lo que nadie se atreverá a tocarlo.
   Para reunificar la Patria es necesario establecer correctos principios fundamentales que sirvan de base a la solución de este problema. Esta es la cuestión de mayor importancia. Sólo cuando contemos con principios fundamentales de común acuerdo, el Norte y el Sur podrán realizar esfuerzos conjuntos por la reunificación de la Patria y resolver con éxito todos los problemas que surgen en este proceso.
   Considero que el problema de la reunificación de nuestro país debe resolverse, necesariamente, de modo independiente, sin intervención de fuerzas extranjeras, y por vía pacífica, sobre el principio de promover la gran unidad nacional.
   Primero, la Patria debe ser reunificada de manera independiente, sin depender de fuerzas foráneas ni tolerar sus intervenciones.
   Resolver por vía independiente el problema de la reunificación de la Patria, sobre la base del principio de la autodeterminación nacional, es la posición de principios que mantiene invariable el Gobierno de nuestra República.
   Dependiendo de las fuerzas extranjeras es imposible resolver este problema. Este es un asunto interno de nuestro país en todo el sentido de la palabra. Si una nación trata de arreglar sus asuntos con el apoyo de fuerzas foráneas, y no por su propia cuenta, ella se cubrirá de ignominia.
   Actualmente hay algunos que quieren solucionar el problema de la reunificación del país con cierto aseguramiento de las potencias extranjeras. Están en un gran error. Las potencias imperialistas no desean la reunificación de nuestro país. De hecho, ellas prefieren la pisión de otros países y naciones a su unión, porque en este caso es difícil dominarlos, y por eso tratan de pidirlos a toda costa. Por tanto, bajo ninguna circunstancia debe tratarse de resolver el problema de la reunificación de la Patria apoyándose en las potencias. Si nosotros, los connacionales, establecemos contactos y diálogos, es del todo posible disipar los equívocos y la desconfianza, y lograr la unidad y la reunificación de la nación. Siendo así, ¿para qué recurrir a las fuerzas de las potencias?
   No debemos admitir bajo ningún concepto la intervención de fuerzas extranjeras en los asuntos internos de Corea. Ninguna fuerza extraña tiene derecho a inmiscuirse en asuntos internos de Corea, y bajo esa intervención no podemos realizar su reunificación, de acuerdo con el deseo y los intereses de nuestra nación. Este problema debe resolverse únicamente por los esfuerzos de la misma nación coreana, sin injerencia de ninguna fuerza foránea.
   Usted ha jurado que jamás será lacayo ni de Estados Unidos ni de Japón, asegurando que las autoridades surcoreanas también se oponen a la intervención de las fuerzas exteriores y quieren solucionar de modo independiente el problema de la reunificación del país, sin invitar a EE.UU.y Japón. Si eso es verdad, no habrá nada mejor.
   Para realizar la reunificación independiente de la Patria rechazando la injerencia de fuerzas exteriores, hay que oponerse estrictamente al servilismo a las grandes potencias.
   Siempre digo a nuestros funcionarios que si el hombre, la nación y el Partido practican el servilismo a las grandes potencias, el primero se convierte en un don nadie, la segunda se arruina y el tercero fracasa en la revolución y la construcción. Para ser independiente, el hombre nunca debe caer en este servilismo, en la ciega adoración a otro.
   Como quiera que nuestro país está situado geográficamente entre grandes países, el servilismo a las grandes potencias ha tenido una manifestación acentuada entre nuestros hombres a lo largo de la historia. Después de la liberación, obstaculizó el movimiento de avance de nuestro pueblo por la construcción de una nueva sociedad. Por eso, hasta ahora venimos combatiéndolo incansablemente.
   Voy a referirme a un hecho ocurrido a raíz de la liberación. Entonces entre las personas que se autodenominaban comunistas, había no pocas permeadas por el servilismo a las grandes potencias. En Soul, Pak Hon Yong dijo de modo absurdo que haría de nuestro país una república federativa de otro país. Esto ejerció una influencia muy negativa sobre la población surcoreana y creó un gran obstáculo en la solución del problema de la reunificación. Al escuchar sus palabras, algunas personas se preocuparon, pensando si nuestro país no volvería a someterse a otro. Así fue como en un discurso tuve que asegurarle al pueblo que íbamos a construir una sociedad democrática no del tipo Soviet ni norteamericano, sino de tipo coreano, que se ajustara a los intereses de la nación coreana.
   Después de la guerra, cuando planteamos la orientación sobre la cooperativización agrícola, no pocas personas se pusieron a murmurar. Algunos preguntaban cómo era posible cooperativizar la economía rural en Corea donde la industria estaba destruida por completo, mientras este proceso no se llevaba a cabo todavía de lleno, incluso, en los países europeos con una industria desarrollada. Como inpiduos serviles a las grandes potencias dócilmente prestaban oídos a lo que decía la gente de los países grandes, les repliqué con las palabras de Lenin. En cierta ocasión Lenin afirmó que aun una economía común que fusiona simplemente las tierras y aperos agrícolas de los campesinos, muestra ventajas notables sobre la economía privada. Pues les dije que la orientación de nuestro Partido para la cooperativización agrícola convenía al leninismo y partía de la demanda real de nuestro país, y les pregunté cómo podrían considerar como el único camino correcto el de efectuar la cooperativización agrícola después de la industrialización. Por fin, ellos también reconocieron que era justo nuestro planteamiento.
   De hecho, en aquel tiempo nuestros campesinos se encontraban en tal situación, que a menos de juntar sus fuerzas mediante la cooperativizacion no podían subsistir. Debido a la guerra, la agricultura fue espantosamente destruida y los campesinos quedaron con pocos bueyes de labor y aperos agrícolas. Lo mismo ocurrió también con los campesinos ricos. En esta situación, hicimos que los campesinos organizaran las cooperativas sobre la base del principio de la voluntariedad y administraran su economía con fuerzas mancomunadas. Por naturaleza a los coreanos nos gusta unir nuestras fuerzas y ayudarnos unos a otros. Desde la antigüedad, nuestro pueblo tiene una buena costumbre: si un vecino celebra la boda, toda la aldea le ayuda de persas formas, incluso con dinero, y va a la casa para felicitarlo y pertirse juntos. Después de la guerra, nuestro país contaba con un reducido número de máquinas agrícolas modernas, pero, relativamente sin grandes tropiezos y en un breve tiempo, pudimos realizar la cooperativización de la agricultura, porque la propia vida la reclamaba con apremio y los campesinos respaldaban activamente la orientación al respecto.
   También en las relaciones económicas con otros países rechazamos categóricamente la tendencia servilista y nos mantuvimos firmemente en una posición independiente.
   No toleramos ninguna relación que nos pueda someter económicamente a otros países. Hemos establecido y desarrollado las relaciones económicas exteriores basándonos estrictamente en el principio de proteger la economía nacional y el de asegurar una igualdad completa. En el comercio con los países socialistas desarrollados les vendemos las materias primas que nos piden sólo cuando nos dan las que necesitamos, y les compramos las máquinas sólo a condición de que adquieran las nuestras. En la situación en que nuestro país no ha alcanzado todavía un alto nivel de desarrollo tecnológico, si no mantenemos este principio en las relaciones económicas con los países desarrollados, nos veremos obligados a venderles de continuo las materias primas, comprándoles en su lugar productos elaborados. Al final, nos quedarían sólo las montañas horadadas. ¿Acaso podemos dejar en herencia tales montañas a nuestros descendientes?
   Hemos realizado esfuerzos verdaderamente ingentes para autosostenernos en lo económico, sin depender de otros países. Si no logramos el autosostén económico mediante la construcción de una economía nacional independiente, no podemos elevar el prestigio del país en el exterior ni tener voz en la palestra internacional. Si nadie se atreve a ejercer presiones sobre nosotros, es porque hemos aplicado una política independiente en la esfera de la construcción económica y edificado una economía nacional autosostenida.
   En el pasado, el servilismo a las grandes potencias se manifestó muy gravemente en el campo de la literatura y el arte, y nosotros lo combatimos reciamente.
   Algunos escritores y artistas, adoradores de la literatura y el arte de Europa, crearon obras que no se avenían al gusto de los coreanos ni les eran comprensibles. Tiempo hubo en que los poetas idolatraban a Puschkin y los músicos a Tchaikovski y cuando creaban alguna ópera imitaban a la italiana. Era tan fuerte la manifestación de ese servilismo que algunos pintores, al dibujar los paisajes, no creaban cuadros representando bellos ríos y montes de nuestro país, sino la naturaleza de otros países. En el período de la Guerra de Liberación de la Patria, estuve de visita en un hospital y vi colgado en una pared un cuadro con un paisaje siberiano: un oso andando sobre un terreno nevado, bajo un alto árbol. Por eso, critiqué severamente a los dirigentes correspondientes: ¿Por qué han colgado esta pintura en lugar de dibujar y colgar cuadros que representen la hermosa naturaleza de Corea, donde hay muchos montes famosos, entre otros, el Kumgang y el Myohyang? Y ¿qué vale esa pintura para educar al pueblo?
   La nación coreana posee una espléndida cultura y viene viviendo desde tiempos inmemoriales en este territorio de tres mil ríes, tan hermoso como un bordado en oro. En el futuro también tendrá que vivir aquí y no en Siberia o Europa. Por eso, nuestra literatura y arte deben servir siempre para educar a nuestro pueblo en el espíritu patriótico, es decir, en el amor a la Patria. No puede existir el internacionalismo al margen del patriotismo. Quien no ama a su Patria no puede ser fiel al internacionalismo. A los coreanos no les agradan las obras artísticas de estilo europeo y no quieren ver las que no se avengan a su gusto. No necesitamos obras artísticas no amadas por los coreanos y ajenas a sus sentimientos nacionales. Por eso, yo formulé el aforismo de que la literatura y el arte del realismo socialista son aquellos que tienen el contenido socialista y la forma nacional.
   Hemos desarrollado la batalla contra el servilismo a las grandes potencias por el método de la lucha ideológica, el combate teórico llamado a suprimir esas ideas xenófilas en la conciencia de los hombres. A través del prolongado proceso de esta lucha logramos vencer consecuentemente ese servilismo y mantener con firmeza la independencia en todas las vertientes de la revolución y la construcción.
   En la solución del problema de la reunificación de la Patria debemos oponernos de manera terminante a la tendencia servilista de apoyarse en los demás, sin tener confianza en la fuerza de nuestra nación. Unicamente debemos reunificar la Patria de modo independiente, ateniéndonos a la fuerza mancomunada de la nación coreana.
   Segundo, debemos promover la gran unidad nacional por encima de las diferencias de ideología, ideal y régimen.
   El problema de la reunificación de nuestro país no consiste en quién vence a quién. Es una cuestión concerniente al logro de la unidad de la nación escindida por las fuerzas extranjeras y a la realización de la soberanía nacional. Por eso, a fin de realizar la reunificación de la Patria hay que partir de la búsqueda de la forma en que deben unirse el Norte y el Sur y lograr la gran unidad nacional.
   Para realizar la gran unidad nacional es necesario que tanto el Norte como el Sur se sobrepongan a su ideología y su régimen y dejen de aplicar la política de hostilidad.
   Ahora existen ideas y regímenes diferentes en el Norte y el Sur de nuestro país. En estas condiciones, ninguna parte debe tratar de imponer a la otra su ideología y régimen. Nosotros no procuramos imponer al Sur de Corea el régimen socialista e ideas comunistas. Las autoridades surcoreanas, por su parte, tampoco deben tratar de “reunificar el país mediante la victoria sobre el comunismo”, ni imponernos renunciar al comunismo. Es decir, tiene que desistir de la consigna del “anticomunismo”.
   El Norte y el Sur deben abandonar la política de hostilidad que impide la unidad y esforzarse juntos para hallar puntos comunes. Si el uno y el otro, en vez de encontrar puntos comunes, se ponen a enemistarse, acusándose recíprocamente por lo del pasado, el abismo entre ambas partes aumentaría y la reunificación de la Patria se retardaría más. De hacerlo así, cometerían, en última instancia, un grave crimen ante la Patria y la nación.
   Creo que si el Norte y el Sur se esforzaran conjuntamente, partiendo del sincero deseo de unirse, sin duda encontrarían puntos comunes. Nosotros hemos venido haciendo ingentes esfuerzos por encontrar estos puntos con vista a anticipar la reunificación de la Patria.
   Ultimamente las autoridades surcoreanas hablan de la “autodependencia”, “autosostén” y “autodefensa” y en esto vemos la posibilidad de hallar ciertos puntos comunes. Pensamos si no hay algunos puntos convergentes entre la “autodependencia”, “autosostén” y “autodefensa” de que hablan ellas, y la política independiente de nuestro Partido y del Gobierno de nuestra República. Si se encontraran uno por uno los puntos de identidad existentes entre el Norte y el Sur y se lograra la unidad a partir de ellos, podrá anticiparse la reunificación de la Patria.
   El problema importante para lograr la gran unidad nacional es eliminar el malentendido y la desconfianza entre el Norte y el Sur.
   La larga pisión del país profundizó la diferencia entre el Norte y el Sur y engendró muchos equívocos y desconfianza. Con la incomprensión y la desconfianza recíprocas, es imposible realizar una verdadera unidad nacional. No puede formarse una familia sin una profunda confianza entre los cónyuges. Aunque sean esposos, si no se tienen mutua confianza no pueden vivir juntos y, a la larga, se separarán. El Norte y el Sur deben esforzarse tesoneramente por eliminar las incomprensiones y la desconfianza entre sí.
   Con este fin las autoridades y otras personalidades del Norte y el Sur deben tener contactos frecuentes y dialogar con sinceridad. Si se encuentran y se consultan francamente cualquier problema, será posible hacer desaparecer los equívocos y profundizar la confianza.
A través del presente diálogo con usted ya se ha desvanecido en gran medida la incomprensión existente entre el Norte y el Sur. De haberse efectuado antes los diálogos Norte-Sur, habría sido mucho mejor.
   Hasta ahora creímos que los gobernantes surcoreanos, habiéndose convertido en lacayos del imperialismo yanqui y del militarismo japonés, querían venderles el país, pero usted nos aseguró que nunca sucederá tal cosa. Usted afirmó que las autoridades surcoreanas no reintroducirán a los militaristas japoneses en Corea del Sur ni se harán vendepatrias, lacayos de Estados Unidos ni de Japón, y nos rogó reiteradas veces creerlo en absoluto. Pues, daremos crédito a sus palabras y dejaremos de guardar la desconfianza que teníamos hasta ahora.
   Usted me dijo que los gobernantes surcoreanos nos entienden mal, pensando que íbamos a “agredir al Sur” e intentamos “teñir de rojo” al Sur de Corea, pero no tenemos el deseo de hacer ni lo uno ni lo otro. Hasta ahora hemos declarado en varias ocasiones que no tenemos la intención de “agredir al Sur”, y hoy volvemos a afirmárselo claramente a usted. En cuanto a lo de “teñir de rojo” al Sur de Corea, ese no es nuestro propósito ni es algo que puede realizarse simplemente por que lo deseemos. Por eso, creo que ustedes ya podrán disipar la mala interpretación que se hacían con el pretexto de la “agresión al Sur” o de “teñir de rojo”. Si de esta manera vamos eliminando la incomprensión y profundizando la confianza, mediante contactos y diálogos, podremos lograr la gran unidad nacional por encima de nuestra diferencia de ideología e ideario, de régimen y creencia religiosa.
   Otra cuestión importante para realizar la gran unidad nacional es que entre el Norte y el Sur cesen la imputación y la difamación.
   Lo que se necesita para la unidad y cooperación no es la imputación y la difamación, sino el respeto mutuo. Si el Norte y el Sur siguen denigrando uno al otro como hasta ahora, no podrán acercarse, al contrario, se alejarán más. Por eso, ambos deben comenzar por abstenerse de imputarse y desacreditarse renegando uno de otro.
   La colaboración económica entre el Norte y el Sur es también un problema muy importante para lograr la gran unidad nacional.
   El Norte de la República posee abundantes recursos naturales y una industria pesada desarrollada. El Sur de Corea cuenta desde antaño con cierta base de la industria ligera. Si el Norte y el Sur colaboran económicamente y realizan intercambios económicos de conveniencia mutua, podrán resolver de mejor forma los problemas económicos inmediatos y con las propias fuerzas desarrollar con rapidez la economía nacional, sin introducir el capital extranjero. Entonces nuestro país podrá convertirse en un país más rico que Japón u otros países desarrollados.
   El Norte y el Sur deben actuar en común también en la esfera de las relaciones exteriores. Sólo así podrá demostrarse la unidad de nuestra nación.
   Consideramos que si tanto uno como otro aman por igual la nación y están dispuestos a reunificar la Patria, lograrán la gran unidad nacional por encima de sus diferencias de ideología, régimen y conceptos políticos y religiosos. Mientras hasta países o naciones con distintas ideologías y regímenes establecen entre sí relaciones de amistad y se llevan bien, no puede haber motivo alguno para que los miembros de una misma nación, por cuyas venas corre la misma sangre, no lleguen a unirse y cooperar por tener diferentes ideologías y regímenes.
   Eso de profesar el comunismo, el nacionalismo o el capitalismo no puede constituir impedimento alguno para lograr la gran unidad nacional. No nos oponemos a los nacionalistas ni a los capitalistas del Sur de Corea.
   Estos últimos son, en su mayoría, capitalistas nacionales.
   Desde antes hemos venido aplicando una política de proteger a los capitalistas nacionales. Nos uniremos y cooperaremos con los nacionalistas, los capitalistas nacionales y todos los demás sectores de la población del Sur de Corea en aras de la reunificación del país.
   Tercero, es preciso reunificar la Patria por vía pacífica, sin recurrir al uso de las fuerzas armadas.
   Como somos integrantes de una misma nación, el Norte y el Sur no deben pelear entre sí. Nuestro deber es reunificar a toda costa, por vía pacífica, la Patria dividida. En caso contrario, o sea, si se desencadena otra guerra en Corea, nuestra nación sufrirá terribles calamidades. Hoy día, en el mundo incluso las potencias se inclinan a llevarse bien, sin pelearse. Durante su reciente visita a China, Nixon, el presidente estadounidense, manifestó que sería bueno que no se desencadenara la guerra y se preserve la paz durante una generación, y después de recorrer la Gran Muralla de ese país opinó que ninguna barrera debe separar a los hombres de la Tierra. Según el comunicado conjunto chino-estadounidense que se publicó al concluir la visita de Nixon a China, Estados Unidos reconoció los cinco principios de la paz que hasta entonces había venido rechazando. Esto es loable. Desde luego, el tiempo mostrará cómo los norteamericanos cumplen lo que han dicho. Como son muchos los casos en que los imperialistas contradicen con los hechos sus palabras, no podemos saber con exactitud si Nixon fue sincero cuando afirmó eso durante su visita a China.
   Al comentar el viaje de Nixon a China, nuestro periódico “Rodong Sinmun” escribió: Si fueran sinceras las palabras que Nixon pronunció después de su recorrido por la Gran Muralla, ¿por qué entonces no quiere eliminar la Línea de Demarcación Militar que pide a nuestro país a la mitad ni retirar a sus soldados que andan a sus anchas en el Sur con cascos de “MP”? Considero justo ese comentario.
   Mientras hoy hasta las grandes potencias del mundo desean llevarse bien, sin pelearse, ¿acaso es justo que combatamos entre nosotros, que pertenecemos a la misma nación? Dejemos de pelearnos y reunifiquemos la Patria por vía pacífica.
   Para alcanzar ese objetivo, es necesario, ante todo, que el Norte y el Sur reduzcan en gran medida sus efectivos militares. De esta cuestión he hablado más de una vez en mis discursos públicos.
   Sólo reduciendo los efectivos militares es posible aliviar la tensión existente entre el Norte y el Sur y disminuir sus gastos militares, las cuales son enormes en la hora actual. También nos corresponde el deber de eliminar con esfuerzos conjuntos la Línea de Demarcación Militar que secciona al país en Norte y Sur.
   En la situación actual, en que las colosales fuerzas armadas de ambas partes se enfrentan separadas por la Línea de Demarcación Militar, es imposible eliminar el peligro de la guerra. Es posible que si por equivocación de algún comandante de regimiento o de pisión, ubicados en esas zonas, se hace un solo disparo en un punto de esa Línea, ambas partes se tiroteen y, en consecuencia, se desate la guerra. Eso es muy peligroso.
   Si en el futuro el Norte y el Sur llegan a un compromiso de no usar las fuerzas armadas uno contra otro y lo ponen en práctica, resultarán innecesarios las instalaciones y el personal militar que tiene cada uno en las zonas de la Línea de Demarcación Militar y, a la larga, desaparecerá esa misma Línea.
   Por ahora, el Norte y el Sur abogan cada cual por la autodefensa, pero, esa “autodefensa” no debe utilizarse por una parte contra la otra. Ambas partes deben unir las fuerzas para autodefenderse de la agresión exterior.
   La autodefensa de nuestra República es, en todos los casos, para rechazar la invasión extranjera contra nuestra nación. De ninguna manera podemos tolerar que las fuerzas foráneas agredan a nuestro país y nuestra nación.
   Cuando los imperialistas yanquis enviaron su barco espía armado “Pueblo” a las aguas jurisdiccionales de nuestra República, los marinos de nuestro Ejército Popular lo capturaron. Era una justa medida autodefensiva del Ejército Popular que tiene la misión de defender la Patria. Pero, los yanquis, en vez de pedirnos perdón, trajeron al Mar Este el portaviones “Enterprise” y otras muchas fuerzas armadas para amenazarnos e intimidarnos. Esta fue una violación flagrante de la soberanía de nuestra nación y un grave acto provocativo. No nos doblegamos en lo más mínimo ante esa amenaza y presión. Como los yanquis intentaron provocar la guerra, trayendo enormes fuerzas armadas, asumimos la firme decisión de combatirlos. Al ver que no nos rendíamos ante su amenaza y presión los yanquis retrocedieron, sin atreverse a atacarnos. Si ellos nos hubieran atacado entonces, nuestra nación habría pasado otra guerra y hoy las autoridades del Norte y el Sur no podrían reunirse así en un mismo lugar ni sostener conversaciones pacíficas.
   En adelante, si del exterior se perpetra una agresión a nuestro país, el Norte y el Sur deben rechazarla con sus fuerzas unidas. Si toda la nación coreana aúna sus fuerzas, podrá derrotar infaliblemente a cualquier agresor.
   Con esfuerzos conjuntos tenemos que ponerle fin al estado de enfrentamiento militar y aliviar la tensión entre el Norte y el Sur para prevenir otra guerra en Corea y reunificar la Patria de manera pacífica.
   En el presente diálogo hemos encontrado importantes puntos comunes entre el Norte y el Sur y hemos coincidido en el problema más esencial.
   Los tres principios: realizar la reunificación de manera independiente, sin injerencia de las fuerzas extranjeras; lograr la gran unidad nacional por encima de las diferencias de ideología, ideal y régimen, y reunificar la Patria pidida por vía pacífica, sin el uso de las fuerzas armadas, vienen a ser el punto de partida, la piedra angular para la solución del problema de la reunificación de nuestro país.
   Dado que usted ha aprobado la propuesta de solucionar la cuestión de la reunificación del país sobre la base de estos tres principios y ha expresado que la persona de máxima autoridad de Corea del Sur lo hará también, podemos decir que hemos llegado a un completo acuerdo respecto a los tres principios de la reunificación de la Patria.
   Estoy muy satisfecho por el hecho de que en este diálogo se hayan acordado entre el Norte y el Sur los tres principios de la reunificación de la Patria.
   Estos tres principios que el Norte y el Sur han discutido en conjunto y sobre los cuales han llegado a una identidad de criterios, son principios muy justos que permiten resolver el problema de la reunificación de la Patria con arreglo a la aspiración y la exigencia de nuestra nación. Debemos lograr a toda costa la reunificación del país sobre la base de estos tres principios. Usted ha jurado tomarlos como base para sus actividades. Si cumple su palabra, podrá lograrse pronto la reunificación de nuestra nación, resolviéndose con éxito otros problemas concernientes.
   Ahora que se han acordado los principios fundamentales de la reunificación de la Patria, nuestro deber es hallar maneras concretas de aunar toda la nación y reunificar la Patria, aplicándolos. Esas vías concretas hay que buscarlas partiendo siempre de los tres principios de la reunificación de la Patria. Si el Norte y el Sur hacen un profundo estudio y se consultan sinceramente sobre la base de los tres principios: la independencia, la gran unidad nacional y la reunificación pacífica, podrán encontrar caminos correctos para la reunificación de la Patria.
   Con vistas a hallar las vías racionales para la reunificación independiente y pacífica de la Patria, es preciso promover más las negociaciones políticas e intensificar los contactos y diálogos entre el Norte y el Sur.
   Con las recientes conversaciones sostenidas entre los delegados de alto rango del Norte y del Sur podemos decir que se han iniciado ya las negociaciones políticas. Una vez comenzadas éstas, debemos llevarlas adelante hasta lograr magníficos resultados.
   Como usted ha venido primero a Pyongyang, como respuesta nos proponemos enviar en otra ocasión a nuestro delegado a Soul. Si en el curso de los repetidos intercambios de visitas de los representantes del Norte y del Sur se profundiza la confianza entre ambas partes y maduran persas condiciones, será posible, a mi parecer, efectuar conversaciones de más alto nivel.
   En adelante, los delegados del Norte y del Sur deberán intercambiar frecuentes visitas y diálogos.
   Las incomprensiones y la desconfianza entre el Norte y el Sur que se han acumulado durante casi 30 años de pisión, después de la liberación, no podrán desaparecer por completo mediante uno o dos contactos y diálogos. Tampoco podrán encontrarse todas las vías concretas para solucionar el problema de la reunificación de la Patria en el curso de una o dos sesiones de consultas. En nuestra conversación hemos desvanecido la incomprensión que guardaban el Norte y el Sur en cuanto a problemas fundamentales, y hallado importantes puntos comunes, pero todavía quedan muchas cuestiones a resolver para reunificar la Patria. Estas podrán resolverse sólo a través de frecuentes contactos y sinceras conversaciones entre los representantes del Norte y del Sur.
   En el curso de estos diálogos y conversaciones ambas partes deberán someter a discusión todos los asuntos referentes a la reunificación de la Patria, incluidas las cuestiones mal interpretadas. Ningún problema se solucionará si cada uno guarda bajo llave sus opiniones, en vez de hablar francamente. Por muy pequeño que sea el equívoco, hay que someterlo a tiempo a la consulta para disiparlo.
   El diálogo entre el Norte y el Sur debe realizarse siempre sobre la base del principio de profundizar la comprensión mutua, encontrar los puntos comunes y fortalecer la unidad. En cuanto a la búsqueda de las vías de la reunificación de la Patria, es probable que haya diferencias entre las proposiciones de los nuestros y las de ustedes. Por eso, puede haber polémicas acerca de cuáles son justas. No obstante, estas polémicas deben encaminarse siempre a encontrar puntos comunes y lograr la unidad y la reunificación y nunca a mantener la pisión.
   Para coordinar adecuadamente las relaciones entre el Norte y el Sur y solucionar con éxito persos problemas que surgen para la reunificación de la Patria sería conveniente organizar y poner en funcionamiento, por ejemplo, una comisión conjunta Norte-Sur.
   Vale crearla y realizar la labor efectiva de coordinación, porque con meros diálogos generales no pueden esperarse notables progresos en el trabajo para la unidad nacional y la reunificación de la Patria.
   Para constituir la comisión conjunta, basta con que los gobiernos del Norte y del Sur designen respectivamente sus funcionarios de alto rango como copresidentes y que se incorporen otros miembros necesarios. Como por avión puede viajarse entre Pyongyang y Soul en poco tiempo, la comisión puede funcionar viniendo ustedes algunas veces a Pyongyang y yendo otras veces los nuestros.
   Una vez organizada, esta comisión tendrá que coordinar muchos problemas. Ella deberá examinar y coordinar a tiempo persas cuestiones tales como la de poner fin a la imputación y la difamación entre el Norte y el Sur y la de prevenir los conflictos militares, y otras referentes a las relaciones entre ambas partes. Dentro de la comisión conjunta, el Norte y el Sur deberán consultar con seriedad sobre los problemas que se presenten, hasta llegar a un consenso conforme al objetivo de la unidad, sin que una parte trate de imponer su voluntad a la otra.
   Podríamos instalar igualmente una línea telefónica directa entre Pyongyang y Soul y por ella consultarnos a menudo sobre los asuntos que surjan. Si aparece alguna cuestión que pueda obstaculizar la reunificación del país o provocar incomprensiones, aunque sea en lo más mínimo, debemos comunicarnos de inmediato por teléfono y solucionarlo oportunamente mediante la consulta.
   Los tres principios para la reunificación de la Patria, acordados esta vez por el Norte y el Sur, constituyen el programa de reunificación que debe realizar de común acuerdo toda la nación coreana. A mi juicio, sería bueno proclamar estos principios ante el mundo, para ponerlos en conocimiento de toda la nación coreana y otros pueblos del mundo.
   Esto nos servirá para educar a nuestro pueblo y demostrar ante el mundo la unidad de la nación coreana.
   Si damos a conocer el programa de reunificación, acordado por el Norte y el Sur, todos nuestros compatriotas, tanto en el país como en el extranjero, llegarán a una identidad de opiniones al conocer que estamos dispuestos a reunificar de modo independiente la Patria pidida, sobre la base del principio de la gran unidad nacional, y por vía pacífica, y los persos sectores y clases de la población encontrarán en esto un gran estímulo. Además, si se publica ese programa común de la nación para la reunificación, los pueblos del mundo verán que los coreanos forman una gran nación unida, y las fuerzas foráneas opuestas a la reunificación de nuestro país se darán perfecta cuenta de que les será imposible pidir para siempre en dos a la nación coreana, por mucho que lo quieran.
   Sería bueno que la cuestión referente al momento y la forma de la publicación de esos tres principios se discutiera en el curso de los diálogos posteriores.
Podría publicarse una vez que usted haya regresado a Soul y discutido la cuestión con las autoridades de allí y, luego, los delegados de ambas partes vuelvan a reunirse y lleguen a un acuerdo al respecto.
   Como usted ha venido expresamente a Pyongyang, le aconsejaría quedarse un día más para intercambiar opiniones con nuestros funcionarios.
   Considero un gesto patriótico el que usted haya venido a visitarnos. El hombre debe ser patriota y no vendepatria. Uno se cubre de honor y conoce el valor de la vida si trabaja a favor de la Patria y la nación, aunque viva un solo día.

   Podemos considerar exitosas las negociaciones que acaban de realizar el Norte y el Sur. Deseo que usted venga a menudo a Pyongyang.