Hasta la fecha los
medios de prensa y los politicastros occidentales, describiendo la guerra
coreana (1950-1953) como la hostilidad entre los que vivían en la Península
Coreana, tildaron a la República Popular Democrática de Corea de provocador.
Dicho en otras palabras, es que para frenar la “invasión de Corea del Norte”,
el occidente capitaneado por Estados Unidos no pudo menos de participar en la
guerra.
En los últimos tiempos
se oyen argumentos más absurdos. El año pasado los politicastros
estadounidenses, con motivo del aniversario 60 de la conclusión del Acuerdo de
Armisticio de Corea celebraron en el edificio del Pentágono la apertura de la
“exposición conmemorativa a la guerra coreana”, donde cacareando la necesidad
de definir otra vez la supuesta “guerra olvidada” como la “victoria olvidada”,
efectuaron pomposamente un llamado “acto conmemorativo”. Se trataba de una
intentona de tergiversar la derrota de Estados Unidos en la guerra como la
“victoria”.
Con todo, la guerra
evidentemente fue la contienda entre la RPD de Corea y Estados Unidos y su
provocador, este último y su ganador, aquella.
Estados Unidos que al
mismo tiempo que la finalización de la Segunda Guerra Mundial, invadió bajo la
máscara de “libertador” en el Sur de Corea, con la ambición de ocupar toda esta
y tomar el dominio del continente asiático, el 25 de junio de 1950, instigando
al ejército surcoreano perpetrar inesperada invasión armada desencadenó la
guerra, la encarnizada sin precedentes.
Movilizó un tercio de
su fuerza terrestre, un quinto de su fuerza aérea y la mayoría de su Flota del
Pacífico y consumió tremenda cantidad de gastos militares por valor de 165 mil
millones de dólares en moneda de aquel tiempo. Además, introdujo hasta las
huestes de los 15 países seguidores y los restantes del antiguo ejército
japonés. Aplicó sus equipamientos bélicos de los que en aquel tiempo se jactaba
que eran los más superiores en el mundo e incluso las armas bacteriológicas
prohibidas a escala mundial.
El mismo hecho de que
Corea que llevaba 5 años de liberada de la larga ocupación militar de Japón y
menos de 2 años desde la institución del Estado, se enfrentaba a Estados
Unidos, caudillo del imperialismo y engordado con la guerra, era una gesta
heroica. El mundo se preocupó por el destino de la joven Corea.
Pero, acaeció un
milagro. Corea, deshaciendo todas las suposiciones y conocimientos, venció a
Estados Unidos, lo cual fue resultado de la genial estratagema y destacada
dirección de Kim Il Sung, gran Líder del pueblo coreano, quien con la
convicción de que el país, aunque era débil en lo militar y económico, si
contaba con el partido, el Estado, el territorio y el pueblo, ganaría sin falta
la victoria definitiva, llevó la guerra a una fase favorable. El aplicó
estrategia de activa contraofensiva, sitio moderno que posteriormente sería
modelo, formación del poderoso segundo frente en la retaguardia enemiga, activa
defensa atrincherada y otros destacados y originales métodos de combate y
tácticas, aniquilando a las tropas norteamericanas y las fuerzas armadas
multinacionales e imponiéndoles a los adversarios a arrodillarse ante el pueblo
coreano.
Francisco da Gomes, ex
presidente portugués, que como jefe de Estado Mayor del ejército portugués,
había participado de parte occidental en la guerra coreana, dijo que en aquel
tiempo el plan de operaciones de Estados Unidos era elaborado por el conjunto
de los jefes de estado mayor y los generales militares de los países
occidentales puestos al lado del imperio y Su Excelencia Kim Il Sung sólo lo
había invalidado.
De hecho, en la guerra
se movilizaron no solo los generales militares sino también todas las cumbres
nacionales y los supuestos magnates y traficantes de guerra del occidente como
Harry S. Truman, Dwight David Eisenhower
y John Foster Dulles de Estados Unidos y Eden y Churchill del Reino Unido. No
fue casual que al comienzo de la guerra el mundo se confiaba en la
fanfarronería de Estados Unidos de que el destino de Corea se decidiría en 72
horas.
Pero, la bravata del
imperio y su “poderío absoluto” redundaron en sueño y mito deshechos.
En la guerra Estados
Unidos sufrió tremendas pérdidas, casi 2,3 veces más que las padecidas en la
Guerra del Pacífico de 4 años y el 27 de julio de 1953 se vio obligado a
rubricar en el Acuerdo de Armisticio de Corea que era para el acta de
capitulación.
Con la conclusión de
este acuerdo en Estados Unidos se oyeron lamentaciones de la derrota.
“Yo me hice primer
comandante estadounidense que sin ganar la victoria en la historia firmé el
acuerdo de armisticio.” (Clark, comandante de las “tropas de la ONU” )
“El mito se hizo
añicos. No fuimos tan poderosos como otros pensaban.” (George Catlett Marshall,
secretaria de Defensa norteamericano)
Transcurrieron más de
60 años desde entonces.
Pero, tanto en la antigüedad
como en la actualidad el sentido geopolítico de Corea es lo mismo. También lo
es la política de Estados Unidos sobre Corea, razón por la que todos los años
sobre la Península Coreana ciernen nubarrones de la nueva guerra.
La actual Corea no es
país principiante como cuando estallaba la mencionada guerra.
Es potencia
ideo-política en la que todo el ejército y el pueblo están unidos
monolíticamente en torno a su dirigente, potencia militar preparada tanto para
la defensa como para el ataque, país nuclear, país capaz de fabricar y lanzar
el satélite artificial de la Tierra y potencia de ciencias y tecnología de
punta, es decir país que ninguna potencia se atreva a tocar.
Ahora el ejército y el
pueblo de Corea, alertas ante las maquinaciones de provocación de la nueva
guerra de Estados Unidos y sus seguidores, están plenamente dispuestos a
aprovechar la guerra que el imperio desate, para exterminar totalmente Estados
Unidos promotor de la guerra y sede del mal, en el planeta.
Si la pasada guerra
coreana fue para el imperio la primera perdida que le abrió camino de
decadencia, la nueva le traerá el desenlace, suceso que será inscrito con
letras mayúsculas en la historia de la humanidad.