Atte.
Yuri Castro Romero
Sec. Gral del Instituto Cultural y de amistad Peruano Coreano
El socialismo es ciencia. En diferentes países se frustró, pero sigue en pie como ciencia en el corazón de los pueblos. En vista de la situación por la que atraviesan algunos países que lo construían, los imperialistas y otros reaccionarios hablan ruidosamente del “fin del socialismo”. Los renegados arguyen que la misma idea socialista es una equivocación para justificar su abominable acto traidor. Pero es imposible tapar la verdad y eliminarla. El derrumbe del socialismo en varios países no significa su fracaso como ciencia sino el descrédito del oportunismo que lo degeneró. Aunque sufre temporalmente un doloroso revés a causa del oportunismo, con seguridad resurgirá y triunfará al fin por su cientificidad y veracidad.
El socialismo es el ideal y la bandera revolucionaria de las masas populares que luchan por la independencia, la cual se alcanza con el socialismo y el comunismo En la sociedad de clases antagónicas, la independencia de las masas populares sigue siendo objeto de brutal violación. Es ley que donde hay opresión existe resistencia y donde hay resistencia surge una revolución. A lo largo de un prolongado proceso histórico las masas populares han venido sosteniendo vigorosas luchas por la independencia, y en este trayecto se han intensificado esas luchas a la par que se sucedían las sociedades de clases. Pero este cambio sólo propició la sustitución de una forma por otra de la supresión de la independencia de las masas populares, sin que éstas se libraran del sometimiento socio-político.
Si en las sociedades de clases antagónicas es imposible alcanzar la independencia de las masas, es porque todas se basan en el individualismo, producto del régimen de propiedad privada. La sociedad basada en la propiedad privada y el individualismo que se deriva de ésta, se divide inevitablemente en clases antagónicas, crea conflictos clasistas y desigualdades sociales y conlleva a la explotación y opresión de las masas populares por una minoría clasista gobernante. La historia demuestra que en esa sociedad es imposible que las masas populares realicen su independencia. La síntesis de la historia del desarrollo de la sociedad comprueba que para alcanzar este objetivo es preciso pasar de la sociedad cimentada en el individualismo a la socialista y comunista, sustentada en el colectivismo.
El capitalismo convirtió el individualismo en ilimitada codicia de un puñado de capitalistas y llevó al extremo las contradicciones antagónicas en esa sociedad. Mientras tanto, la lucha de las masas populares por la soberanía entró en una nueva etapa de desarrollo. La presente es la época de la independencia, en la que las masas populares surgen como dueñas de su propio destino y que dominan el mundo. Esto testimonia que el paso de la sociedad apoyada en el individualismo a la sustentada en el colectivismo constituye una irrenunciable demanda del desarrollo de la historia.
El colectivismo implica la exigencia connatural del hombre. Sólo integrando una colectividad y actuando dentro de ella éste puede existir y progresar. Unicamente, mediante la cooperación colectiva de los miembros de la sociedad, y no de manera individual, es posible transformar la naturaleza y la sociedad y hacer realidad la demanda de independencia. Para integrar una colectividad y vivir en ella el hombre debe hacer realidad tanto su demanda individual como la de ésta en cuanto a la soberanía. La demanda de independencia de la colectividad es común a todos sus miembros y sirve para mantener su existencia y desarrollarse. La individual es de un miembro de la colectividad, y lógicamente puede ser garantizada por ésta por lo que él le aporta. La demanda de independencia del individuo es totalmente diferente a la codicia individualista que ignora la colectividad y lo subordina todo a intereses particulares. La independencia colectiva e individual pueden concretarse de modo inmejorable sólo a través del colectivismo. Las demandas del individuo desvinculadas del colectivismo se convierten en codicia individualista y en este caso llegan a lesionar a las de otros miembros de la colectividad y a obstruir su unidad y cooperación. Unicamente el colectivismo permite fortalecer la unidad y cooperación de la colectividad, aumentar el entusiasmo creador de todos sus integrantes y hace posible entrelazar con acierto la demanda de ésta y la de los individuos en cuanto a la independencia, y cumplirlas en conjunto y a plenitud. Integrar la colectividad y actuar dentro de ella es el modo de vida del hombre y su demanda de independencia puede hacerse realidad a plenitud sólo por medio del colectivismo. Por esta razón, la sociedad socialista y comunista, basada en él, es la sociedad más progresista, la que se aviene a la naturaleza independiente del hombre.
Por supuesto, el establecimiento del régimen socialista no significa la implantación inmediata y plena de los principios colectivistas en todas las esferas de la vida social. Es así porque en esta sociedad perduran por cierto tiempo los vestigios de la anterior. Pero este fenómeno es transitorio, y a medida que avanza el socialismo se va superando de modo gradual, y en todas las esferas de la vida social se aplican de lleno los principios del colectivismo.
Aunque el socialismo constituye una etapa inevitable del desarrollo de la historia y es la sociedad más progresista, y que corresponde a la naturaleza independiente del hombre, no se implanta por sí solo. Para realizar el socialismo es imprescindible preparar las fuerzas revolucionarias capaces de asumir y cumplir esta empresa, y adoptar correctos métodos de lucha. De lo contrario, la demanda independiente de las masas populares que aspiran al socialismo quedará como un mero anhelo. La idea de acabar con la explotación, la opresión las desigualdades sociales y la propiedad privada que las alimenta, y de levantar una sociedad equitativa, sustentada en la propiedad social, fue planteada hace mucho tiempo por los socialistas utópicos. Sin embargo, si bien compadecían a las masas trabajadoras por su lamentable situación de explotadas, no veían en ellas las fuerzas revolucionarias capaces de enterrar la sociedad explotadora y construir otra. Consideraban posible reparar los aspectos irracionales de la sociedad capitalista mediante la ilustración de las personas y la apelación a la “buena voluntad” de las clases explotadoras. Esperar de la “buena voluntad” de estas clases, cuya naturaleza es la codicia, constituye una ilusión, carente de fundamentos científicos. Esa esperanza se debía a sus limitaciones históricas.
Los explotadores y sus acólitos, preconizando la “colaboración entre las clases”, maniobraron para impedir la lucha de las masas trabajadoras contra la explotación y la opresión. En el seno del movimiento comunista los reformistas y revisionistas abogaron por esa “colaboración”, causando grandes daños al desarrollo del movimiento revolucionario. En la actualidad, los renegados del socialismo, ilusionados con el capitalismo y depositando esperanzas en la “ayuda” Y “cooperación” de los imperialistas, levantan una tumultuosa campaña de retorno a él. La historia demuestra que esperar de la “buena voluntad” de los explotadores o de la “colaboración entre las clases”, es hacer que la revolución fracase.
El marxismo vinculó la demanda de las masas populares trabajadoras por el socialismo con las fuerzas revolucionarias y sus métodos de lucha. Dilucidó que en la sociedad capitalista existen contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, las cuales se resuelven por medio de la lucha de las masas trabajadoras contra las clases explotadoras, y los obreros son los destinados para encargarse de esta batalla y conducirla. Como resultado de que en virtud del marxismo se esclareció la inevitabilidad de la derrota del capitalismo y de la victoria del socialismo, y el deseo de las masas trabajadoras explotadas que aspiraban al socialismo se conectó con las fuerzas prácticas revolucionarias y sus métodos de lucha susceptibles de hacerlo realidad, el socialismo se transformó de utopía en ciencia, y se registró un viraje revolucionario en la historia de la lucha por la liberación de la humanidad.
No obstante, la doctrina socialista precedente, fundamentada en la concepción materialista de la historia, no pudo evitar limitaciones de índole histórica. No consideraba el movimiento socio-histórico como movimiento de su sujeto, las masas populares, que con su acción y rol iniciativos lo mueven e impulsan, sino como un proceso histórico natural que cambia y avanza principalmente por factores materiales y económicos. Según el principio que emana de esa concepción materialista de la historia, en la sociedad capitalista, a medida que se desarrollan las fuerzas productivas, se profundizan las irremediables contradicciones entre éstas y las relaciones de producción y las antagónicas entre las clases explotadoras y las explotadas, se incrementan y fortalecen las fuerzas revolucionarias, incluida la clase obrera, y consecuentemente, va madurando más y más la revolución. La anterior teoría sobre el socialismo consideró como lo principal el factor material y económico en la lucha revolucionaria, y no planteó como vía fundamental de la revolución el fortalecimiento de su sujeto y la elevación del papel de éste.
En lo tocante a la influencia que ejerce el desarrollo de las fuerzas productivas en la sociedad capitalista, no hay que considerar sólo un aspecto. Además de profundizar la polarización en “ricos y pobres” y las contradicciones entre las clases, incrementa la posibilidad de que los capitalistas monopolistas empleen una parte de sus altas ganancias monopólicas para paliar estas contradicciones. Del mismo modo, diferenciando a los campesinos y demás integrantes de la clase pequeñoburguesa, en grosa las files de los obreros industriales, al tiempo que aumenta en el sector de la producción la proporción de trabajadores que realizan labores intelectuales y técnicas, y la de los destinados al sector no productivo.
Por supuesto, en la lucha revolucionaria las condiciones objetivas ejercen influencias importantes. Pero, el factor que decide el triunfo o el fracaso de una revolución no reside en ellas, sino en cómo se fortalece su sujeto y eleva su papel. Si se cumple con éxito esta tara, es posible alcanzar la victoria del socialismo en cualquier país, no importa que el capitalismo esté o no desarrollado en él. La historia muestra que el socialismo triunfó en países relativamente atrasados antes que en los capitalistas desarrollados. Las experiencias de nuestra revolución, que ha avanzado bajo la bandera de la idea Juche, proporcionan pruebas fehacientes de que si se fortalece el sujeto de la revolución y eleva su papel, no sólo es posible aprovechar con acierto las condiciones objetivas dadas, sino también, convertirlas de desfavorables en favorables, las coyunturas negativas en positivas, el mal en bien, y así asegurar la victoria de la revolución.
Las limitaciones de la teoría precedente basada en el concepto materialista de la historia se pusieron de relieve en la construcción del socialismo, después de establecido este régimen.
En general, con el desarrollo de la sociedad se eleva el papel de las masas populares, sujeto de sus movimientos, porque, al mismo tiempo, se incrementan la conciencia independiente de las masas populares y su capacidad creadora. En la sociedad socialista su rol como sujeto de los movimientos sociales experimenta un incremento sin precedentes. Esta sociedad se desarrolla por la capacidad creadora de las masas populares dotadas de elevada conciencia ideológica y unidas en un solo cuerpo. En ella la transformación del hombre, la de su ideología, se presenta como la tarea perentoria, más importante que la preparación de las condiciones materiales y económicas, y sólo concediéndole la prioridad es posible reforzar el sujeto de la revolución e incrementar su papel para edificar con éxito el socialismo. Si se descuida esta tarea, mientras se da la importancia decisiva a las condiciones materiales y económicas objetivas, y se aferra a la construcción económica, relegando al segundo plano la transformación ideológica de las masas populares, es imposible construir con éxito el socialismo en todos sus aspectos y evitar el estancamiento en la misma edificación económica. Muchos fenómenos de esa índole se produjeron en algunos países que construían el socialismo, y los renegados, sacándoles partido, pusieron en marcha la “reorganización” y perpetraron el acto contrarrevolucionario de destruir el régimen económico socialista.
Si los creadores del marxismo desarrollaron la doctrina socialista fundamentándola en las condiciones materiales y económicas, fue porque se enfrentaban a la importante tarea histórica de combatir la teoría burguesa reaccionaria, la cual, preconizando el misticismo y fatalismo, santificaba el capitalismo y predicaba su “perpetuidad”. Hoy los traidores al socialismo, haciéndose ilusión con el capitalismo, se pronuncian por la preponderancia de lo material y lo económico, para resucitarlo.
Asentar el socialismo sobre un nuevo cimiento científico es una tarea de primer orden no sólo para superar las limitaciones históricas de la doctrina socialista precedente, sino también para defender el socialismo de la tergiversación de los oportunistas de toda laya y del ataque de los imperialistas.
Las experiencias prácticas de nuestra revolución comprueban lo científica y veraz que es esta teoría. Nuestro pueblo inició la batalla por el socialismo en la peliaguda situación de atraso de la sociedad colonial y semifeudal y se vio obligado a llevar a cabo la revolución y la construcción en condiciones más difíciles que otros. No obstante, nuestro Partido, al tomar firmemente como el eslabón principal la tarea de fortalecer el sujeto de la revolución y elevar su papel, aglutinando con solidez, en lo organizativo e ideológico, a las masas populares en torno suyo y del Líder según los postulados de la idea Juche, ha podido allanar de manera relevante el camino socialista. En la edificación del socialismo, al mismo tiempo que fortalecía por todos los medios el poderío político e ideológico de nuestra revolución anteponiendo seguramente la transformación de las personas, la de su ideología, a las demás tareas, consolidó la economía nacional independiente y la capacidad militar autodefensiva, gracias a lo cual, pese a tan complicada situación de hoy, se mantiene imperturbable e impulsa con energía la revolución y construcción. La experiencia muestra palpablemente que el socialismo de nuestro país fundamentado en la idea Juche, es el más científico y vital.
Nuestro socialismo está fundamentado en el criterio y la actitud jucheanos sobre el ser humano.
El criterio y la actitud respecto al hombre constituye el fundamento en la concepción y actitud con que se trata y comprende el desarrollo de la sociedad y la revolución. Del mismo modo viene a ser la pauta para valorar la cientificidad y justeza de las ideas y teorías, las políticas y los lineamientos. El carácter científico y la veracidad de nuestro socialismo radican precisamente, en que está fundamentado en el punto de vista y actitud más correctos y originales sobre el ser humano.
La cuestión de cómo verla no es un simple asunto teórico, sino un problema socio-político que refleja los intereses de clases. Históricamente, entre el progreso y la reacción se desplegaron serios debates filosóficos al respecto.
Las clases gobernantes reaccionarias y sus portavoces tergiversaron la esencia del ser humano conforme a los intereses de los explotadores y la utilizaron para justificar su régimen. En otros tiempos, en los debates filosóficos prevalecían dos criterios: uno, que consideraba al hombre como ente espiritual y, otro, que lo veía como materia. Para la concepción religiosa e idealista, que lo consideraba como un mero espíritu, el hombre es producto de un ser misterioso y sobrenatural y su destino lo decide éste. La utilizaron las clases gobernantes reaccionarias y sus portavoces para predicar que la desgraciada situación de las masas trabajadoras, explotadas y oprimidas, es inevitable, y por consiguiente, deben seguir el predestinado destino. La concepción que valora al hombre como un simple ser natural, biológico, no deja apreciar la diferencia cualitativa entre el hombre que, medido y controlado por la conciencia, actúa con fines bien definidos, y los seres biológicos que actúan por instinto. Las clases gobernantes reaccionarias y sus portavoces la emplearon para defender la sociedad capitalista donde reina la ley de la selva. Los traidores al socialismo restauran el capitalismo introduciendo la libertad burguesa y la economía de mercado capitalista, porque parten de ese criterio y posición reaccionarios sobre el hombre.
El hombre no es un ser puramente espiritual, ni un simple ente biológico. Es un ser social que vive y actúa en el marco de las relaciones sociales. Esta es la importante característica que lo distingue.
El marxismo definió la esencia del hombre como el conjunto de las relaciones sociales, lo cual hizo un aporte histórico a combatir el criterio no científico y reaccionario que lo consideraba como un ser puramente espiritual o simplemente biológico. Sin embargo, esa definición no es una evaluación integral de sus características esenciales, y por ende, tampoco puede explicar correctamente los vínculos entre él y el mundo, ni el papel y lugar que ocupa en éste.
La idea Juche ha sido la primera en aclarar de modo científico las características esenciales del hombre, y sobre esta base ha explicado de un nuevo modo el papel y lugar que ocupa en el mundo.
En otros tiempos, hubo también muchas tentativas de explicar la esencia del hombre partiendo principalmente de sus características. Podemos citar como ejemplo la determinación del hombre como ente de palabra, trabajo y pensamiento. Pero esto es sólo la observación de un determinado aspecto de sus actividades, las cuales son la manifestación de sus atributos esenciales.
El hombre es un ser social con espíritu independiente, espíritu creador y conciencia. He aquí sus características esenciales.
El espíritu independiente es un atributo del ser social, el cual, siendo dueño del mundo y de su propio destino, quiere vivir y progresar de manera independiente, sin verse sometido ni restringido. El espíritu creador es otro de sus atributos, éste le permite, con fines bien definidos, transformar el mundo y forjar su destino conforme a las demandas suyas. Y la conciencia es el atributo que le posibilita determinar todas sus actividades encaminadas a conocer y transformar al mundo y a sí mismo. Garantiza el espíritu de independencia y el creador. Por actuar de manera independiente y creadora guiado por la conciencia, el hombre se distingue cualitativamente de los animales, que se mueven según los instintos. Su acción es un proceso en el que exterioriza su espíritu independiente, espíritu creador y conciencia, mientras sus actividades independientes, creadoras y conscientes son su modo de ser.
Al margen de su organismo desarrollado, en especial, de su cerebro altamente desarrollado, es inconcebible que se valore como ente social con espíritu independiente, espíritu creador y conciencia. Este organismo, biológicamente es la base que le permite poseer espíritu independiente, espíritu creador y conciencia. Mas, no tiene en sí la capacidad para engendrarlos espontáneamente. Estos son atributos sociales que se forman y desarrollan en el proceso de sus actividades socio-históricas dentro del marco de las relaciones sociales.
Por poseer independencia, espíritu creador y conciencia el hombre puede forjar su destino con sus propias fuerzas. Para un ente biológico, su destino depende de cómo se adapta al medio ambiente; puede afirmarse que es parte de la naturaleza. Al contrario, el hombre es el dueño y artífice del mundo; forja su destino por su cuenta y transforma el mundo conforme a sus necesidades. A medida que se desarrollan la independencia, el espíritu creador y la conciencia, se fortalecen su posición y papel de dueño y artífice del mundo, lo cual se manifiesta en su esfuerzo por transformar la naturaleza y la sociedad. A la par que se desarrollan la conciencia ideológica independiente y las facultades creadoras del hombre y se eleva su papel, se incrementan las riquezas de la sociedad y mejoran las relaciones que rigen en ella. En el proceso de desarrollo histórico todas las generaciones toman esas riquezas y las relaciones creadas por las antecesoras, o sea, aprovechan las condiciones objetivas dadas. Aunque éstas desempeñan un rol importante en el desarrollo de la sociedad, no son sino un producto histórico de las actividades independientes, creadoras y conscientes del hombre, y éste es quien las aprovecha y desarrolla. Aunque ellas sean favorables, la sociedad no puede avanzar con rapidez si no son elevadas ni se despliegan a plenitud el espíritu independiente, la creatividad y la conciencia del hombre que las aprovecha y desarrolla; pero en contraste, aunque sean desfavorables, si son elevadas y despliegan plenamente, su desarrollo puede ser rápido. Esto significa que el proceso histórico del desarrollo social lo determina el grado del progreso y el despliegue de esos atributos del hombre. Las masas trabajadoras explotadas desearon desde temprano una nueva sociedad, de igualdad, libre de explotación y opresión; pero si no pudieron lograrla en otras épocas es porque su conciencia ideológica independiente y su facultad creadora no estaban desarrolladas y su papel fue limitado. El hombre transforma la naturaleza y la sociedad, y lleva hacia adelante la historia, y cuanto más rápidamente se desarrollan su conciencia ideológica independiente y capacidad creadora y se eleva su papel, tanto más se acelera el progreso de la sociedad y la historia, y con más éxito se impulsa el proceso revolucionario y constructivo. Puede decirse que la historia del desarrollo social es, en definitiva, la de la evolución del espíritu independiente, espíritu creador y la conciencia del hombre.
El hombre, por su independencia, creatividad y conciencia, deviene el ser más valioso y potente. Es el único dueño y transformador del mundo. En éste no hay otro más valioso y poderoso que él.
Sin embargo, los reaccionarios burgueses no lo consideran desde este punto de vista sino como medio de producción de bienes materiales, un ente insignificante que se compra y vende como una mercancía con capacidad de trabajo. Tampoco lo estiman como un ente poderoso que forja por su cuenta su propio destino sino como un incapaz que se gobierna por el oro. Si los traidores al socialismo han restaurado el capitalismo y abolido todas las disposiciones populares, considerando el desempleo y la pobreza como un medio de presión para incentivar el interés por la competencia e incrementar la intensidad del trabajo, y si, desconfiando de la fuerza de sus pueblos, depositan esperanzas en la “ayuda” y la “cooperación” de países capitalistas del Occidente, y adulan y obedecen a los imperialistas, esto también tiene que ver con su criterio burgués reaccionario acerca del hombre.
El socialismo, centrado en el hombre, se basa en el principio socio- histórico, sustentado en la idea Juche, que aclara original y científicamente las leyes del desarrollo de la sociedad y la historia, circunscribiéndose al ser humano. Se trata de un socialismo muy científico que, partiendo de la concepción y la actitud jucheanas acerca del hombre, permite ponerlo todo a su servicio y solucionar todos los problemas con la elevación de su papel creador. Nuestro socialismo defiende y asegura de manera consecuente la independencia del hombre, incrementa con rapidez y pone de pleno manifiesto su conciencia ideológica y capacidad creadora, de modo que se eleva extraordinariamente su posición y papel come dueño y transformador del mundo, y se impulsan con vigor la revolución y la labor de construcción.
Además, la idea Juche ha esclarecido de manera original la esencia de la vida del hombre y el valor de su existencia.
Considerando al hombre como un organismo biológico, su vida significa, precisamente, la física. Pero él no tiene sólo vida física. La idea Juche ha sido la primera en la historia en definir que el hombre, además, tiene la vida socio-política. Si la física le es consustancial por ser un organismo biológico, la socio-política la adquiere como ente social. Como ente social le es propia la vida socio-política.
Para el hombre la vida física es valiosa. Sólo si la posee, también puede tener la socio-política. En este sentido puede decirse que la vida material, que cubre las demandas de la vida física, satisface la primera necesidad del hombre. Como éste es un ser social, a diferencia de un simple ente biológico, su demanda por la vida material crece sin cesar, ejerciendo influencia sobre la socio-política a medida que se eleva su grado de independencia, facultad creadora y conciencia, y se desarrolla la sociedad. La vida material, estable y sana, no sólo cubre satisfactoriamente las demandas vitales, sino que también sirve de garantía material para mantener y hacer brillar la socio-política.
Para el hombre, desde luego, es valiosa la vida física, pero lo es más la socio-política. Valorar más ésta que aquélla es una demanda intrínseca del hombre, ente social. Si, haciendo caso omiso de las demandas de la vida socio-política, se atienden sólo las de la física, no puede ser una vida de gran valor aunque se asegure una rica vida material, sino resultará deformada y vacua como la de un animal, por contravenir la naturaleza del ser humano.
La independencia es la vida para el hombre. Este, ente social independiente, quiere vivir de manera soberana, sin verse sometido, ni restringido por nada. Vivir independiente significa defender su posición, y ejercer sus derechos como dueño del mundo y de su propio destino. Sólo cuando el hombre, ente social, materializa sus exigencias de independencia, y goza del derecho a ella puede decir que vive con dignidad, disfrutando de la vida socio-política. Si uno pierde la independencia y se somete a otros, aunque esté vivo, no se diferencia de un muerto en el plano social y político. La demanda del hombre de vivir en independencia se realiza, ante todo, mediante la actividad política independiente. Esta actividad es inconcebible si el hombre está avasallado política o socialmente.
Como la vida socio-política es la más valiosa para el hombre, poseerla y hacerla brillar proporciona un alto valor para vivir. El hombre la recibe del colectivo social. Este es, pues, la matriz de esa vida. Por tanto, la existencia del hombre se valora según cómo se une con el colectivo social. Resulta valiosa si disfruta del afecto y la confianza de la colectividad social; de lo contrario no tiene valor. El individuo puede gozar de ese afecto y confianza cuando pone los intereses de la colectividad por encima de los personales y le sirve con lealtad. En resumidas cuentas, el hombre disfruta de la más valiosa y digna vida cuando une su destino al del colectivo y le sirve con abnegación, y cuando en medio de su afecto y confianza despliega actividades independientes y creadoras. He aquí, precisamente, el camino que conduce a hacer brillar su vida socio-política y vivir con dignidad como ser social.
En la actualidad, los reaccionarios burgueses y los traidores al socialismo consideran como un fenómeno normal la explotación y dominación del hombre por el hombre y consideran a éste como un ente vil que persigue sólo su propia ambición material; 10 que es una evidente expresión del carácter reaccionario de su punto de vista y actitud burgueses en cuanto a la esencia de la vida del hombre y el valor de su existencia.
La auténtica vida con que todas las personas pueden hacer brillar la valiosa socio-política, y satisfacer plenamente las exigencias de la física, puede darse sólo, por excelencia en la sociedad socialista basada en el colectivismo. Esta sociedad les posibilita desenvolverse de manera independiente y creadora en las actividades socio-políticas y demás planos sociales, libres de toda clase de explotación y opresión, de dominación y sojuzgamiento. Para que en ella las personas gocen de una existencia independiente y creadora, con alta conciencia y capacidad como dueñas de la sociedad, es preciso programar con acierto sus actividades orgánico- ideológicas y culturales. Sólo cuando ellas posean una firme conciencia ideológica independiente y capacidad creadora desarrollada integralmente adquiridas a través de las actividades organizativo-ideológicas revolucionarias y las culturales sanas y fecundas, pueden hacer activos aportes a la sociedad y al colectivo, y disfrutar de una vida de gran valor como dignos miembros de la sociedad.
El nuestro es un socialismo auténtico, centrado en el hombre: valora al hombre en todas sus magnitudes, encarna a plenitud sus exigencias consustanciales, y así permite a todos poseer y hacer valer constantemente la vida socio-política, y satisface a plenitud las demandas de su vida física. El socialismo humano céntrico propicia que todos los miembros de la sociedad, con elevada conciencia ideológica y facultad creadora, se entreguen a la sociedad y el colectivo y lleven por igual y a sus anchas, en medio de su afecto y confianza, una existencia armoniosa, digna y valiosa.
Nuestro socialismo está cimentado en el criterio y la posición jucheanos en cuanto al las masas populares.
La verosimilitud y superioridad del socialismo se manifiestan en el apoyo y la confianza que depositan en él las masas populares. Nuestro socialismo es el más potente y ventajoso porque al estar sustentado en el criterio y la posición jucheanos acerca de las masas populares, disfruta de su absoluto apoyo y confianza.
Las masas populares son el sujeto de la historia. Forman una colectividad social integrada principalmente por los trabajadores sobre la base de la comunidad de sus exigencias por la independencia y de sus actividades creadoras.
En la sociedad de clases el término masas populares reviste un carácter clasista. En ella, según posean o no los medios de producción y el poder estatal, se dividen en clases explotadoras y explotadas, en dominantes y dominadas. Las clases explotadas y sometidas son las principales integrantes de las masas populares. La composición clasista de éstas no es inmutable, sino cambia en el proceso del desarrollo social y la historia. En la sociedad capitalista las componen no sólo los obreros y los campesinos sino también los trabajadores intelectuales y otras clases y sectores que luchan por defender su independencia. En la socialista las integran todos los sectores y las capas, transformados en trabajadores socialistas. Por supuesto, también en esta sociedad continúa actuando una ínfima minoría de elementos hostiles y en las filas revolucionarias pueden surgir traidores. Por eso, es necesario distinguir acertadamente las masas populares de los elementos negativos.
El término masas populares refleja las relaciones socio-clasistas, pero no es una simple concepción clasista. Originalmente, a éstas las conforman diversas clases y sectores. Para distinguir a sus integrantes de los que no lo son se debe tener en cuenta su situación socio-clasista, pero no hay que absolutizarla. La ideología y acción del hombre no sólo son susceptibles de la influencia de esta situación. Si recibe influencias revolucionarias y asimila ideas avanzadas, puede servir a las masas populares, independientemente de su situación socio-clasista. La principal pauta para distinguir a los miembros de las masas populares no es su origen socio-clasista, sino su ideología. La ideología socialista y comunista no es la única que sirve de fundamento ideológico para aglutinar a las personas de todos los sectores y clases en masas populares. Cualquiera que ame al país y el pueblo puede servir a éste y, por consiguiente, ser integrante de las masas populares.
Partiendo de esta posición, el gran Líder, camarada Kim Il Sung, impulsó con éxito el proceso revolucionario y constructivo agrupando en sus distintas etapas a todas las personas que tenían la idea de servir a la Patria, al pueblo y a la nación, en una sólida fuerza revolucionaria. Nuestro Partido confía en los integrantes de todas las clases y sectores que tienen interés en la revolución, considerándolos acompañantes no temporales sino eternos de la revolución, y los guía por el camino del socialismo y el comunismo.
Por su naturaleza clasista, los imperialistas y otros reaccionarios se oponen a las masas populares y, en consecuencia, temen a la misma palabra pueblo. Suelen utilizar la palabra “conciudadanos” para encubrir los enfrentamientos y contradicciones clasistas de su sociedad. También los traidores al socialismo tratan de enmascarar sus actos antipopulares con el término “ciudadanos”, prometiendo la construcción de una “sociedad cívica” o cosas por el estilo. Por supuesto, a menudo se les oye decir hipócritamente, a unos y otros, “pueblo”. Pero con esto no pueden encubrir la naturaleza antipopular de esos elementos hostiles al pueblo y de los que lo traicionaron. Pueblo es una palabra sagrada que sólo pueden utilizar con dignidad los que le son fieles, los comunistas que luchan con toda abnegación en aras de las masas populares.
Desde hace mucho tiempo el gran Líder, camarada Kim Il Sung, enalteciendo al pueblo como el cielo, hizo incluir esta palabra en la denominación del Estado, del ejército, de las obras monumentales y de muchas cosas valiosas y hermosas del país. Por valorar tan altamente al pueblo, nuestro socialismo resulta un socialismo centrado en las masas populares, el socialismo más ventajoso, en el que están materializadas de modo consecuente sus demandas de independencia.
Las masas populares son dueñas de todo lo que hay en la sociedad. Esto es porque son sus creadoras.
Ellas poseen la capacidad creativa más poderosa, que le permite transformar la naturaleza y la sociedad. La fuerza y la inteligencia del individuo tienen límites, pero las de las masas populares son inagotables. Si en este mundo existe un ser omnipotente, éste es exactamente el pueblo. Gracias a sus fuerzas y talento inagotables se crean todas las cosas de la sociedad, avanza la historia y se promueve la revolución.
Las masas populares transforman la naturaleza, desarrollan las fuerzas productivas y crean las riquezas materiales. Es obvio que también la clase capitalista se interesa por el desarrollo de esas fuerzas para obtener más ganancias, pero no crean los bienes materiales con sus propias manos. Las masas populares producen las riquezas ideológicas y culturales y, además, de ellas salen ideólogos avanzados, científicos competentes y literatos y artistas talentosos. También las clases explotadoras presentan portavoces de su ideología y cultura, mas sus creaciones contaminan la vida sana y el progreso de la sociedad. Las masas populares transforman la sociedad. Pero, las clases explotadoras reaccionarias no tienen interés por ello, sino, únicamente, por el mantenimiento y la consolidación de su viejo régimen. La farsa de la “reforma” que escenifican los gobernantes burgueses, es, en todos los casos, para evitar la crisis capitalista. La transformación progresista de la sociedad sólo la llevan a cabo las masas populares concientizadas y unidas. Como éstas son creadoras de todas las cosas de la sociedad, es natural que sean sus dueñas. Pueden serlo en el verdadero sentido de la palabra sólo en la sociedad socialista donde les pertenecen el Poder estatal y los medios de producción.
Por esta razón, en calidad de dueñas, tienen que ocupar su posición, ejercer sus derechos, cumplir con su responsabilidad y papel y disfrutar de una vida valiosa y feliz.
Como dueñas de todas las cosas de la sociedad han de ocupar su lugar y ejercer sus derechos.
Esta es su demanda independiente. La independencia es su vida, y la posición y derechos independientes constituyen una condición esencial que decide su destino. Siendo, como son, dueñas del Estado y la sociedad, tienen que ocupar el lugar merecido y ejercer los derechos correspondientes en todas las esferas de la vida social, como la política, la económica y la cultural.
Con miras a defender con firmeza la independencia de las masas populares y concretarla, hay que trazar todos los lineamientos y las políticas, reflejando sus demandas, y llevarlos a la práctica apoyándose en sus fuerzas.
Esas demandas son la pauta que mide la exactitud de la política y los lineamientos. La única vía que permite evitar el subjetivismo y los reveses en la revolución y la construcción reside en compenetrarse con las masas populares y prestar oídos a sus opiniones y exigencias. Estas son maestras en todos los asuntos. La sintetización de esas opiniones y demandas independientes da origen a ideas, lineamientos y política, el partido de la clase obrera siempre debe entrar en las masas populares y oir sus opiniones y demandas. Este ha de ser el primer proceso también en el trabajo de los funcionarios. Si nuestro Partido ha podido implantar el régimen socialista más avanzado y hacerlo brillar sin cesar aun en complicadas y difíciles circunstancias, ha sido porque se compenetró con las masas populares y trazó los lineamientos y la política reflejando sus exigencias independientes y las hizo realidad de modo consecuente apoyándose en sus fuerzas. Esta es, justamente, la llave que ha permitido a nuestro socialismo avanzar victoriosamente por el camino más científico, sin conocer ninguna desviación ni altibajos.
A fin de defender y concretar la independencia de las masas populares hay que salvaguardar con firmeza la del país y la nación.
Practicar la independencia en la política, la autosuficiencia en la economía y la autodefensa en la salvaguardia nacional constituye el principio revolucionario que nuestro Partido mantiene invariablemente. Al sostener de modo estricto este principio revolucionario aun bajo la presión de los imperialistas y dominacionistas, teniendo en alto aprecio la independencia del país y la nación nuestro Partido y pueblo han defendido con firmeza su soberanía y dignidad, y hoy dignidad, y hoy también siguen avanzando según su convicción, enarbolando la bandera del socialismo.
En la actualidad, los imperialistas se inmiscuyen de manera arbitraria en los asuntos internos de otras naciones y violan la soberanía de sus pueblos, pero tratan de justificarlo con el pretexto de la “defensa de los derechos humanos”. Los derechos humanos son inconcebibles fuera de la soberanía del país y la nación. Nunca se les pueden asegurar a los pueblos dominados por las fuerzas extranjeras. Son derechos independientes que los pueblos deben ejercer en todas las esferas de la vida social, sobre todo en la política, la económica, la ideológica y la cultural. Los “derechos humanos” que pregonan los imperialistas son los privilegios de los ricos porque su dinero les permite cometer cualquier vileza. Ellos no consideran un derecho humano el de los desempleados al trabajo y el de los desamparados y huérfanos a subsistir. Ellos, que privan a los trabajadores del más elemental derecho a la existencia y aplican la política antipopular, la de discriminación racial y nacional, y la colonialista, no tienen cara para hablar de los derechos humanos. El primer enemigo de los derechos humanos son los imperialistas que violan la soberanía de los pueblos e intervienen en los asuntos internos de otros países bajo el rótulo de “defensa de los derechos humanos”. No toleraremos en absoluto la injerencia y arbitrariedad de ellos que tratan de violar a su antojo la soberanía de nuestro país y nación, y la defenderemos resueltamente.
Las masas populares, como dueñas de todo lo que hay en la sociedad, deben cumplir con la responsabilidad y el papel que les corresponden como tales.
Sólo entonces pueden defender su lugar y derechos. La revolución y la construcción son obras para y de las masas populares. Estas tienen que resolver bajo su responsabilidad y con sus propias fuerzas todos los problemas que surgen en estos procesos.
Para que cumplan a plenitud con dicha responsabilidad y papel, deben elevar su conciencia de dueñas, y para lograrlo, anteponer la transformación ideológica, la labor política, a otras tareas. Hacerlo así constituye una demanda consustancial de la sociedad socialista. En ésta, donde las masas populares son dueñas del Estado y la sociedad, la principal fuerza motriz de su desarrollo es el elevado entusiasmo revolucionario y la actividad creadora que ellas manifiestan, dotadas con conciencia ideológica independiente y unida monolíticamente en torno al partido y al líder. Sólo cuando priorizando la transformación ideológica y el trabajo político, se transforman todos los miembros de la sociedad por vía comunista y se eleva su entusiasmo revolucionario y actividad creadora, es posible impulsar vigorosamente la revolución y la construcción, y manifestar plenamente la superioridad del socialismo. Por seo, en la construcción socialista hay que prestar atención principal a la educación de las masas populares y la elevación de su entusiasmo revolucionario y actividad creadora sin dejar de conceder prioridad a la transformación ideológica, a la labor política. Para impulsar la construcción socialista, no hay mejor manera que la de elevar así el papel de las masas populares. Tratar de mover a los hombres con dinero contraviene la naturaleza de la sociedad socialista y con tal práctica no se puede poner de manifiesto las ventajas del socialismo. Si se aferra a ese método capitalista, no es posible elevar el entusiasmo revolucionario y la actividad creadora de las personas y, además, da como resultado que se pone en peligro el mismo sistema socialista, al degenerarlo. Con la segura priorización de la transformación ideológica y la labor política, nuestro Partido ha venido impulsando enérgicamente la revolución y la labor de construcción, y ha puesto en pleno manifiesto la superioridad del socialismo, apoyándose en el entusiasmo revolucionario y la actividad creadora de las masas populares. El elevado celo revolucionario y espíritu creador de éstas, agrupadas sólidamente en torno al Partido y al Líder, constituyeron la fuente de la fuerza que le permite a nuestro socialismo centrado en las masas populares y científico en todas sus magnitudes, mostrar su superioridad e invencibilidad.
Para que las masas populares cumplan con su responsabilidad y papel como dueñas de toda la sociedad, es preciso desarrollarles la capacidad creadora. Esta es una cuestión importante a la que se debe restar atención primordial y constante en la revolución y en la labor de construcción. Como las masas populares son creadoras de todo lo que existe en la sociedad, los éxitos de estos procesos dependen del grado de su preparación como ente poderoso. Formarlas como un ser poderoso significa elevar su capacidad creadora junto con su conciencia de independencia. En la sociedad capitalista no puede cumplirse adecuadamente su demanda de desarrollarse de modo constante como ente independiente y creador. Los imperialistas y capitalistas no necesitan hombres concientizados con espíritu independiente y creador, y multilateralmente desarrollados, sino dóciles servidores que les proporcionen plusvalía. Así es como, recurren a cualquier medio y método, para convertir a los trabajadores en esclavos del capital, los corrompen ideológicamente y deforman su capacidad creadora. La exigencia de las masas populares por progresar como ente independiente y creador puede ser realidad de modo satisfactorio sólo en la sociedad socialista. Nuestro Partido, al implantar el más avanzado sistema de enseñanza socialista y el de estudio de todo el pueblo, y ponerlos en funcionamiento a expenses del Estado y la sociedad, está cumpliendo con éxito la formación de todos los miembros de la sociedad como constructores del socialismo y el comunismo, integralmente desarrollados. Es por eso que nuestro pueblo impulsa con denuedo la construcción socialista, aun bajo condiciones extremadamente difíciles, resolviendo todos los problemas con sus propias fuerzas y sabiduría bajo la bandera del apoyo en los propios esfuerzos.
Las masas populares, siendo dueñas de todas las cosas de la sociedad, merecen disfrutar de una vida digna y feliz. Para ello la vida material ocupa un lugar importante. Constituye la esfera bajo el socialismo las masas populares son dueñas del Estado y la sociedad, es natural que disfruten de una existencia material abundante y culta. Al acelerar con vigor la edificación económica nuestro Partido consolidó y desarrolló el sistema económico socialista y construyó una poderosa economía nacional auto sostenida, y así logró preparar una sólida garantía para asegurar con las fuerzas propias la vida material del pueblo. Es muy grande el potencial de la economía nacional independiente que hemos construido con tenaces esfuerzos, y apoyándonos en nuestras propias fuerzas; viene a ser un valioso fundamento que asegura a todo el pueblo una vida material, sana y estable. Seguiremos dedicando grandes fuerzas a la construcción económica socialista para aumentar el poderío del país y elevar sin cesar el nivel de vida material del pueblo conforme a la demanda del socialismo.
El contenido esencial de la vida digna y feliz de las masas populares, es hacer brillar la vida socio-política y gozar de una existencia digna en medio del afecto y confianza de la colectividad social.
Por su naturaleza, el pueblo exige vivir así, pero no es factible en la sociedad explotadora. La explotación y opresión del hombre por el hombre es incompatible con el afecto y confianza en el pueblo, y entre los explotadores y explotados no pueden existir verdaderos sentimientos de afecto y confianza. En la sociedad capitalista donde la dignidad del hombre se convierte en valor de cambio, se evalúa por el dinero y las riquezas, no se puede hablar del afecto y la confianza en las masas populares. Que los reaccionarios burgueses parloteen acerca del amor por encima de las clases, es una taimada treta encaminada a encubrir la esencia del régimen explotador capitalista y opacan las contradicciones clasistas. La teoría precedente de la clase obrera reveló el carácter reaccionario del amor por encima de las clases que preconizaban hipócritamente los reaccionarios burgueses y asentó que en la sociedad clasista también el amor tiene carácter clasista. Esto no significa que el amor y la confianza pueden compartirse sólo entre los hombres de la misma situación socio-clasista. Estas relaciones pueden establecerse también entre quienes se esfuerzan juntos por defender la independencia de las masas populares y realizan en conjunto actividades creadoras, pese a sus diferentes situaciones socio- clasistas.
Una vez asentado el régimen socialista, se elimina el antagonismo de clase, y las relaciones antagónicas y de desconfianza entre los hombres se convierten en las de afecto y confianza. En la sociedad socialista el afecto y la confianza se fomentan entre los colectivos sociales y sus integrantes y entre los miembros individuales, y tienen su manifestación suprema entre el líder y sus soldados. La más valiosa y bella vida es la que une a los soldados con su líder, al pueblo con el partido mediante los lazos de afecto y confianza, y que con la conversión de toda la sociedad en un ente socio- político permite a todos sus integrantes hacer brillar constantemente su vida socio-política, y la sociedad que logra hacer realidad esta existencia es la más sólida y vital.
El socialismo centrado en las masas populares materializa de modo inmejorable las relaciones de solidaridad y cooperación camaraderiles y de afecto y confianza en todas las esferas de la vida social, y también basa la política en estos sentimientos. El afecto y la confianza constituyen la esencia de la política en la sociedad socialista donde las masas populares, otrora objeto de la política, se convierten en sus protagonistas. Nosotros llamamos política de virtud a la que se basa en el afecto y la confianza. Los imperialistas embellecen la política burguesa con cosas como el “pluripartidismo” y la “democracia parlamentaria” y denigran la socialista, pero no pueden convertir lo blanco en negro. La política burguesa, aliada con el poder monetario, es opresora y saqueadora, cruel y astuta.
Para aplicar una genuina política de virtud en la sociedad socialista es indispensable contar con un dirigente político que ame al pueblo ilimitadamente. El tiene que poseer capacidad, pero, más que todo, la alta virtud de amar infinitamente al pueblo. Esto es así porque la política socialista es en su esencia la de virtud. Si el dirigente político en el socialismo no posee suficiente capacidad, es posible que como consecuencia dilate el desarrollo de la sociedad, pero si carece de las cualidades humanas, puede traicionar al pueblo y llevar el socialismo a la ruina.
Para aplicar la política de afecto y confianza en la sociedad socialista es indispensable que el partido en el poder se convierta en un partido madre.
El partido de la clase obrera es la organización política rectora de la sociedad, razón por la cual de cómo se estructure éste depende cómo sirven al pueblo los organismos estatales y demás instituciones de la sociedad socialista. Su conversión en un partido madre es la primera condición para hacer de unos y otras servidores del pueblo. Construir tal partido significa estructurarlo como un auténtico orientador y protector del pueblo que atiende con tino, y bajo su responsabilidad, el destino de las masas como una madre ama y cuida sinceramente a sus hijos. En otros tiempos, el partido se consideró principalmente como un arma en la lucha de clases. Desde luego, el partido de la clase obrera tiene que desplegarla, pero toda su actividad debe partir, en todos los casos, del infinito afecto y confianza en el pueblo. Tiene que poner en el primer plano la tarea de defender los intereses de las masas populares y luchar contra aquellos que los lesionen. Si muchos partidos perdieron el apoyo y la confianza de ellas y como consecuencia dejaron de existir, fue porque en vez de atender bajo su responsabilidad y sinceramente, con el sentimiento de una madre, el destino del pueblo, degeneraron en organizaciones burócratas ostentosas y abusadoras de autoridad.
Con miras a construir como partido madre al que está en el poder socialista, hay que educar a todos los cuadros y militantes en el espíritu de amar sin pueblo y servirle con lealtad.
Para ser un fiel servidor del pueblo, tiene que saber pensar primero en él que en sí mismo y considerar sus alegrías y penas como las suyas. Servirle con lealtad constituye un sublime deber del comunista y en esto está el auténtico valor de su existencia. Los revolucionarios ingresan en el partido de la clase obrera no persiguiendo intereses personales, notoriedad y autoridad, sino para servir mejor al pueblo. El verdadero comunista y miembro del partido de la clase obrera es quien primero se ofrece para vencer reveses y deja atrás las satisfacciones personales, se encarga voluntariamente del trabajo difícil y cede el éxito a otros. Para preparar así a los militantes, es necesario intensificar entre ellos la educación ideológica para orientarlos a servir con abnegación al pueblo.
En la construcción del partido en el poder socialista como un partido madre lo importante es concientizar estrictamente de manera revolucionaria a los cuadros y desplegar entre ellos una lucha enérgica contra el abuso de autoridad, el burocratismo y las prácticas ilícitas y decadentes. Estos fenómenos surgidos entre los cuadros son los elementos principales que obstaculizan la aplicación de la política virtuosa en la sociedad socialista. El socialismo se opone a los privilegios de toda índole. Con la implantación del régimen socialista desaparece la clase privilegiada. Mientras el poder estatal y los medios de producción estén en manos del pueblo, no puede reaparecer esa clase. Sin embargo, si en esta sociedad no se desarrolla la lucha contra el abuso de autoridad, el burocratismo y los actos ilícitos y depravados, es posible que algunos cuadros mal preparados se deterioren en el plano ideológico y, separándose del pueblo, se conviertan en una capa especial oda política del partido y el Estado se ejecuta por medio de los cuadros, razón por la cual, por muy buena que sea, no puede plasmarse exactamente si aquéllos abusan de la autoridad y practican el burocratismo. Si ellos proceden así y perpetran actos ilícitos y decadentes resultará que el partido en el poder socialista pierde el apoyo y la confianza de las masas y como consecuencia deje de existir. La lección histórica muestra que si el partido en el poder socialista permite a los cuadros cometer esos actos es como cavar su propia tumba.
Hace ya mucho tiempo que nuestro Partido, percatándose de la peligrosidad del abuso de autoridad, el burocratismo y los actos ilícitos y depravados que pueden surgir en el partido en el poder viene desplegando infatigablemente la lucha contra ellos. Hoy, nuestros, en fiel acato a la consigna del Partido: “! Servimos al pueblo!”, trabajan con lealtad para éste, convirtiéndose en sus servidores. Pero, no debemos descuidar en ningún momento esta lucha porque esos fenómenos tienen sus raíces en los remanentes de las ideas caducas y no cesan las maniobras de infiltración ideológico-cultural de los imperialistas, encaminadas a fomentar en nuestro seno ideas trasnochadas. Nos compete seguir impulsando con vigor la educación y la lucha ideológica para erradicarlos entre los cuadros.
La política de afecto y confianza, la de virtud, de nuestro Partido constituye el principal factor que determina la superioridad e invencibilidad de nuestro socialismo.
Gracias a esta política, implantada por el Partido y el Líder, nuestro pueblo disfruta de una existencia de alto valor y digna bajo el régimen socialista a nuestro estilo, centrado en las manas populares, haciendo brillar su valiosa vida socio-política. Toda la sociedad forma una grande y armoniosa familia, cuyos miembros, felices y conscientes del valor de vivir, mutuamente confían, se aman y se ayudan. He aquí el verdadero rasgo de nuestra sociedad.
En nuestro país, todo el pueblo enaltece y respeta al Líder como su propio padre, sigue al Partido viendo en él el regazo maternal, y el Líder, el Partido y las masas, integrados en un ent socio-político, comparten un mismo destino. En todo su ámbito se manifiestan bellos rasgos comunistas: hay quienes sacrifican sin vacilar su vida para salvar la de los compañeros revolucionarios; jóvenes de uno y otro sexo contraen matrimonio con quienes quedaron honrosamente inválidos en el ejército, y existen también los que atienden con el verdadero sentimiento de familia a los huérfanos y los ancianos desamparados. Todo esto es un relevante fruto de la política benévola de nuestro Partido.
La vitalidad de esta política se verifica no sólo en los nobles rasgos espiritual-morales del pueblo, sino también en su vida material y cultura, sana y equitativa, que continúa mejorando. Todos están libres de las preocupaciones por problemas del alimento, vestido y vivienda, y beneficiados por los sistemas gratuitos de enseñanza obligatoria y de asistencia médica, estudian toda la vida, sin interrupción y disfrutan de salud. El Estado asegura puestos de trabajo estables a todos los aptos, garantiza con responsabilidad las condiciones vitales a los habitantes e, incluso, atiende con solicitud a los impedidos para el trabajo temporal o definitivamente y a los ancianos desamparados. Los veteranos de la revolución y de la guerra, los militares heridos de honor y los beneméritos llevan una vida digna bajo la protección estatal y disfrutando del alto respeto y amor del pueblo.
Los beneficios de la política benévola de nuestro Partido llegan con mayor calor a las nuevas generaciones. Sus integrantes son continuadores de la revolución y representan el porvenir de la nación. La perspectiva de la revolución y la prosperidad de la nación dependen de cómo ellos se forman. Por esta razón, esta tarea no puede ser sólo de la incumbencia de sus padres. En la sociedad capitalista donde el destino de los integrantes de la joven generación lo decide el dinero de sus padres, es inevitable que ellos caigan víctima de la desigualdad y los males sociales. Hoy, muchos niños y demás miembros de la joven generación del orbe pierden la vida o se convierten en inválidos, o vagan por las calles, o toman el camino de la delincuencia y de la degeneración, a causa de la guerra, de los conflictos sociales, de las enfermedades y el hambre, consecuencias de la agresión e injerencia de los imperialistas y del saqueo de las clases explotadoras. En contraste, en nuestra sociedad socialista donde se aplica la política de virtud, todos los integrantes de la nueva generación crecen a expensas del Estado. Nuestro Partido y Estado los atienden con máxima solicitud y cariño. El Estado les ofrece los uniformes, los artículos de uso escolar y otras cosas, y les asegura el más avanzado sistema de enseñanza obligatoria integral de
11 años para que estudien a sus anchas. En virtud del profundo cariño y atención del Partido y el Líder, del Estado y la sociedad, los integrantes de nuestra joven generación crecen felices sin tener nada que envidiar.
Todas las medidas políticas populares que hoy se aplican en nuestro país comprueban la superioridad del régimen socialista a nuestro estilo, centrado en las masas populares, y se han originado del sublime amor del Partido y el Líder hacia ellas. La política de virtud es la forma tradicional de la política cuya raíz histórica preparó el gran Líder, camarada Kim Il Sung, en los años de la Revolución Anti-japonesa, y que profundizó y desarrolló con el avance de la revolución y la construcción.
El estimado Líder, camarada Kim Il Sung, fue el afectuoso padre de nuestro pueblo que encarnó en el nivel superior el amor a éste. Desde temprano, considerando como su máxima “apreciar al pueblo como el cielo”, estuvo siempre entre el pueblo y compartió con él las penas y alegrías, consagrándole todo su ser. Por tener su Líder en el respetado camarada Kim Il Sung, quien con sus nobles virtudes lo amaba ilimitadamente, pudo escribirse en nuestro país una brillante y auténtica historia de la política popular, política benévola.
Nuestro Partido lleva adelante y desarrolla sin cesar la brillante tradición de esa política elaborada por el gran Líder, camarada Kim Il Sung. Se trata de una política que les dispensa profundo afecto y confianza a todos los sectores del pueblo sin distinción. En ses sentido la llamamos también política de altos vuelos. Repito que esta es la política de invariable afecto y confianza con que nuestro Partido orienta responsablemente la vida socio- política de cada persona. Aunque se trate de un hombre que ha cometido un error, no lo abandona sino lo educa, transforma y conduce por el camino correcto, para que haga brillar hasta el fin su vida socio-política.
El sublime afecto y confianza del Partido y el Líder hacia nuestro pueblo infunde a éste infinitos sentimientos de fidelidad a aquéllos. Desde antaño, nuestro pueblo es ampliamente conocido como un pueblo laborioso, valiente, cortés, y de fuerte sentido de justicia y obligación moral. Estas excelentes cualidades se perfeccionan y desarrollan a plenitud en nuestra época, sobre una nueva base espiritual y moral. Nuestro pueblo agradece profundamente la benigna política del Partido y el Líder, y lucha en cuerpo y alma corresponderle con fidelidad. Su lealtad al padre Líder, camarada Kim Il Sung, se manifiesta en un nivel más alto hoy, cuando lo perdimos inesperadamente. Es la voluntad inmutable de nuestro pueblo enaltecerlo para siempre, de una generación a otra, y de todo corazón, como Líder de nuestro Partido y la revolución. En fiel acato a su legado y bajo la dirección del Partido, se esfuerza con mayor tenacidad para alcanzar nuevas victorias. No hay un pueblo como el nuestro, que con sus nobles rasgos espirituales y morales, sea fiel sin límites al Partido y al Líder y se entregue en aras de la Patria, la sociedad y la colectividad. Sentimos un gran orgullo por tener tan magnífico pueblo. El haberlo formado así es un gran mérito de nuestro Partido y un sobresaliente triunfo de su política de virtud.
La política virtuosa de nuestro Partido sirve de fuente a la monolítica unidad volitiva del Líder, el Partido y las masas. Esta unidad es más sólida por basarse en el amor y la fidelidad, y nuestro socialismo es invencible por tener esta unidad como su fundamento.
El mundo admira nuestro socialismo elogiándolo como ideal. Esto es porque es un auténtico socialismo, centrado en las masas populares, que encarna de manera estricta el principio de envolverlas en amor y confianza.
El que las masas populares ocupan la posición y ejerzan los derechos que les corresponden como dueñas del Estado y la sociedad, y somo tales cumplan con su responsabilidad y papel y disfruten de una existencia valiosa, es prueba de que nuestro socialismo es un socialismo invencible que ellas apoyan y en el que confían de modo absoluto.
Nuestro Partido seguirá ejerciendo de modo consecuente la política genuinamente popular, la de virtud, que siempre presenta como un ente supremo a las masas populares, dueñas de todas las cosas de la sociedad y les dispensa amor y confianza ilimitados. Hoy, nuestro Partido y pueblo tienen por delante la honrosa y pesada tara de llevar adelante y completar, generación, la causa socialista del Juche, iniciada y dirigida por el gran Líder, camarada Kim Il Sung. En el futuro, nuestro Partido la culminará confiando en el pueblo y apoyándose en su fuerza, tal como lo hizo hasta ahora para salir siempre victorioso.
El socialismo centrado en el hombre, en las masas populares, es más científico, más ventajoso y más poderoso. Triunfará infaliblemente por su cientificidad y veracidad.