KIM
JONG IL: LECCIONES HISTORICAS DE LA CONSTRUCCION SOCIALISTA Y LA LINEA GENERAL
DE NUESTRO PARTIDO
¡TRABAJADORES
DEL MUNDO ENTERO, UNIOS!
Conversación
con funcionarios responsables del Comité Central del Partido del Trabajo de
Corea
3
de enero de 1992
I
N D I C E
1.
Lecciones históricas de la construcción socialista
2.
Justeza de la línea general de nuestro Partido para la construcción del
socialismo y el comunismo
1.
LECCIONES HISTORICAS DE LA CONSTRUCCION SOCIALISTA
Defender
con firmeza la causa del socialismo y llevarla adelante victoriosamente, se
presenta hoy como un problema de suma importancia relacionado con el destino de
la humanidad.
En
los últimos años, en algunos países fracasó el socialismo y se restauró el
capitalismo y recientemente se desintegró y desapareció la Unión Soviética.
Ante esta situación, los imperialistas y otros reaccionarios hablan con mucho
ruido como si el capitalismo hubiera triunfado” y el socialismo hubiera llegado
a su “fin”. Esto causa confusión ideológica a personas que no tienen clara
conciencia de la realidad, y acarrea graves consecuencias para el desarrollo de
la revolución mundial. Sacar lecciones del actual estado, reconstituir el
movimiento socialista sobre nuevos fundamentos e imprimir auge a la causa del
socialismo, viene a ser hoy una tarea histórica imperiosa.
Esta
es una misión justa llamada a realizar la independencia de las masas populares,
y que la humanidad avance por el camino del socialismo deviene una ley
irrevocable del desarrollo de la historia. Puede haber altibajos en el proceso
de avance del socialismo, pero jamás se variará la dirección de la marcha de la
historia. Afirmar que el ideal socialista fuera equivocado, y la revolución
socialista, errónea, en vista del fracaso de este sistema en algunos países,
como si hubiera cambiado el curso de la historia, es un sofisma reaccionario de
los imperialistas y de los renegados.
Durante
largo tiempo, las masas populares anhelaban vivir en una nueva sociedad
independiente, libre de explotación y opresión, y han venido desplegando una
penosa lucha para verla realizada. En este transcurso se creó el marxismo,
doctrina del socialismo y del comunismo, y tomándola por guía, se condujo al
triunfo la Revolución Socialista de Octubre. Posteriormente, el socialismo se
extendió a escala mundial y los países socialistas alcanzaron, en un corto
espacio de tiempo, trascendentales progresos socio-económicos, que ni en
cientos de años habrían podido obtenerse bajo el capitalismo. Este proceso de
desarrollo de la historia mostró que es justo el ideal del socialismo y que
éste posee una superioridad incomparable con respecto al capitalismo.
Entonces,
¿cómo deberíamos apreciar la frustración del socialismo y la restauración del
capitalismo en algunas naciones? El camino hacia el socialismo es nuevo, por
nadie transitado, un arduo sendero de la revolución que ha de ser allanado en
medio de un agudo enfrentamiento y lucha contra el imperialismo.
Razón
por la cual es inevitable tropezar con dificultades y pruebas, así como pueden
producirse acontecimientos imprevistos.
Desde
el punto de vista del curso principal del avance de la historia, el hecho de
que en algunos países fracasara el socialismo y resucitara el capitalismo, no
pasa de ser un fenómeno parcial y temporal. No obstante, nosotros no podemos
considerarlo casual en modo alguno, ni creer, simplemente, que es consecuencia
de un factor exterior.
Como
siempre ha enseñado el gran Líder, cuando se malogra un trabajo, hay que buscar
su causa, no en el factor objetivo, sino en el subjetivo. Proceder así
constituye la actitud del revolucionario y una vía correcta de rectificación
del error. Sólo cuando, desde este punto de vista y actitud, analizamos la
razón del fracaso del socialismo y sacamos sus lecciones, podremos defender y llevar
adelante la gran obra del socialismo.
La
causa fundamental del desmoronamiento del socialismo en algunos países que lo
estaban construyendo, radica, en pocas palabras, en el hecho de que en este
proceso no se dedicaron los esfuerzos primordiales al fortalecimiento de su
sujeto y a la elevación de su papel, por no
comprender la esencia de esta sociedad, preferentemente en atención a
las masas populares, artífices de la historia.
La
socialista es una sociedad, cuyas dueñas son las masas populares, y que progresa
en virtud de las fuerzas creadoras de éstas, cohesionadas y unidas como un solo
hombre. Su esencia, que la distingue de todas las explotadoras, y la fuerza
motriz que la impulsa adelante, radican
precisamente en el hecho de que las masas populares, unidas por lazos
camaraderiles se esfuerzan con alta conciencia y capacidad en calidad de
protagonistas.
Por
eso, la vía principal para impulsar con éxito la construcción del socialismo,
consiste en fortalecer el sujeto de la revolución, educando al pueblo de manera
comunista y aglutinándolo en torno al partido, mediante la transformación
prioritaria de los seres humanos, y elevar su papel poniendo en pleno juego su
fervor revolucionario y su capacidad creadora.
No
puede haber otro remedio capaz de impulsar la edificación del socialismo. Sin
embargo, personas de ciertas naciones no
entendieron correctamente esta verdad.
El
problema de qué principios y métodos escoger para promover este proceso,
después de implantado el régimen socialista, se planteó como una nueva tarea
histórica ante los partidos que lo dirigían. Fue un asunto importante
relacionado también con cómo superar las limitaciones históricas de la
imperante teoría del comunismo.
El
marxismo, doctrina revolucionaria, que se creó cuando la clase obrera, una vez
aparecida en el escenario de la historia, emprendió la lucha contra el capital,
realizó aportes imperecederos en la misión de dar al traste con las clases y
regímenes explotadores y alcanzar la liberación clasista de las masas
populares.
Sin
embargo, a medida que la época cambiaba y la historia adelantaba, no pudo menos
que revelar sus limitaciones.
En
una palabra, se puede afirmar que es una doctrina que esclareció las
condiciones para la emancipación clasista del obrerismo, partiendo de una
concepción materialista sobre la historia. El marxismo, considerando el
desarrollo social como un proceso de evolución de la historia natural, presentó
la teoría de que el incremento de las fuerzas productivas promueve el auge de
sus relaciones, y el conjunto de éstas, es decir, el régimen económico,
constituye la base de la sociedad respectiva, sobre la cual se coloca la
superestructura. Bajo estas premisas, estableció que el modo de producción de
bienes materiales deviene factor decisivo que determina el carácter y el nivel
de progreso de la sociedad y que éste es el proceso de resolver, mediante la
lucha clasista, las contradicciones entre las fuerzas de producción y sus
relaciones y de reemplazar el viejo modo de producción por otro nuevo.
Partiendo de este principio, considera que, una vez establecido el modo de
producción socialista, ya termina la revolución social correspondiente a la
transición del capitalismo al socialismo y que, como la diferencia de las
etapas superior e inferior del comunismo, no es sino la del nivel de desarrollo
de las fuerzas productivas, si éstas se incrementan mediante la edificación
económica, después de implantado el régimen socialista, es posible erigir esa
sociedad, ideal de la humanidad. A fin de cuentas, el marxismo no pudo dar una
correcta respuesta al problema de cómo continuar la revolución después de
establecido el régimen socialista, para levantar la sociedad comunista.
Históricamente, esta doctrina, síntesis de ideas y teorías que han reflejado
las demandas de la etapa precedente a la causa socialista, no se había
propuesto como tarea inmediata aclarar vías concretas para la construcción del
socialismo y del comunismo, y en aquel entonces aún no estaban creadas las
condiciones sociales ni acumuladas las experiencias prácticas para ello.
A
fin de edificar con éxito el socialismo y el comunismo, después de implantado
el régimen socialista, los partidos que lo orientaban debieron, como era
natural, desarrollar la teoría comunista de acuerdo con las exigencias de la
nueva etapa del progreso socialista y, sobre esta base, trazar líneas y
políticas correctas. Sin embargo, en el pasado, los de algunos países que
acometían el socialismo no llevaron a buen término esta tarea histórica. Como
consecuencia, aplicaron de manera dogmática las hipótesis existentes, sin tomar
en consideración sus limitaciones históricas, alegando que lo edificaban con el
marxismo como guía directriz, y por otra parte, se orientaron a ejercer
políticas revisionistas, negando la esencia revolucionaria de esta doctrina.
Aquellas
personas, quienes no desistían de interpretaciones dogmáticas de las teorías
existentes, no consideraron que la esencia y la superioridad de la sociedad
socialista se determinan por las masas populares con ideas correspondientes,
sino por el poder y las relaciones de posesión socialistas, así como también
buscaron la fuerza motriz para su construcción en el factor económico que era
la adaptación de las fuerzas productivas a las relaciones de producción. Desde
luego, si se establecen el poder socialista y los correspondientes vínculos de
posesión de los medios productivos, se crean las condiciones sociopolíticas y
económicas para asegurar a las masas populares la posición y el papel de dueñas
y promover con rapidez las fuerzas productivas. Esta es una gran ventaja del
socialismo sobre el capitalismo. Sin embargo, estas condiciones políticas y
económicas no pueden ser un factor definitivo que estimula el desarrollo de la
sociedad socialista. En cuanto al problema del avance de las fuerzas
productivas, por ejemplo, quienes tienen el rol principal y activo en este
proceso son las masas populares trabajadoras, encargadas directas de la
producción y, a menos que se eleven su entusiasmo consciente y capacidad
creadora, no es posible aumentarlas continua y aceleradamente, aunque estén
implantadas las relaciones de producción socialistas.
El
hombre dotado con ideas socialistas, y el poder y el régimen económico del
mismo carácter se encuentran estrechamente relacionados, pero el elemento principal
es el primero.
También
a la luz del proceso histórico del establecimiento del régimen socialista, se
constata que primero se concibe la ideología socialista en medio de la lucha
contra la explotación y la opresión, y las personas armadas con ésta crean
partidos revolucionarios que establecen el poder socialista mediante la
concientización y organización de las masas populares, y posteriormente,
basándose en ese poder, implantan el régimen económico correspondiente. Al
margen del poder socialista, este sistema económico no puede mantenerse, ni
gestionarse a tenor de su naturaleza, mientras que ese poder, aislado de
personas con ideología socialista, no puede conservarse, ni ejercer su función,
de acuerdo con su propio carácter. En este sentido, es obvio que el elemento
decisivo que determina el desarrollo y el destino de la sociedad socialista
son, en todos los casos, las masas populares dotadas de la idea socialista. No
obstante esto, en algunos países, considerando que podían construirla sólo si
impulsaban la edificación económica, valiéndose del poder estatal y de los
medios de producción, no prestaron primordial atención a la transformación de
las personas, encaminada a elevar con rapidez su nivel de conciencia y de
cultura, y prepararlas plenamente como sujeto de la revolución y su
construcción.
El
resultado fue que éstas, dueñas de la sociedad socialista no pudieron
desempeñar de lleno su papel como tales y, por consecuencia, no marchó bien la
construcción económica y todas las esferas sociales cayeron en un estado de
estancamiento.
Además,
como no dirigieron la debida atención a establecer formas de política popular,
idóneas al requisito intrínseco de la sociedad socialista, debilitaron la
unidad y la cohesión del pueblo y no lograron poner en pleno despliegue su
facultad creadora. Si las masas populares participan o no como auténticas
dueñas de la política en la administración del Estado y de la sociedad,
constituye la cuestión más importante que decide la consolidación y el
desarrollo del régimen socialista y el éxito de su construcción. Pese a ello,
en ciertos países, aunque se estableció el poder socialista, se mantuvieron en
realidad tal como estaban, fórmulas de política propia de la vieja sociedad,
razón por la cual el manejo del Estado y de la sociedad se separó de sus
dueñas, las masas populares, y se convirtió en una tarea de unas personas
privilegiadas. Esto dio lugar al burocratismo, que frenaba la creatividad de la
gente e hizo decaer la confianza de las masas populares en el partido y el Estado,
trayendo la grave consecuencia de la destrucción de la unidad y la cohesión de
éstas.
Como
resultado, en esas naciones el socialismo perdió la fuerza motriz que había
impulsado con vigor su desarrollo, y no contaba con una sólida base
socio-política. Un socialismo, desprovisto de un fuerte sujeto, no puede
manifestar sus ventajas y poderío, ni vencer desafíos y pruebas que le salen al
paso.
Los
hechos históricos demuestran que si un país no fortalece el sujeto, ni eleva su
papel en la construcción del socialismo, puede desmoronarse ante la ofensiva de
los imperialistas y de otros reaccionarios, por muy extenso que sea su
territorio y enorme su capacidad militar y económica. Se debería considerar que
por esta misma causa se llegó inevitablemente al resultado de que los referidos
países no pudieron resistir esa ofensiva ni impedir el hundimiento del
socialismo.
Otra
causa radicó en que no vieron las diferencias cualitativas entre el socialismo
y el capitalismo, ni mantuvieron con invariabilidad su principio fundamental.
A
fin de llevar al triunfo la causa del socialismo, es indispensable mantener de
modo constante, en la revolución y su construcción, este principio de defender
y materializar con solidez los intereses y las exigencias de las masas
populares por la independencia. En la sociedad socialista se pone coto a la
explotación y a la represión del hombre por el hombre, y se plasma la demanda
intrínseca de las masas populares de vivir juntas con soberanía y el proceso de
la edificación del socialismo y el comunismo implica la completa realización de
ésta.
Por
tanto, el partido de la clase obrera, al orientar este proceso, tiene que
defender con firmeza los intereses y las exigencias de las masas populares por
la independencia, y resolver todos los problemas que se presentan en la
revolución y su construcción, conforme a sus intereses fundamentales.
Para
hacerlo así, es preciso fortalecer el partido de la clase obrera en el terreno
organizativo e ideológico, asegurar de modo constante su dirección sobre la
revolución y su construcción, elevar sin cesar la función y el papel del poder
socialista, defender y desarrollar la propiedad del mismo carácter y luchar
resueltamente contra el imperialismo. Esto representa un principio
revolucionario en el que no se puede ceder ni un paso. En el proceso de la
construcción del socialismo es probable que se cometan errores temporales, mas
el partido de la clase obrera encargado del destino de las masas populares no
debe abandonar nunca dicho principio en cualesquier circunstancias. Dado que en
ese proceso cambian el ambiente y las condiciones de la lucha revolucionaria,
es indispensable trazar de manera creadora la política y la línea conforme a
ello, pero en ningún caso se permite desviar de tal principio revolucionario,
de la línea de clase obrera. Pueden alterarse dichas circunstancias y
condiciones, pero nunca el ideal básico y la exigencia del socialismo. En la
batalla entre los partidarios de éste y del capitalismo, el abandono de ese
principio significa precisamente la capitulación y la traición.
Personas
de algunos países, que en el pasado edificaban el socialismo, por no tener
firme convicción en éste, ni consecuente posición de clase obrera, vacilaban
ante las dificultades temporales que iban surgiendo y se rindieron ante la
presión de los imperialistas, cejando y abandonando, poco a poco, el
lineamiento revolucionario. Descuidaron el fortalecimiento del partido de la
clase obrera, debilitaron su papel rector y la función de dirección unitaria
del Estado socialista; introdujeron relaciones de propiedad y métodos de
administración económica capitalistas y se encaminaron a conciliarse, sin
principios, con el imperialismo, en lugar de combatirlo. Como resultado de esa
política revisionista, la sociedad fue degenerando, poco a poco, y con la
introducción del “pluralismo”, bajo el pretexto de “transformar” y
“reorganizar” el socialismo se aceleró su proceso de descomposición.
En
la sociedad socialista no se puede tolerar el llamado “pluralismo”. La
“liberalización”, el “pluripartidismo” y la “diversificación” que éste
preconiza en los terrenos ideológico, político y en el de la propiedad,
respectivamente, son modos de la política de la sociedad capitalista, donde
rige la competencia por la existencia, basada en el individualismo y el
liberalismo.
El
socialismo tiene por base el colectivismo, y por vida la unidad de las masas
populares, razón por la cual es incompatible con el “pluralismo”, que al
introducirse fomenta el individualismo y el liberalismo, en perjuicio de los intereses
comunes de la sociedad, destruye la unidad y la cohesión de las masas populares
y crea desorden y caos sociales. La admisión de la liberalización ideológica y
el pluripartidismo en la sociedad socialista significa, a fin de cuentas,
destruir sus cimientos y abrir camino a las maniobras contrarrevolucionarias
enderezadas a derrocar el poder popular. La lucha ideológica es el preludio de
la lid política, y está destinada a pasar al combate para el poder.
La
experiencia histórica muestra claramente que si a efecto de la liberalización
ideológica se difunden corrientes ideológicas antisocialistas, y con la
introducción de la “democracia pluripartidista” se aseguran las actividades de
partidos hostiles, levantan la cabeza los enemigos de clase y los reaccionarios
para perpetrar maquinaciones antisocialistas, y a la larga, expulsan del poder
al partido de la clase obrera. Los revisionistas contemporáneos, forjándose
ilusiones hacia el capitalismo, introdujeron de plano su modalidad política y
su sistema económico, tras abandonar por completo el principio socialista, con
el resultado de que sucumbía el socialismo dando lugar al resurgimiento del
capitalismo. Por haber hecho concesiones y retrocedido un paso en el fundamento
socialista, se vieron obligados a hacerlo en diez o cien ocasiones, hasta que
al fin, trajeron la grave consecuencia de llevar a la bancarrota el partido de
la clase obrera.
El
hundimiento del socialismo en algunos países se debió también a que sus
partidos no fortalecieron la solidaridad internacional, sobre la base de la
autonomía en sus relaciones, con los de otros del mismo régimen social.
Unirse
y cooperar sobre la base de la soberanía y mantenerla, fortaleciendo la
solidaridad internacional, viene a ser un principio básico que los partidos de
las naciones socialistas deben observar en sus vínculos. La independencia es la
vida del país, de la nación.
El
socialismo y el comunismo se construyen con éste por unidad, y su pueblo y
partido son encargados de su revolución. El partido de cada país tiene el
sagrado derecho de confeccionar su política y su línea a tenor de su realidad y
llevarlas a la práctica de manera independiente.
Nadie
debe violarlo. Defender su autonomía no contraviene, bajo ningún concepto, al
fortalecimiento de la solidaridad internacional con otros partidos. La causa
socialista de un pueblo es nacional y, a la vez, internacional. El partido
comunista o el obrero de cada nación tiene el derecho de defender su
independencia, y al mismo tiempo, la obligación de respetar la de los partidos
de otros Estados, y de unirse y colaborar de modo camaraderil en aras de la victoria
socialista.
En
el seno del movimiento comunista internacional, unos partidos actúan en
territorios grandes, y otros en pequeños, con antigüedad larga o corta. No
negamos que los primeros tienen mayor capacidad que los segundos y por ende
pueden hacer más aportes al cumplimiento de la causa común. Deben, pues, estar
conscientes de que tienen mayor responsabilidad en la defensa y en el
desarrollo del movimiento comunista internacional, y ayudar de modo
desinteresado, como es natural, a los partidos hermanos y desempeñar un rol más
preponderante en el cumplimiento de las misiones comunes. Pero esto no debe ser
pretexto para practicar el chauvinismo. Entre los partidos no pueden existir
superiores e inferiores, ni dirigentes y dirigidos.
Hace
mucho tiempo que existía un centro en el movimiento comunista internacional, y
el partido de cada país actuaba como su sucursal. Lo natural habría sido que
los partidos de los países socialistas cooperaran de manera camaraderil sobre
la base de completa igualdad e independencia,
mas, algunos, por no haberse desprendido de las costumbres contraídas en medio de
sus viejas relaciones, en el tiempo de la Internacional Comunista, causaron
grandes daños al avance del movimiento comunista internacional. Uno,
autodenominándose como ‘‘centro’’ de éste, había perpetrado sin reparos actos
de impartir tal o cual directiva a otros y presionar e intervenir en los
asuntos internos de los que no seguían su errónea línea. Por consecuencia, se
debilitaron en sumo grado la unidad ideológica y las relaciones de colaboración
camaraderil entre los países socialistas, y éstos no pudieron hacer frente al
imperialismo con sus fuerzas mancomunadas. Hubo partidos que, dejándose
doblegar ante la presión chovinista, actuaron bajo batuta ajena, sin mantener su
propia posición, con el agravante de que cuando cierto territorio practicaba el
revisionismo, también ellos lo cogieron, y mientras otros se metían en la ‘transformación’’ y ‘‘reorganización’’, les
siguieron también fielmente. Por consecuencia, se creó la grave situación en
que en la Unión Soviética y en otros países de Europa se arruinó sucesivamente
el socialismo.
Tempranamente,
el gran Líder sentenció que si una persona se aferra al servilismo a las
grandes potencias, se convierte en un don nadie, y si la nación se embarga por
él, se arruina, mientras si un partido lo practica, se malogran la revolución y
su construcción.
La
realidad de esos que por profesar ese ismo, terminaron por malograr el
socialismo, es una patente prueba de lo justas que son estas palabras del
Presidente Kim Il Sung.
La
experiencia histórica muestra que, cuando, dotados con firme convicción en el
socialismo y guiados por una correcta ideología rectora, refuerzan sin descanso
al sujeto de la revolución, defienden el principio socialista en cualquier
situación y fortalecen la unidad y la cooperación camaraderil sobre la base de
la independencia, la causa del socialismo avanza por el camino de la victoria,
pero, en el caso contrario, no pueden evitarse reveses y fracasos. Esto es una
seria lección que la humanidad ha sacado en el camino del socialismo.
2.
JUSTEZA DE LA LINEA GENERAL DE NUESTRO PARTIDO PARA LA CONSTRUCCION DEL SOCIALISMO
Y EL COMUNISMO
Por
primera vez en la historia, el gran Líder, camarada Kim Il Sung, basándose en
la doctrina Juche, concibió la destacada idea de que el Poder popular más las
tres revoluciones son el comunismo. Fortalecer el Poder popular y elevar de modo
incesante sus facultades y papel, al mismo tiempo que realizar consecuentemente
las revoluciones ideológica, técnica y cultural, constituye la línea general de
la construcción del socialismo y el comunismo, trazada por el Líder. Sobre la
base de haber aclarado, de manera original, la fisonomía de la sociedad socialista
y comunista y el camino legítimo para su realización, él señaló de modo claro
el principio revolucionario y la vía científica para la edificación del
socialismo y el comunismo, gracias a lo cual se llevó a una nueva etapa de
desarrollo la teoría del comunismo. Asimismo ha venido dirigiendo con sabiduría
la tarea de hacerla realidad en nuestro país. Esto es su gran mérito histórico
ante las masas populares por su independencia.
La
línea general que proyectara el gran Líder es la más científica y
revolucionaria, porque indica el camino de culminación de la causa del
socialismo y de verificación total de la soberanía del pueblo, mediante la
materialización de la idea Juche.
Este
fundamento de nuestro Partido se basa en el principio socio-histórico
humanocéntrico.
La
sociedad es, en una palabra, colectividad de personas.
Precisamente
es la comunidad en que éstas viven vinculadas por conducto de sus relaciones
sociales, disfrutando de bienes materiales. El dueño de la sociedad no es otro
sino el hombre, un ente social que con sus atributos de independencia, creatividad y conciencia, forja
su destino de manera autónoma y creadora.
Según
el grado de desarrollo de estas cualidades se determina el nivel de progreso de
la sociedad, y conforme a la elevación de la conciencia de la independencia del
hombre y de su capacidad creadora, aumentan los bienes de la sociedad y se consolidan
los vínculos sociales correspondientes.
Por eso, se debe apreciar a la sociedad teniendo al hombre en su centro, y no
poniendo la atención primordial a las condiciones materiales, y considerar su
desarrollo, no como un proceso de evolución de la historia natural, sino como
el de actividades independientes y creadoras de las masas populares, que son
protagonistas del movimiento social.
Desde
este punto de vista, se puede afirmar que la sociedad comunista permite a todas
las personas ser perfectas dueñas de la naturaleza, de la sociedad y de sí
mismas, liberándose una vez para siempre de toda forma de trabas. En la
comunista, todos sus integrantes se harán entes sociales de formación completa,
provistos integralmente de una conciencia de independencia y una capacidad
creadora, correspondientes a la génesis social del ser humano, y las fuerzas
productivas alcanzarán un nivel tan alto, como para poder asegurar de modo
satisfactorio, en el aspecto material, las actividades soberanas y creadoras de
los hombres en todas las esferas de la vida social.
Y
en virtud de esto, las relaciones sociales se convertirán por completo en
colectivistas, en las cuales todos formen un solo ente socio-político y se
verifiquen a la vez, la independencia del individuo y la del colectivo. Dicho
en pocas palabras, la comunista es una sociedad donde se materializa plenamente
la autonomía de las masas populares. La socialista es la etapa inferior de la
comunista.
Para
edificar la una y la otra se debe continuar la revolución, aun después de
triunfada la primera etapa y establecido el régimen correspondiente.
Si
en esta empresa la realización de la sociedad comunista es el objetivo final,
la implantación del régimen socialista constituye su punto de partida. Cuando
se considera victoriosa la revolución socialista e implantado su régimen, eso
significa la formación del esqueleto de la nueva sociedad, donde las masas del pueblo se convierten en sus dueñas al
asentarse el poder y las relaciones productivas socialistas. El establecimiento
de este sistema, considerado desde el punto de vista del progreso de la sociedad
humana, constituye una gran transformación histórica, pero no es más que un
paso inicial desde el del proceso de la construcción del socialismo y el
comunismo. La sociedad socialista nacida con el establecimiento del régimen correspondiente,
es nueva, de carácter comunista, pero, al mismo tiempo, transitoria, pues
adolece de muchos vestigios de la anterior. De ahí que, a fin de llevar a buen
término la edificación del socialismo y el comunismo, después de establecido el
régimen socialista, sea preciso hacer tesoneros esfuerzos para transformar por
vía comunista a las personas, a la naturaleza y a la sociedad, teniendo como
principio fomentar las propiedades comunistas de esta sociedad y superar su
carácter de transición.
Con
miras a edificar esta sociedad es necesario impulsar la conversión del pueblo
en comunista para que desempeñe plenamente su responsabilidad y papel como
dueño del Estado y de la sociedad y efectuar con energía la transformación de
la naturaleza encaminada a asentar un sólido fundamento que pueda garantizar la
vida socialista en el plano material. Al mismo tiempo, hay que reformar todas
las relaciones sociales de acuerdo con las exigencias de esta sociedad para
perfeccionar el sistema estatal y social de carácter socialista. Si de esta manera
se preparan con firmeza el sujeto y la base técnicomaterial socialistas y se
crea la capacidad de administrar en forma socialista el conjunto de la vida
social, apenas entonces se podría decir que el socialismo haya llegado a
adquirir su fisonomía perfecta.
Después
de implantado el régimen socialista, una cuestión esencial que se debe resolver
con prioridad, es elevar el nivel de conciencia y la capacidad creadora de las
masas populares, de manera que cumplan con todas las tareas que les competen como
dueñas del Estado y de la sociedad.
Y
para esto es preciso que ellas lleguen a poseer alta conciencia ideológica y
capacidad creadora correspondientes a la posición y al papel de protagonistas.
Los rasgos ideológico espirituales y cualidades que deben tener entonces, serán
radicalmente diferentes de los anteriores. Cuando luchaban por derrocar el
viejo régimen de explotación y establecer el socialista, les fue importante
poseer elevada conciencia clasista y espíritu combativo contra la explotación y
la opresión, pero en el esfuerzo por la construcción socialista se presenta
como asunto central que se formen en las ideas colectivistas, según las cuales
aprecien más los intereses del Estado y de la sociedad que los personales y
luchen con abnegación para protegerlos.
Y
en el curso de la destrucción del anterior régimen de explotación, lo principal
era disponer de fuerza combativa para aplastar la violencia
contrarrevolucionaria de las clases gobernantes reaccionarias, pero en la tarea
de edificar el socialismo es una necesidad imperiosa contar con la capacidad de
transformar por vía comunista la naturaleza, las relaciones sociales y a las
mismas personas. Si, después de asentado el sistema socialista, éstas, por no
poseer conceptos colectivistas valoran más sus propiedades privadas que las del
grupo y, por consiguiente, no manifiestan entusiasmo en el trabajo común, o por
no estar dotadas con alta capacidad creadora, correspondiente a la posición de
dueñas del Estado y de la sociedad, no logran administrar como es debido el
Estado y la economía, la sociedad socialista quedará prácticamente sin amos y
en esta situación el socialismo no podrá manifestar su ventaja ni
desarrollarse.
Para
lograr que las masas populares posean la elevada conciencia ideológica y facultad
creadora que exige la sociedad socialista, es preciso desplegar de modo
enérgico la revolución ideológica y la cultural. En el curso de éstas se lleva
a cabo el trabajo de conversión de las personas, consistente en emanciparlas del
atraso ideológico y cultural y formarlas como comunistas provistas de ideas
correspondientes y con elevado nivel cultural.
La
revolución ideológica es un trabajo de preparación de los protagonistas de la
sociedad socialista y comunista mediante la formación de las personas en la
conciencia ideológica de independencia, y la forma principal de la
transformación del ser humano. La transformación del hombre es, en esencia, la
de su ideología. Nuestro Partido separó el renglón ideológico de la esfera
cultural y presentó la teoría de la preponderancia ideológica, ya que la
conciencia lo decide todo. Esto significa que ésta es el factor decisivo que
determina la acción del hombre.
La
conciencia ideológica del hombre no se transforma de por sí. Es un error
interpretarla como un simple reflejo del mundo real y así pensar que cambiaría
con la variación del régimen social y de las condiciones materiales. Desde
luego, el cambio de las condiciones objetivas ejerce cierta influencia sobre el
desarrollo de esa conciencia, pero las personas no poseen, por espontaneidad,
la ideología comunista por establecerse el régimen socialista e incrementarse
las riquezas materiales.
A
medida que desaparecen la explotación y la opresión y se hace más abundante la
vida material, hay que seguir profundizando la educación ideológica. Si no se
procede así, se debilitará su espíritu revolucionario y crecerá paulatinamente
entre ellas la tendencia ideológica a llevar una vida indolente. El éxito de la
construcción del socialismo y su destino dependen de si se logra o no extirpar
de su mente el egoísmo individual y toda clase de otras ideas trasnochadas y
pertrecharlas con conceptos revolucionarios comunistas. Se puede afirmar que si
en la sociedad capitalista donde rige el principio de la omnipotencia material,
el dinero es la vida, lo es la ideología en el socialismo cuyo dueño son las
masas populares. Si éstas se dotan de ideas socialistas y, sobre esta base, se
unen como un solo cuerpo, el socialismo triunfa, mas fracasa si ellas se
enferman en lo ideológico. La superioridad del socialismo sobre el capitalismo es,
precisamente, la ventaja de la ideología, y su poderío no es sino el de su
ideología. Por esta razón, menospreciar la revolución ideológica es igual a
perder la línea vital en la construcción socialista.
Nuestro
Partido, al presentar la revolución ideológica como la tarea de mayor
importancia en la lucha por la construcción del socialismo, mantiene
invariablemente el principio de priorizarla con seguridad y la profundiza y
desarrolla sin interrupción al compás del progreso de la revolución y su
construcción.
En
el cumplimiento de la revolución ideológica es esencial imbuir de lleno la
teoría revolucionaria de nuestro Partido, idea Juche, a todas las personas y,
sobre esa base, lograr una perfecta unidad ideológica de toda la sociedad.
Proceder
así constituye el requerimiento intrínseco de la sociedad socialista y la
cuestión más importante que se presenta para la construcción exitosa del
socialismo. En la capitalista, donde son diferentes las situaciones clasistas
de las personas y se enfrentan sus intereses, no es posible que ellas posean un
mismo ideario, ni por ende, pensar en la unidad política e ideológica de la
sociedad. Al contrario, la clase capitalista difunde ex profeso ideas
reaccionarias de toda laya, para impedir la concientización de los trabajadores
y su unidad y cohesión.
Pero,
en la sociedad socialista, cuyos miembros tienen objetivos e intereses comunes
en el socialismo y el comunismo, es posible armarlos con el paradigma
revolucionario comunista y, sobre esta base, realizar la unidad y la cohesión
de toda la sociedad, y sólo entonces se puede preparar un firme sujeto de la revolución
y elevar sin cesar su papel.
El
sujeto de la revolución es, precisamente, el conjunto del líder, el partido y las
masas. En el cumplimiento de la revolución ideológica, nuestro Partido canaliza
sus esfuerzos para dotar a las personas con las concepciones revolucionarias
del Líder, de la organización y de las masas, y aglutinarlas en torno al
Partido y al Líder, para así convertirlas en un solo ente sociopolítico que
comparta el mismo destino.
La
idea sobre estas concepciones es original y se fundamenta en la aclaración
científica del sujeto independiente de la revolución.
El
líder es el centro del ente socio-político y el máximo cerebro que representa
la voluntad de las masas populares. El líder y las masas mantienen estrechos
vínculos dentro de dicho ente socio-político que está constituido por la idea
revolucionaria y la camaradería. Tal como no es concebible el cuerpo viviente separado
del cerebro, así tampoco es posible pensar en el líder, desvinculado de las
masas populares, y viceversa.
La
gloriosa historia de lucha de nuestro pueblo atestigua que es invencible la
causa revolucionaria, cuando existe la sabia dirección de un destacado
dirigente y las masas populares la siguen con lealtad. En el período tenebroso
de la dominación del imperialismo japonés, nuestro pueblo, aunque se levantó en
la lucha liberadora, al inicio se vio obligado a derramar en vano su sangre por
no haber tenido un auténtico líder. Sólo al tener al camarada Kim Il Sung en el
centro de la unidad y de la dirección, pudo derrotar al imperialismo japonés
mediante la lucha armada organizada y alcanzar la restauración de la Patria, e
impulsar hasta hoy la difícil y complicada revolución coreana por el camino del
triunfo. El gran Líder, al concebir la inmortal idea Juche, cultivó en nuestro
pueblo un auténtico espíritu independiente y le ofreció una imperecedera vida
socio-política, así como lo convirtió en un heroico pueblo invencible, mediante
su agrupación en una gran comunidad revolucionaria. Así es como nuestro pueblo
no sólo enaltece con lealtad al camarada Kim Il Sung como el gran Líder de la
revolución, sino que también le respeta sin límites como salvador de su vida,
como su padre, y le expresa toda su fidelidad y amor filial. Al margen de su
sabia dirección y de la fidelidad absoluta del pueblo a él, no podemos hablar
de la gloriosa trayectoria y brillante victoria de nuestra revolución. Las
experiencias históricas del movimiento comunista internacional demuestran que
bajo la dirección de un destacado líder la causa revolucionaria de las masas populares
avanza de modo triunfal en cualesquier condiciones difíciles y complejas, pero
en el caso contrario puede tropezar con altibajos y, sobre todo, si elementos
casuales o traidores ocupan la posición directiva del partido, serán
arrebatados por los enemigos los logros de la revolución, por los cuales se había
derramado mucha sangre durante largo tiempo, y finalmente, fracasará la
revolución.
El
partido es la columna vertebral del ente socio-político.
Sólo
bajo su dirección, las masas populares tienen una vida socio-política,
relacionándose de manera organizativa e ideológica con el líder, centro de su
existencia, y constituyen el sujeto independiente de la revolución. Por lo
tanto, es importante educar a todas las personas en el sentido de que
consideren la organización socio-política centrada en el líder, como matriz de su
vida política, y siendo sus integrantes se esfuercen de manera orgánica por la
victoria de la causa revolucionaria.
Las
masas populares son protagonistas de la revolución. El líder es, precisamente,
su cerebro supremo y el partido, su destacamento medular. Sólo quienes posean
la concepción revolucionaria de las masas, según la cual éstas se consideran
dueñas de la revolución, podrán ser verdaderos servidores del pueblo, que se
esforzarán con total abnegación por sus intereses y, dignos encargados de la
revolución y la construcción, capaces de resolver cualesquier problemas
difíciles por sí solos, apoyándose en las masas. Si los funcionarios no tienen
esta concepción, aparecerá entre ellos el fenómeno de menospreciar a las masas populares
y de abusar de la autoridad e incurrir en el burocratismo, y caerán en la idea
de dependencia de las fuerzas extranjeras, sin pensar en movilizar el poderío
creador de su pueblo, e incluso, el derrotismo, doblegándose ante las
dificultades.
Para
ser fieles hasta el fin a la revolución como integrantes del ente
socio-político, las personas deben poseer justas concepciones con respecto al
líder, la organización y las masas.
Estas
concepciones revolucionarias constituyen los principales rasgos de los
revolucionarios comunistas dotados de ideología Juche. Por lo tanto, en la
revolución ideológica hay que prestar atención primordial a su formación en una
ilimitada lealtad al Líder y al Partido y en el espíritu de servir con
abnegación a las masas populares.
Si
intensificando la revolución ideológica se les da una formación revolucionaria,
y se prepara de modo sólido el sujeto de la revolución, es posible impulsar con
éxito la construcción socialista y defender con firmeza la causa socialista
bajo cualquier circunstancia. En nuestro país, al realizarse con éxito esa labor
bajo la correcta dirección del Partido, todo el pueblo, firmemente armado con
la idea Juche y unido de forma compacta en torno al Partido y el Líder, cumple
lealmente con su responsabilidad y papel como dueño de la revolución y la
construcción.
Con
alto orgullo y dignidad de ser un pueblo que hace la revolución, consagra toda
su fuerza e inteligencia a la honrosa tarea de la construcción del socialismo y
despliega a plenitud los rasgos comunistas de trabajar y vivir de manera
revolucionaria, ayudándose y conduciéndose unos a otros, según el principio
colectivista de ‘‘¡Uno para todos y todos para uno!’’.
Hoy,
entre nuestro pueblo se engrosan cada día más las filas de los héroes y
beneméritos anónimos que trabajan con abnegación dedicando todo lo suyo en
silencio, sólo en aras de la sociedad y la colectividad, el Partido y la
revolución, sin importarles que otros lo reconozcan o no, y en toda la sociedad
se despliega con vigor un movimiento para aprender de ellos. Esto muestra de
manera fehaciente el alto nivel que han escalado sus rasgos
ideológico-espirituales. En el hecho de que el Líder, el Partido y las masas
integran un ente socio-político que comparte el mismo destino y toda la
sociedad forma una gran comunidad revolucionaria, está el verdadero aspecto de
nuestro régimen, del que podemos sentirnos altamente orgullosos y dignos.
Todo
el pueblo está unido de modo inquebrantable en torno al Partido y el Líder y
trabaja y vive con plena convicción y optimismo, he aquí la solidez y la
invencible fuente del socialismo establecido en nuestro país, y la firme
garantía para llevar a término la causa revolucionaria del Juche,
sobreponiéndose a cualquier tempestad y prueba.
La
revolución cultural es una obra encaminada a liberar a las masas populares del
atraso y crear una etapa superior a su servicio, de manera que todos disfruten
de la vida cultural socialista.
En
la sociedad explotadora ellas no tienen suficientes condiciones y posibilidades
para lograr un rápido progreso en este aspecto, razón por la cual su nivel
general es muy bajo. La cultura reaccionaria burguesa que sirve a la minoría
aplastante de los privilegiados para la explotación y sometimiento de las masas
laboriosas y el disfrute de diversión corrupta, ejerce influencias muy perniciosas,
al carcomer como una droga el espíritu de las gentes y estorbar su vida
cultural sana. Liquidar los remanentes de la vieja cultura que perduran
arraigados en la vida y costumbres y crear una nueva cultura socialista,
implican una lucha de principios entre el capitalismo y el socialismo.
Sólo
continuando la revolución en la esfera cultural, después de establecido el
régimen socialista, es posible emancipar a las masas populares de las trabas de
la cultura atrasada e inhumana, para así convertirlas en poseedoras de una alta
capacidad creadora y en usufructuarias de la auténtica vida cultural
socialista.
Desarrollar
esa última es una importante condición para impedir con éxito la penetración
ideológica y cultural de los imperialistas.
Para
agredir y dominar a otros países, los imperialistas se aferran a la estratagema
de penetrarlos, ante todo, con la cultura burguesa reaccionaria para exterminar
su cultura nacional y paralizar la conciencia de independencia nacional y el espíritu
revolucionario de sus pueblos. Sólo cuando la socialista prevalezca sobre la
capitalista, al hacerla florecer y desarrollarla espléndidamente y asegurar al
pueblo, a plenitud, una vida cultural socialista, éste no se hará ilusiones con
la corrompida de la burguesía y será posible impedir la penetración ideológica y
cultural de los imperialistas.
Un
relevante objetivo estratégico en el cumplimiento de la revolución cultural es
intelectualizar a toda la sociedad. Desde el punto de vista de la
transformación del hombre, la construcción del socialismo y el comunismo es el
proceso de imbuir en la conciencia revolucionaria y los rasgos de la clase
obrera a todos los miembros de la sociedad y, a la vez, intelectualizarlos.
Si
la formación en el espíritu revolucionario y de clase obrera está destinada a
eliminar las diferencias entre las personas en el nivel de la conciencia
ideológica, se puede decir que la intelectualización de los integrantes de la
sociedad está dirigida a convertirlos a todos en comunistas dotados de
profundos conocimientos y elevadas cualidades culturales, para así erradicar el
distingo existente en este aspecto. Después de establecido el régimen
socialista y canceladas las relaciones antagónicas de clases, es indispensable
pasar por el referido proceso. Con la implantación del régimen socialista, los
intelectuales, al igual que la clase obrera, se convierten en dueños del Estado
y la sociedad, y ya en calidad de trabajadores socialistas, llegan a encontrarse
sobre la misma base socio-clasista que ésta. Mas, la intelectualidad y la clase
obrera se distinguen por sus peculiaridades de trabajo. Esta última, que, como
desposeída, llegó a ser la rectora de la revolución, a través de su lucha
contra la explotación y la opresión, tiene un firme carácter revolucionario y organizado,
pero su nivel cultural y técnico es bajo en comparación con la otra, que le
supera en el aspecto cultural y técnico, si bien es débil su espíritu
revolucionario y organizado. La eliminación definitiva de estas diferencias es
factible cuando se imbuye en la conciencia revolucionaria y de la clase obrera
a toda la sociedad y ésta se intelectualiza al impulsar la construcción socialista.
La transformación comunista del hombre es, a fin de cuentas, la tarea de
convertir a todos los miembros de la sociedad en hombres integralmente
desarrollados, dotados de una conciencia ideológica independiente y una alta
capacidad creadora, en intelectuales identificados con la clase obrera, y en obreros
intelectualizados.
El
sector de la enseñanza es al que deben dedicarse los esfuerzos primordiales en
la revolución cultural. La labor docente es una de las cuestiones fundamentales
que deciden la victoria o el fracaso de la construcción socialista y comunista
y el destino futuro de la nación. Por eso, nuestro Partido ha venido prestando
siempre importancia y grandes empeños a la gestión educacional. Después de la
liberación del país comenzamos la edificación de la nueva Patria por asegurar
al pueblo el derecho a la educación, liquidar el analfabetismo y establecer las
escuelas para los integrantes de la joven generación, y no interrumpimos la
labor docente ni en medio del fragor de la severa Guerra de Liberación en que
se decidía la existencia o la ruina de la nación. Bajo las condiciones
difíciles en que debíamos restañar las heridas dejadas por la guerra e impulsar
la revolución y la construcción socialistas, pusimos en vigencia, de manera
sistemática, la enseñanza obligatoria gratuita, combinamos la educación escolar
con la social y desarrollamos el sistema docente de estudio y trabajo, logrando
así que la totalidad de los niños y trabajadores recibieran la instrucción a
expensas del Estado. Los inmensos esfuerzos que hicimos para el porvenir de la
Patria y la nación, sobreponiéndonos a incontables adversidades, nos permitieron
poner el nivel cultural de los trabajadores a la altura de los graduados de la
escuela secundaria integral y presentar hoy, sobre esta base, el alto objetivo
de intelectualizar a toda la sociedad y esforzarnos por su realización.
Nuestro
Partido mantiene invariablemente el principio revolucionario en la docencia. La
enseñanza socialista no es una labor práctica para proporcionarles sólo
conocimientos generales y técnicos a las personas. Su misión y deber consisten
en convertirlas en revolucionarios que luchan con dedicación en bien del
Partido y la revolución, la Patria y el pueblo, contribuyendo así a la tarea de
llevar adelante la causa comunista.
Nuestro
Partido presentó como un principio importante de la pedagogía socialista
establecer el Juche en la docencia, encarnar el partidismo, el espíritu de la
clase obrera y el carácter popular y combinar la enseñanza y educación con la
práctica revolucionaria, y ha venido materializándolo de modo consecuente.
Gracias
a su correcta política educacional, en nuestro país los componentes de la joven
generación se forman como comunistas firmes en el plano ideológico dotados con
la doctrina Juche, y con útiles conocimientos y capacidad práctica.
No
es casual que los extranjeros nos aprecien como ‘‘país de la enseñanza’’, donde
los miembros de la sociedad se entregan al estudio durante toda su vida, a
través de lo cual se preparan como comunistas de nuevo tipo con una alta
conciencia ideológica y facultad creadora.
Para
asegurar suficientes actividades culturales socialistas al pueblo es preciso
crear una nueva cultura de carácter revolucionario y popular, conveniente a la aspiración
independiente, la ideología y el sentimiento de las masas populares. Sólo así, es
posible eliminar todos los hábitos de vida incultos y atrasados, implantar
plenamente el modo de vida socialista y orientar al pueblo a trabajar y vivir
con un sano y sublime espíritu y moral, lleno de convicción y optimismo.
Con
la materialización de la justa línea de creación de la cultura socialista del
Partido, se logra en nuestro país un pleno desarrollo de una cultura y un arte
autóctonos que representan la aspiración de las masas populares a la
independencia y sus demandas revolucionarias y que se granjean, pues, su amplia
aceptación, y todos los medios culturales de la sociedad se destinan exclusivamente
a elevar su nivel y a satisfacer sus múltiples requerimientos en ese terreno y
la recreación. La literatura, el arte, la salud pública, los deportes y todas
las demás prácticas culturales tienen una gran incorporación de las masas,
convirtiéndose en una parte de su existencia cotidiana, lo cual permite a todos
los integrantes de la comunidad participar en la creación de la cultura y
disfrutar de sus beneficios, volcando todos sus recursos intelectuales en el
progreso de la cultura socialista y desarrollando sin impedimento alguno las
actividades culturales y recreativas de distintos órdenes. En Corea no existen
una ética y moral corruptas y vicios como los que se ven en el régimen
capitalista, los cuales echan a perder a las personas, convirtiéndolas en
inválidas espirituales y físicas.
Entre
nuestro pueblo predomina una noble moral socialista que alienta a respetarse y
cooperar y a compartir la alegría y la tristeza, y en toda la sociedad rige un
sano estilo de vida socialista.
De
veras, en todos los lugares del país, sea en las familias, sea en los puestos
de trabajo, se percibe un optimismo revolucionario, y una cultura y arte
autóctonos que constituyen un poderoso medio para elevar el orgullo y dignidad
nacional de nuestro pueblo y para conducirlo a mantener una existencia sana en
el sentido ideológico y espiritual y estimularlo en la lucha revolucionaria y
el trabajo creador.
Preparar
una sólida base material y técnica para el socialismo, mediante la
transformación de la naturaleza, es, junto con la del hombre, una tarea de
importancia, que se presenta en el primer orden en el proceso de construcción
socialista, después de implantado el régimen socialista. Si no se asienta ese pilar
preparado por medio de un rápido desarrollo de las fuerzas productivas,
apropiado para el régimen socialista ya implantado, éste no podrá durar mucho
tiempo como ocurre con un edificio que carece de un sólido cimiento ni tampoco
asegurar a su pueblo una vida material y laboral de carácter independiente y
creador.
La
revolución técnica es el medio principal para forjar una base material y
técnica conforme a la altura de la sociedad socialista y comunista, mediante la
transformación de la naturaleza.
Mientras
las revoluciones ideológica y cultural se encaminan a preparar el sujeto de la
sociedad comunista por medio de la transformación del hombre, la técnica se
orienta a crear el basamento material imprescindible para ésta, repitiendo
igual operación con la naturaleza. En la sociedad capitalista la reforma tecnológica
se aprovecha para satisfacer la insaciable ambición lucrativa de una minoría,
en tanto en la socialista la revolución técnica se considera como una relevante
tarea revolucionaria destinada a ofrecer a los trabajadores mejores e iguales condiciones
de trabajo y vida material, para liberar incluso de las restricciones de la
naturaleza a las masas populares, ya exentas de la explotación y la opresión, y
para garantizarles así, plenamente, la independencia.
En
la sociedad socialista la revolución técnica debe contribuir a emancipar a los
obreros de las labores duras y pesadas por medio de la promoción de las
técnicas y a construir y fomentar una economía nacional autosuficiente,
socialista, que responda al deseo de sus integrantes por la soberanía. Este
tipo de economía, autosostenida y basada en los últimos logros de las técnicas,
asegurará las condiciones independientes y creadoras del trabajo y la vida
material y permitirá ejercer la autonomía ideológica, la soberanía política y
la autodefensa en la salvaguardia nacional para consolidar así la independencia
de la nación. De ahí que sea preciso ejecutar la citada revolución conforme a
las características reales de la nación y con el apoyo de las actividades creadoras
de su pueblo, manteniendo con firmeza la posición autóctona para lograr un alto
nivel de desarrollo con recursos nacionales, la modernización y la
fundamentación científica de la economía nacional.
Resulta
muy perjudicial que al realizar dicha tarea no se confíe en la capacidad propia
y hacerse ilusiones en cuanto a las técnicas avanzadas de los países
capitalistas. Es erróneo totalmente el pensamiento de que el capitalismo reúne
mejores condiciones que el socialismo para hacer progresar las ciencias y
técnicas. En cualquier sociedad que sea, las masas del pueblo trabajador
protagonizan su promoción. No hay duda alguna, pues, que la sociedad
socialista, donde todos los trabajadores, convertidos en dueños del país,
muestran un interés vital por el progreso de esas ramas y el Estado las impulsa
de manera unificada, de acuerdo con un programa bien meditado y con las leyes
de la economía socialista, lleva más ventajas para ello que la capitalista,
donde se contradicen los intereses de sus integrantes a partir del
individualismo dominante. Si con un correcto punto de vista en torno a la
revolución técnica y con una firme posición autóctona, se explota todo el
potencial económico de su país y se pone al rojo vivo el entusiasmo
revolucionario y la facultad creadora de las masas populares, es posible desarrollar
a un ritmo rápido la economía y las técnicas.
Una
vez implantado el régimen socialista hace falta equipar las industrias pesada y
ligera, la agricultura y los demás sectores de la economía nacional con
modernas técnicas, mediante un impulso dinámico de la revolución técnica a fin
de asegurar la autosuficiencia económica. Cuando se cree una moderna industria
pesada y, sobre esta base, se logre la renovación tecnológica en todos los
órdenes de la economía nacional es posible liberar a los trabajadores de las
labores pesadas y aumentar las fuerzas productivas hasta el nivel requerido por
la sociedad socialista. Nuestro Partido, tras la implantación del nuevo
régimen, definió alcanzar la industrialización socialista fomentando la
revolución técnica como la misión inmediata principal en la construcción
económica, y organizó y guió con certeza a las masas trabajadoras a sumarse a
los esfuerzos por ejecutarla, gracias a lo cual se eliminó en breve tiempo el desequilibrio
colonial y el atraso técnico de que padecía nuestra economía nacional y se
culminó con éxito la histórica tarea de la industrialización socialista.
El
gran Líder formuló tres tareas que forman parte importante de la revolución
técnica que sigue a la industrialización socialista: eliminar las diferencias
entre el trabajo pesado y el liviano, entre la faena agrícola y la industrial y
emancipar a la mujer de la carga de los quehaceres domésticos y dirigió con acierto
la campaña para cumplirlas. El lineamiento de nuestro Partido al respecto
refleja en todas sus dimensiones el principio de la revolución técnica del
socialismo de liberar a los trabajadores de las labores difíciles y asegurarles
la independencia e igualdad en sus actividades.
Con
la promoción exitosa de la mencionada revolución, orientada por nuestro
Partido, no sólo ha quedado más sólida la base material y técnica de nuestro
socialismo sino también se ha operado grandes cambios en los quehaceres
laborales y la vida material de los trabajadores. Se han eliminado los trabajos
nocivos y a altas temperaturas y disminuido considerablemente las faenas
pesadas, disfrutando los obreros de mejores condiciones de trabajo y descanso.
Así es como su jornada laboral creadora se hace cada vez más alegre y
fructífera. Con el progreso de las técnicas y el avance exitoso de la
construcción económica socialista, mejora de manera sistemática la vida material
del pueblo. En nuestro país, todos los trabajadores tienen empleos aptos para
su disposición y vocación y llevan una vida feliz, si bien aún no viven en
abundancia, sin tener preocupaciones por los alimentos, la ropa y la vivienda.
No hay quienes viven en opulencia, ni en pobreza y mucho menos desempleados y
mendigos. Gracias a la poderosa economía nacional independiente, con una
moderna dotación técnica, podemos hacer cualquier cosa programada por nuestros
propios medios y desarrollamos con seguridad la economía nacional, sin ser
afectados gravemente por la fluctuación económica de radio mundial.
En
nuestro país toda la población trabajadora disfruta de igualdad en sus labores
y vida, sin tener preocupación alguna gracias a la poderosa economía nacional
autosostenida, mientras en la sociedad capitalista es extrema la diferencia
entre la opulencia y la pobreza y sus habitantes viven con inquietud por su
futuro incierto; esta realidad comprueba con elocuencia la justeza del
principio socialista que nuestro Partido aplica estrictamente en la
construcción económica y la revolución técnica.
Fortalecer
el Poder popular y elevar su función y papel son la garantía decisiva para
administrar y gestionar de modo adecuado la nueva sociedad e impulsar con éxito
el proceso de edificación socialista y comunista.
El
Poder popular implica el mando que representa el derecho independiente de las
masas populares, dueñas de la sociedad socialista, y que gestiona de manera
unificada la vida general en ésta. Por él se aseguran la independencia de las
masas populares y sus actividades creadoras unificadas y se promueve la construcción
socialista. De ahí la necesidad de fortalecerlo aún más y elevar sin cesar su
función y papel en conformidad con la profundización y el avance de la
edificación del socialismo.
Sólo
cuando desempeñe plenamente sus facultades y rol, el Poder popular puede llevar
a buen término la labor de transformación del hombre y de la naturaleza,
mediante la promoción dinámica de las tres revoluciones —ideológica, técnica y cultural—,
y modificar, desarrollar y perfeccionar por vía socialista las relaciones sociales
en todos los terrenos de la política, la economía y la cultura. He aquí
precisamente la razón por la cual nuestro Partido plantea su robustecimiento y
el incremento de su función y papel, junto con la ejecución de las tres revoluciones
mencionadas, como importante contenido de la línea general de la construcción
socialista.
Cómo
administrar y gestionar la sociedad socialista constituye un nuevo problema,
relevante, que surge después de establecido el régimen socialista. Siendo ésta
una sociedad en que las masas populares son dueñas de la misma y del Estado, su
administración también debe adherirse al nuevo modo socialista protagonizado
por ellas. Aun cuando se han convertido en protagonistas del Poder estatal y de
los medios de producción, si no administran la sociedad conforme a su
naturaleza socialista, en calidad de protagonistas de su gestión, no pueden
garantizar debidamente su posición y papel como tales, ni poner en pleno juego
la superioridad del sistema socialista, ni tampoco empujar con éxito la
edificación del socialismo.
Erradicar
el método de gobernación burocrático, legado del régimen caduco e implantar el
modo de gestión idóneo a la esencia de la sociedad socialista, es una labor no
menos difícil y complicada que el establecimiento del Poder socialista. La anterior
teoría, que define el Poder estatal como arma de la dictadura para realizar la
dominación clasista, consideraba la diferencia esencial entre el poder de la
clase explotadora y el socialista, principalmente como la de su carácter
clasista y que el Estado socialista se extinguiría al tornarse innecesario el dominio
clasista, con la implantación de una sociedad sin clases.
Este
criterio no se aviene a la práctica de la construcción socialista y comunista.
El viejo Estado, como medio de dominación clasista, se destruye por la
revolución socialista, y el Poder socialista implantado en su sustitución es
una nueva organización política estatal con la misión de orientar de manera unificada
todas las esferas y las actividades independientes y creadoras de las masas
populares, hechas dueñas de la sociedad.
La
función de la dirección unificada del Estado socialista debe fortalecerse tanto
más cuanto se profundiza la construcción del socialismo y el comunismo, y esta
función se necesita también en la sociedad comunista. Por lo tanto, el Poder
socialista no puede extinguirse jamás, y el problema del poder sigue siendo la
cuestión más importante no sólo en la etapa de la revolución socialista, sino,
además, en todo el período histórico de la construcción del socialismo y el
comunismo.
El
gran Líder, camarada Kim Il Sung, presentó como una tarea trascendental el
adaptar el sistema y el método de trabajo del Poder popular a la demanda de las
nuevas circunstancias imperantes después del establecimiento del régimen
socialista en nuestro país, y creó el espíritu y el método Chongsanri y su encarnación,
el sistema de trabajo Taean, de suerte que se ha resuelto brillantemente la
histórica tarea de implantar el sistema y el método de la administración social,
convenientes a la exigencia esencial de la sociedad socialista.
El
sistema de trabajo Taean combina la dirección unitaria del Partido con la línea
revolucionaria de masas, de modo que éstas puedan cumplir con su
responsabilidad y su papel como dueñas del Estado y la sociedad, y encarna el
principio fundamental de las actividades del Estado socialista. Tiene sentido universal
no sólo como sistema de dirección y gestión de la economía socialista, sino
también como medio político de administración y manejo de la sociedad
socialista en su conjunto.
Podría
decir que la creación del sistema de trabajo Taean y su implantación en todos
los terrenos de la sociedad, es una gran revolución en la transformación
social, tan importante como el establecimiento del Poder socialista y las
relaciones de posesión socialista de los medios de producción.
Lo
que importa más en la implantación del sistema y el método de la administración
socialista es realizar la dirección unificada del Estado sobre la sociedad,
bajo la orientación del Partido.
Este
es la unidad medular de las masas populares, sujeto de la sociedad socialista,
y la organización de dirección política de la construcción del socialismo y el
comunismo. El Partido señala el rumbo de la actividad del Poder a través de su
lineamiento y su política, que sintetizan la voluntad del pueblo y da la
orientación política a los organismos del Poder para que actúen de acuerdo con
sus intereses y demandas. Al margen de su dirección, el Poder socialista no
puede cumplir con su misión y papel como aparato del pueblo. Este es el
ejecutor de la línea y la política del Partido, cuya dirección sobre toda la
sociedad se garantiza y materializa consecuentemente por medio del Poder estatal,
que es la organización política más comprensiva.
La
orientación del Partido sobre el Poder popular debe ser política, y las
actividades de éste, destinadas a la materialización de la línea y la política
del Partido. Como ejemplificó el Líder, la relación entre el Partido y la
administración podría decir, metafóricamente, semejante a la existente entre el
timonel y el remero de un barco. Como estos deben desempeñar bien su papel para
hacer adelantar la embarcación derecho y rápido, así también el Partido ha de
dar una acertada orientación política y el Poder cumplir mejor su rol, bajo su
dirección, a fin de administrar y manejar la sociedad sin desviaciones, conforme
a la voluntad y la exigencia de las masas populares.
En
el país socialista, el partido de la clase obrera, que ha tomado el Poder, puede
sustituir por un desliz a la administración en sus actividades, lo cual
redundaría en debilitar la creatividad de los organismos del Estado. Por eso,
es preciso vigilar el procedimiento administrativo en su labor de dirección
sobre los organismos del Poder. Al mismo tiempo, hay que oponerse a la
“práctica administrativa” en la gestión del Partido y, a la vez, rechazar
tajantemente la tendencia de negar o debilitar la dirección del Partido sobre
el Poder, bajo el pretexto de elevar la “autonomía” y la “independencia” del
Poder estatal. Sin la orientación del Partido, el Poder socialista se convierte
en burgués, y si el Partido abandona su dirección sobre éste, deja de existir
como vanguardia con responsabilidad del destino de las masas populares.
Asegurar
la dirección unificada sobre la sociedad, bajo la guía del Partido, es la
función principal del Estado socialista.
La
sociedad socialista, a diferencia de la capitalista, donde la vida entera se
basa en el individualismo, es una sociedad colectivista, en la que todos sus
integrantes trabajan juntos, con los mismos objetivos e intereses. Sin una
dirección centralizada del Estado, no es posible lograr, como se desea, la
unidad y la colaboración de las masas populares, sobre la base de las
aspiraciones comunes de la sociedad, ni orientar a buen seguro, su lucha por
construir el socialismo y el comunismo. Por eso, el Poder popular debe dirigir
y administrar de modo unificado todos los sectores de la vida social: político,
económico y cultural.
Bajo
el socialismo una exigencia legítima para desarrollar la economía nacional es
que el Estado la maneje de forma planificada, según un programa. Necesariamente
debe hacerlo así, porque es el representante del pueblo, que es poseedor de los
medios de producción. Sólo entonces será posible explotar al máximo la economía
nacional, en todo su potencial y promoverla a alto ritmo, de acuerdo con la
exigencia y los intereses de las masas populares por la independencia. Resulta
fundamentalmente erróneo, contraponer la dirección unificada del
Estado
en la economía, a la iniciativa de las empresas, y negarla arguyendo que ya no
vale la administración planificada de la economía, debido al aumento de su
dimensión. El problema está en qué principio y de qué manera la realiza. Si antes
ciertos países cometieron errores al ejercerla, en su economía socialista, no
fue, sino, podría decirse, porque la administraron mediante orden y mando,
despreciando la ley objetiva de su desarrollo y sus realidades concretas y se
descuidaron de promover la iniciativa de las ramas y las unidades particulares,
poniendo énfasis sólo en lo unificado. No deben, pues, oponerse a la misma
dirección unificada del Estado en la economía, sino optar por mejorar los
métodos de su gestión a la altura de la exigencia socialista. Si tienden a
negar la orientación y el control del Estado, anteponiendo la independencia de
las empresas particulares y los intereses económicos inmediatos, llegarán finalmente
a destruir el régimen económico socialista, recuperando el capitalista, es
decir, la economía de mercado.
Afirmar
que si se aumenta el volumen de la economía, no se puede planificar debido a la
ampliación enorme de sus indicadores, es tan absurdo como decir que con el
crecimiento de la economía, el hombre se convierte en su apéndice. Si, conforme
al desarrollo de la economía socialista, el Estado eleva el nivel de formación
de los funcionarios que la dirigen y de los trabajadores, y coloca su gestión
sobre una base científica, será posible manejarla según un plan y aprovechar en
alto grado sus ventajas.
Para
aplicar correctamente el sistema y los métodos de administración socialista, es
preciso materializar de modo consecuente, la línea revolucionaria de masas en
las actividades del Partido y el Estado.
En
la sociedad socialista, tanto las dueñas del poder, como las encargadas de la
política, son las masas populares. Ejecutar dicho precepto, que permite a éstas
ocupar su posición de propietarios del Estado y la sociedad, y cumplir sus
responsabilidades y papeles correspondientes, ha de ser el principio supremo de
las actividades del Partido y el Estado. De cómo se materializa dependen
también el aseguramiento satisfactorio de la democracia socialista, la
eliminación del burocratismo y el fomento pleno de las iniciativas entre el
pueblo. Precisamente de esta línea deben partir todos los quehaceres del Poder
popular, instituyendo sus mecanismos y métodos de trabajo, de tal manera que se
apoye en las masas populares y les sirva a conciencia.
Los
funcionarios de los órganos del Poder popular deben desempeñarse siempre en
función de sus demandas e intereses, compenetrarse con ellas, compartiendo
penas y alegrías y estimularlas enérgicamente a llevar a cabo la política del
Partido.
En
las labores del Poder popular, que sirve al pueblo, no debe tolerarse jamás el
burocratismo, método de dominación de la vieja sociedad. Si sus órganos lo
practican en su desempeño, imponiendo abusivamente a las masas populares lo que
contravenga a su voluntad y demanda, sucederá que les frenen la independencia y
la iniciativa, las separen del Partido y del Poder y, a fin de cuentas, no
muestren de manera suficiente las ventajas del régimen socialista.
Si
en ésta se dan manifestaciones burocráticas está relacionado con la
circunstancia de que permanecen vestigios de la vieja ideología entre los
funcionarios y no se han eliminado por completo los remanentes del arcaico
sistema y métodos de dominio en el manejo de la sociedad. Para acabar con el
burocratismo, hay que sacar de raíz los rastros de la añeja ideología y método
de gestión, y materializar con eficacia los requisitos del espíritu y método
Chongsanri y el sistema de trabajo Taean, que encarnan la línea de masas.
En
el socialismo, de carácter transitorio, donde continúa la lucha de clases, el
Estado debe ejercer también la función de dictadura sobre los elementos
antisocialistas.
La
edificación del socialismo y el comunismo acompaña una fiera batalla contra los
elementos hostiles y los imperialistas.
Puesto
que estos prosiguen sus maquinaciones contra el socialismo y existen en el
interior malintencionados, ligados con ellos, el régimen socialista, como arma
de la revolución, debe cuidarse siempre de que no crezcan los
contrarrevolucionarios y antisocialistas, y destruir a tiempo las maniobras de
los imperialistas y los reaccionarios internos que tratan de obstruir la
revolución y la construcción y derribar el régimen socialista.
Si
en esta sociedad transitoria se debilita el rol de la dictadura del Poder, no
se puede asegurar al pueblo la libertad y los derechos democráticos, ni
defender las conquistas de la revolución, y el mismo régimen socialista llegará
a correr peligro. Fortalecer el Poder popular y elevar su función y papel, he
aquí una garantía invulnerable para salvaguardar y llevar a la victoria la causa
del socialismo.
La
línea general del Partido de consolidar el Poder popular y seguir mejorando su
función y papel, al mismo tiempo que realizar de modo consecuente las tres
revoluciones —ideológica, técnica y cultural— se ejecuta con éxito en la
edificación del socialismo en nuestro país, comprobándose claramente, en esa
práctica, su justeza y vitalidad.
Mediante
el mantenimiento invariable y la materialización acertada de dicha línea en la
edificación socialista, el pueblo coreano ha logrado grandes victorias en todos
los sectores de la revolución y la construcción, a pesar de lo difícil y
compleja que es la situación, y ha construido en esta tierra un excelente socialismo,
a la coreana, centrado en las masas populares. Que el pueblo entero, unido con
una misma voluntad, en torno al Partido y el Líder, forma un poderoso sujeto de
la revolución; que el socialismo se desarrolla sobre un firme cimiento de la independencia,
la soberanía y la autodefensa; y que se asegura a plenitud la vida socialista,
independiente y creadora del pueblo, son grandes ventajas del socialismo
coreano. Nuestro pueblo ha adquirido, a través de su vida real, la convicción
de que sólo el socialismo puede poner fin a toda forma de dominación, subyugación
y desigualdad social y asegurarle una verdadera libertad e igualdad, una
existencia feliz y digna, y que, por lo tanto, continuarlo es el camino de
plasmar su ideal de la independencia.
Nuestro
pueblo tiene la inconmovible fe en la justeza y la perspectiva de la causa del
socialismo que él mismo escogió y ha venido llevando adelante con sus propias
fuerzas, y tiene la disposición revolucionaria de recorrer hasta el fin esa
ruta bajo la dirección del Partido. En el futuro, por más que se torne compleja
la situación, y cualquiera que sea la prueba que encare, no vacilará, ni
retrocederá un paso; acabará de cumplir hasta sus últimas consecuencias la
línea general del Partido que encarna la ideología Juche, coronando así con
éxito la causa del socialismo y el comunismo.