SOBRE LOS TRES PRINCIPIOS DE LA REUNIFICACIÓN DE LA PATRIA
KIM IL SUNG
KIM IL SUNG
(Extracto)
Palabras a los delegados de la parte surcoreana, participantes en las
negociaciones políticas de alto nivel Norte-Sur
3 de mayo y 3 de noviembre de 1972
Me es grato encontrarme hoy con usted.
Me siento muy contento y conmovido por este
encuentro entre compatriotas al cabo de una larga separación, impuesta por la
pisión nacional.
Usted ha afirmado que para discutir el problema
de la reunificación nacional ha venido aquí a despecho de todos los riesgos, lo
que considero un acto sumamente valeroso e intrépido. Es muy positivo que las
autoridades surcoreanas hayan adoptado la decisión de participar en las
negociaciones políticas entre el Norte y el Sur y lo hayan enviado a usted como
su representante. Nosotros saludamos calurosamente este gesto.
En mi discurso del 6 de agosto del pasado año
declaré que estamos dispuestos a entablar contactos en cualquier momento con
todos los partidos políticos, organizaciones sociales y personalidades
inpiduales de Corea del Sur, incluyendo al Partido Democrático Republicano.
Unos días después, la parte surcoreana manifestó estar conforme con realizar
negociaciones entre las organizaciones de la Cruz Roja del Norte y del Sur, y
así pudieron iniciarse las conversaciones preliminares entre ellas y,
posteriormente, teniéndolas como punto de partida, pudieron efectuarse las
negociaciones políticas bilaterales de alto nivel.
El que se haya abierto la puerta de los
contactos y diálogos entre el Norte y el Sur, que permaneció por largo tiempo
herméticamente cerrada, y los delegados de alto nivel hayan llegado a
encontrarse directamente e intercambiar con toda franqueza sus opiniones,
constituye un gran avance en la solución del problema de la reunificación de la
Patria.
En la hora actual, toda la nación desea por
unanimidad la reunificación de la Patria. Para la nación coreana no existe hoy
cuestión más apremiante que ésta. Si no se logra reunificar cuanto antes a la
Patria y se prolonga su escisión, nuestra nación puede convertirse en un objeto
de caprichos de las potencias y separarse para siempre en dos naciones.
El aspecto más importante que caracteriza a una
nación es la comunidad del idioma y de la vida cultural. De gente que se diferencia
en lengua hablada y escrita, en cultura y costumbres, no puede afirmarse que
procede de una misma nación, aunque herede la misma sangre. Así, pues, como
nuestro país ha permanecido mucho tiempo en estado de separación se van
diferenciando entre el Norte y el Sur el idioma, la cultura y el modo de vida.
Cuanto más dure la pisión nacional tanto más crecerá esa diferencia.
Después de la liberación, en el Norte algunos
propusieron reformar el alfabeto, pero yo me opuse a ese proyecto. Si se lleva a
cabo la reforma del alfabeto estando pidido el país, la nación coreana puede
separarse para siempre en dos. Por eso, en aquel entonces yo convencí a los
lingüistas de que si fuera precisa esa reforma, deberían efectuarla después de
que se reunificara la Patria, pero nunca antes. Estando el país pidido, si una
parte reforma el alfabeto, el Norte y el Sur lo utilizarán distinto y, en
consecuencia, nuestra nación correrá el riesgo de escindirse definitivamente en
dos naciones.
No
podemos admitir que la nación coreana se pida para siempre en dos.
Debemos alcanzar cuanto antes la reunificación
y legar una sola Patria a las generaciones venideras. Si la logramos, poniendo
fin a su pisión, nuestro país será una potencia con 50 millones de habitantes,
una brillante cultura nacional y una poderosa economía nacional, por lo que
nadie se atreverá a tocarlo.
Para reunificar la Patria es necesario
establecer correctos principios fundamentales que sirvan de base a la solución
de este problema. Esta es la cuestión de mayor importancia. Sólo cuando
contemos con principios fundamentales de común acuerdo, el Norte y el Sur
podrán realizar esfuerzos conjuntos por la reunificación de la Patria y
resolver con éxito todos los problemas que surgen en este proceso.
Considero que el problema de la reunificación
de nuestro país debe resolverse, necesariamente, de modo independiente, sin
intervención de fuerzas extranjeras, y por vía pacífica, sobre el principio de
promover la gran unidad nacional.
Primero, la Patria debe ser reunificada de
manera independiente, sin depender de fuerzas foráneas ni tolerar sus
intervenciones.
Resolver por vía independiente el problema de
la reunificación de la Patria, sobre la base del principio de la
autodeterminación nacional, es la posición de principios que mantiene
invariable el Gobierno de nuestra República.
Dependiendo de las fuerzas extranjeras es
imposible resolver este problema. Este es un asunto interno de nuestro país en
todo el sentido de la palabra. Si una nación trata de arreglar sus asuntos con
el apoyo de fuerzas foráneas, y no por su propia cuenta, ella se cubrirá de
ignominia.
Actualmente hay algunos que quieren solucionar
el problema de la reunificación del país con cierto aseguramiento de las
potencias extranjeras. Están en un gran error. Las potencias imperialistas no
desean la reunificación de nuestro país. De hecho, ellas prefieren la pisión de
otros países y naciones a su unión, porque en este caso es difícil dominarlos,
y por eso tratan de pidirlos a toda costa. Por tanto, bajo ninguna
circunstancia debe tratarse de resolver el problema de la reunificación de la
Patria apoyándose en las potencias. Si nosotros, los connacionales,
establecemos contactos y diálogos, es del todo posible disipar los equívocos y
la desconfianza, y lograr la unidad y la reunificación de la nación. Siendo
así, ¿para qué recurrir a las fuerzas de las potencias?
No debemos admitir bajo ningún concepto la
intervención de fuerzas extranjeras en los asuntos internos de Corea. Ninguna
fuerza extraña tiene derecho a inmiscuirse en asuntos internos de Corea, y bajo
esa intervención no podemos realizar su reunificación, de acuerdo con el deseo
y los intereses de nuestra nación. Este problema debe resolverse únicamente por
los esfuerzos de la misma nación coreana, sin injerencia de ninguna fuerza
foránea.
Usted ha jurado que jamás será lacayo ni de
Estados Unidos ni de Japón, asegurando que las autoridades surcoreanas también
se oponen a la intervención de las fuerzas exteriores y quieren solucionar de
modo independiente el problema de la reunificación del país, sin invitar a
EE.UU.y Japón. Si eso es verdad, no habrá nada mejor.
Para realizar la reunificación independiente de
la Patria rechazando la injerencia de fuerzas exteriores, hay que oponerse
estrictamente al servilismo a las grandes potencias.
Siempre digo a nuestros funcionarios que si el
hombre, la nación y el Partido practican el servilismo a las grandes potencias,
el primero se convierte en un don nadie, la segunda se arruina y el tercero
fracasa en la revolución y la construcción. Para ser independiente, el hombre
nunca debe caer en este servilismo, en la ciega adoración a otro.
Como quiera que nuestro país está situado
geográficamente entre grandes países, el servilismo a las grandes potencias ha
tenido una manifestación acentuada entre nuestros hombres a lo largo de la
historia. Después de la liberación, obstaculizó el movimiento de avance de
nuestro pueblo por la construcción de una nueva sociedad. Por eso, hasta ahora
venimos combatiéndolo incansablemente.
Voy a referirme a un hecho ocurrido a raíz de
la liberación. Entonces entre las personas que se autodenominaban comunistas,
había no pocas permeadas por el servilismo a las grandes potencias. En Soul,
Pak Hon Yong dijo de modo absurdo que haría de nuestro país una república
federativa de otro país. Esto ejerció una influencia muy negativa sobre la
población surcoreana y creó un gran obstáculo en la solución del problema de la
reunificación. Al escuchar sus palabras, algunas personas se preocuparon,
pensando si nuestro país no volvería a someterse a otro. Así fue como en un
discurso tuve que asegurarle al pueblo que íbamos a construir una sociedad
democrática no del tipo Soviet ni norteamericano, sino de tipo coreano, que se
ajustara a los intereses de la nación coreana.
Después de la guerra, cuando planteamos la
orientación sobre la cooperativización agrícola, no pocas personas se pusieron
a murmurar. Algunos preguntaban cómo era posible cooperativizar la economía rural
en Corea donde la industria estaba destruida por completo, mientras este
proceso no se llevaba a cabo todavía de lleno, incluso, en los países europeos
con una industria desarrollada. Como inpiduos serviles a las grandes potencias
dócilmente prestaban oídos a lo que decía la gente de los países grandes, les
repliqué con las palabras de Lenin. En cierta ocasión Lenin afirmó que aun una
economía común que fusiona simplemente las tierras y aperos agrícolas de los
campesinos, muestra ventajas notables sobre la economía privada. Pues les dije
que la orientación de nuestro Partido para la cooperativización agrícola
convenía al leninismo y partía de la demanda real de nuestro país, y les
pregunté cómo podrían considerar como el único camino correcto el de efectuar
la cooperativización agrícola después de la industrialización. Por fin, ellos
también reconocieron que era justo nuestro planteamiento.
De hecho, en aquel tiempo nuestros campesinos
se encontraban en tal situación, que a menos de juntar sus fuerzas mediante la
cooperativizacion no podían subsistir. Debido a la guerra, la agricultura fue
espantosamente destruida y los campesinos quedaron con pocos bueyes de labor y
aperos agrícolas. Lo mismo ocurrió también con los campesinos ricos. En esta
situación, hicimos que los campesinos organizaran las cooperativas sobre la
base del principio de la voluntariedad y administraran su economía con fuerzas
mancomunadas. Por naturaleza a los coreanos nos gusta unir nuestras fuerzas y
ayudarnos unos a otros. Desde la antigüedad, nuestro pueblo tiene una buena
costumbre: si un vecino celebra la boda, toda la aldea le ayuda de persas
formas, incluso con dinero, y va a la casa para felicitarlo y pertirse juntos.
Después de la guerra, nuestro país contaba con un reducido número de máquinas
agrícolas modernas, pero, relativamente sin grandes tropiezos y en un breve
tiempo, pudimos realizar la cooperativización de la agricultura, porque la
propia vida la reclamaba con apremio y los campesinos respaldaban activamente
la orientación al respecto.
También en las relaciones económicas con otros
países rechazamos categóricamente la tendencia servilista y nos mantuvimos
firmemente en una posición independiente.
No toleramos ninguna relación que nos pueda
someter económicamente a otros países. Hemos establecido y desarrollado las
relaciones económicas exteriores basándonos estrictamente en el principio de
proteger la economía nacional y el de asegurar una igualdad completa. En el
comercio con los países socialistas desarrollados les vendemos las materias
primas que nos piden sólo cuando nos dan las que necesitamos, y les compramos
las máquinas sólo a condición de que adquieran las nuestras. En la situación en
que nuestro país no ha alcanzado todavía un alto nivel de desarrollo tecnológico,
si no mantenemos este principio en las relaciones económicas con los países
desarrollados, nos veremos obligados a venderles de continuo las materias
primas, comprándoles en su lugar productos elaborados. Al final, nos quedarían
sólo las montañas horadadas. ¿Acaso podemos dejar en herencia tales montañas a
nuestros descendientes?
Hemos realizado esfuerzos verdaderamente
ingentes para autosostenernos en lo económico, sin depender de otros países. Si
no logramos el autosostén económico mediante la construcción de una economía
nacional independiente, no podemos elevar el prestigio del país en el exterior
ni tener voz en la palestra internacional. Si nadie se atreve a ejercer
presiones sobre nosotros, es porque hemos aplicado una política independiente
en la esfera de la construcción económica y edificado una economía nacional
autosostenida.
En el pasado, el servilismo a las grandes
potencias se manifestó muy gravemente en el campo de la literatura y el arte, y
nosotros lo combatimos reciamente.
Algunos
escritores y artistas, adoradores de la literatura y el arte de Europa, crearon
obras que no se avenían al gusto de los coreanos ni les eran comprensibles.
Tiempo hubo en que los poetas idolatraban a Puschkin y los músicos a
Tchaikovski y cuando creaban alguna ópera imitaban a la italiana. Era tan
fuerte la manifestación de ese servilismo que algunos pintores, al dibujar los
paisajes, no creaban cuadros representando bellos ríos y montes de nuestro
país, sino la naturaleza de otros países. En el período de la Guerra de
Liberación de la Patria, estuve de visita en un hospital y vi colgado en una
pared un cuadro con un paisaje siberiano: un oso andando sobre un terreno
nevado, bajo un alto árbol. Por eso, critiqué severamente a los dirigentes
correspondientes: ¿Por qué han colgado esta pintura en lugar de dibujar y
colgar cuadros que representen la hermosa naturaleza de Corea, donde hay muchos
montes famosos, entre otros, el Kumgang y el Myohyang? Y ¿qué vale esa pintura
para educar al pueblo?
La nación coreana posee una espléndida cultura
y viene viviendo desde tiempos inmemoriales en este territorio de tres mil
ríes, tan hermoso como un bordado en oro. En el futuro también tendrá que vivir
aquí y no en Siberia o Europa. Por eso, nuestra literatura y arte deben servir
siempre para educar a nuestro pueblo en el espíritu patriótico, es decir, en el
amor a la Patria. No puede existir el internacionalismo al margen del
patriotismo. Quien no ama a su Patria no puede ser fiel al internacionalismo. A
los coreanos no les agradan las obras artísticas de estilo europeo y no quieren
ver las que no se avengan a su gusto. No necesitamos obras artísticas no amadas
por los coreanos y ajenas a sus sentimientos nacionales. Por eso, yo formulé el
aforismo de que la literatura y el arte del realismo socialista son aquellos
que tienen el contenido socialista y la forma nacional.
Hemos desarrollado la batalla contra el
servilismo a las grandes potencias por el método de la lucha ideológica, el
combate teórico llamado a suprimir esas ideas xenófilas en la conciencia de los
hombres. A través del prolongado proceso de esta lucha logramos vencer
consecuentemente ese servilismo y mantener con firmeza la independencia en
todas las vertientes de la revolución y la construcción.
En la solución del problema de la reunificación
de la Patria debemos oponernos de manera terminante a la tendencia servilista
de apoyarse en los demás, sin tener confianza en la fuerza de nuestra nación.
Unicamente debemos reunificar la Patria de modo independiente, ateniéndonos a
la fuerza mancomunada de la nación coreana.
Segundo, debemos promover la gran unidad
nacional por encima de las diferencias de ideología, ideal y régimen.
El problema de la reunificación de nuestro país
no consiste en quién vence a quién. Es una cuestión concerniente al logro de la
unidad de la nación escindida por las fuerzas extranjeras y a la realización de
la soberanía nacional. Por eso, a fin de realizar la reunificación de la Patria
hay que partir de la búsqueda de la forma en que deben unirse el Norte y el Sur
y lograr la gran unidad nacional.
Para realizar la gran unidad nacional es
necesario que tanto el Norte como el Sur se sobrepongan a su ideología y su
régimen y dejen de aplicar la política de hostilidad.
Ahora
existen ideas y regímenes diferentes en el Norte y el Sur de nuestro país. En
estas condiciones, ninguna parte debe tratar de imponer a la otra su ideología
y régimen. Nosotros no procuramos imponer al Sur de Corea el régimen socialista
e ideas comunistas. Las autoridades surcoreanas, por su parte, tampoco deben
tratar de “reunificar el país mediante la victoria sobre el comunismo”, ni
imponernos renunciar al comunismo. Es decir, tiene que desistir de la consigna
del “anticomunismo”.
El Norte y el Sur deben abandonar la política
de hostilidad que impide la unidad y esforzarse juntos para hallar puntos
comunes. Si el uno y el otro, en vez de encontrar puntos comunes, se ponen a
enemistarse, acusándose recíprocamente por lo del pasado, el abismo entre ambas
partes aumentaría y la reunificación de la Patria se retardaría más. De hacerlo
así, cometerían, en última instancia, un grave crimen ante la Patria y la
nación.
Creo que si el Norte y el Sur se esforzaran
conjuntamente, partiendo del sincero deseo de unirse, sin duda encontrarían
puntos comunes. Nosotros hemos venido haciendo ingentes esfuerzos por encontrar
estos puntos con vista a anticipar la reunificación de la Patria.
Ultimamente las autoridades surcoreanas hablan
de la “autodependencia”, “autosostén” y “autodefensa” y en esto vemos la
posibilidad de hallar ciertos puntos comunes. Pensamos si no hay algunos puntos
convergentes entre la “autodependencia”, “autosostén” y “autodefensa” de que
hablan ellas, y la política independiente de nuestro Partido y del Gobierno de
nuestra República. Si se encontraran uno por uno los puntos de identidad
existentes entre el Norte y el Sur y se lograra la unidad a partir de ellos,
podrá anticiparse la reunificación de la Patria.
El problema importante para lograr la gran
unidad nacional es eliminar el malentendido y la desconfianza entre el Norte y
el Sur.
La larga pisión del país profundizó la
diferencia entre el Norte y el Sur y engendró muchos equívocos y desconfianza.
Con la incomprensión y la desconfianza recíprocas, es imposible realizar una
verdadera unidad nacional. No puede formarse una familia sin una profunda
confianza entre los cónyuges. Aunque sean esposos, si no se tienen mutua
confianza no pueden vivir juntos y, a la larga, se separarán. El Norte y el Sur
deben esforzarse tesoneramente por eliminar las incomprensiones y la
desconfianza entre sí.
Con este fin las autoridades y otras
personalidades del Norte y el Sur deben tener contactos frecuentes y dialogar
con sinceridad. Si se encuentran y se consultan francamente cualquier problema,
será posible hacer desaparecer los equívocos y profundizar la confianza.
A
través del presente diálogo con usted ya se ha desvanecido en gran medida la
incomprensión existente entre el Norte y el Sur. De haberse efectuado antes los
diálogos Norte-Sur, habría sido mucho mejor.
Hasta ahora creímos que los gobernantes
surcoreanos, habiéndose convertido en lacayos del imperialismo yanqui y del
militarismo japonés, querían venderles el país, pero usted nos aseguró que
nunca sucederá tal cosa. Usted afirmó que las autoridades surcoreanas no
reintroducirán a los militaristas japoneses en Corea del Sur ni se harán
vendepatrias, lacayos de Estados Unidos ni de Japón, y nos rogó reiteradas
veces creerlo en absoluto. Pues, daremos crédito a sus palabras y dejaremos de
guardar la desconfianza que teníamos hasta ahora.
Usted me dijo que los gobernantes surcoreanos
nos entienden mal, pensando que íbamos a “agredir al Sur” e intentamos “teñir
de rojo” al Sur de Corea, pero no tenemos el deseo de hacer ni lo uno ni lo
otro. Hasta ahora hemos declarado en varias ocasiones que no tenemos la
intención de “agredir al Sur”, y hoy volvemos a afirmárselo claramente a usted.
En cuanto a lo de “teñir de rojo” al Sur de Corea, ese no es nuestro propósito
ni es algo que puede realizarse simplemente por que lo deseemos. Por eso, creo
que ustedes ya podrán disipar la mala interpretación que se hacían con el
pretexto de la “agresión al Sur” o de “teñir de rojo”. Si de esta manera vamos
eliminando la incomprensión y profundizando la confianza, mediante contactos y
diálogos, podremos lograr la gran unidad nacional por encima de nuestra
diferencia de ideología e ideario, de régimen y creencia religiosa.
Otra cuestión importante para realizar la gran
unidad nacional es que entre el Norte y el Sur cesen la imputación y la
difamación.
Lo que se necesita para la unidad y cooperación
no es la imputación y la difamación, sino el respeto mutuo. Si el Norte y el
Sur siguen denigrando uno al otro como hasta ahora, no podrán acercarse, al
contrario, se alejarán más. Por eso, ambos deben comenzar por abstenerse de
imputarse y desacreditarse renegando uno de otro.
La colaboración económica entre el Norte y el
Sur es también un problema muy importante para lograr la gran unidad nacional.
El Norte de la República posee abundantes
recursos naturales y una industria pesada desarrollada. El Sur de Corea cuenta
desde antaño con cierta base de la industria ligera. Si el Norte y el Sur
colaboran económicamente y realizan intercambios económicos de conveniencia
mutua, podrán resolver de mejor forma los problemas económicos inmediatos y con
las propias fuerzas desarrollar con rapidez la economía nacional, sin
introducir el capital extranjero. Entonces nuestro país podrá convertirse en un
país más rico que Japón u otros países desarrollados.
El Norte y el Sur deben actuar en común también
en la esfera de las relaciones exteriores. Sólo así podrá demostrarse la unidad
de nuestra nación.
Consideramos que si tanto uno como otro aman
por igual la nación y están dispuestos a reunificar la Patria, lograrán la gran
unidad nacional por encima de sus diferencias de ideología, régimen y conceptos
políticos y religiosos. Mientras hasta países o naciones con distintas
ideologías y regímenes establecen entre sí relaciones de amistad y se llevan
bien, no puede haber motivo alguno para que los miembros de una misma nación,
por cuyas venas corre la misma sangre, no lleguen a unirse y cooperar por tener
diferentes ideologías y regímenes.
Eso de profesar el comunismo, el nacionalismo o
el capitalismo no puede constituir impedimento alguno para lograr la gran
unidad nacional. No nos oponemos a los nacionalistas ni a los capitalistas del
Sur de Corea.
Estos últimos son, en su mayoría, capitalistas
nacionales.
Desde antes hemos venido aplicando una política
de proteger a los capitalistas nacionales. Nos uniremos y cooperaremos con los
nacionalistas, los capitalistas nacionales y todos los demás sectores de la población
del Sur de Corea en aras de la reunificación del país.
Tercero, es preciso reunificar la Patria por
vía pacífica, sin recurrir al uso de las fuerzas armadas.
Como somos integrantes de una misma nación, el
Norte y el Sur no deben pelear entre sí. Nuestro deber es reunificar a toda
costa, por vía pacífica, la Patria dividida. En caso contrario, o sea, si se desencadena otra guerra en Corea,
nuestra nación sufrirá terribles calamidades. Hoy día, en el mundo incluso las
potencias se inclinan a llevarse bien, sin pelearse. Durante su reciente visita
a China, Nixon, el presidente estadounidense, manifestó que sería bueno que no
se desencadenara la guerra y se preserve la paz durante una generación, y
después de recorrer la Gran Muralla de ese país opinó que ninguna barrera debe
separar a los hombres de la Tierra. Según el comunicado conjunto
chino-estadounidense que se publicó al concluir la visita de Nixon a China,
Estados Unidos reconoció los cinco principios de la paz que hasta entonces
había venido rechazando. Esto es loable. Desde luego, el tiempo mostrará cómo
los norteamericanos cumplen lo que han dicho. Como son muchos los casos en que
los imperialistas contradicen con los hechos sus palabras, no podemos saber con
exactitud si Nixon fue sincero cuando afirmó eso durante su visita a China.
Al comentar el viaje de Nixon a China, nuestro
periódico “Rodong Sinmun” escribió: Si fueran sinceras las palabras que Nixon
pronunció después de su recorrido por la Gran Muralla, ¿por qué entonces no
quiere eliminar la Línea de Demarcación Militar que pide a nuestro país a la
mitad ni retirar a sus soldados que andan a sus anchas en el Sur con cascos de
“MP”? Considero justo ese comentario.
Mientras hoy hasta las grandes potencias del
mundo desean llevarse bien, sin pelearse, ¿acaso es justo que combatamos entre
nosotros, que pertenecemos a la misma nación? Dejemos de pelearnos y
reunifiquemos la Patria por vía pacífica.
Para alcanzar ese objetivo, es necesario, ante
todo, que el Norte y el Sur reduzcan en gran medida sus efectivos militares. De
esta cuestión he hablado más de una vez en mis discursos públicos.
Sólo reduciendo los efectivos militares es
posible aliviar la tensión existente entre el Norte y el Sur y disminuir sus
gastos militares, las cuales son enormes en la hora actual. También nos
corresponde el deber de eliminar con esfuerzos conjuntos la Línea de
Demarcación Militar que secciona al país en Norte y Sur.
En la situación actual, en que las colosales
fuerzas armadas de ambas partes se enfrentan separadas por la Línea de
Demarcación Militar, es imposible eliminar el peligro de la guerra. Es posible
que si por equivocación de algún comandante de regimiento o de pisión, ubicados
en esas zonas, se hace un solo disparo en un punto de esa Línea, ambas partes
se tiroteen y, en consecuencia, se desate la guerra. Eso es muy peligroso.
Si en el futuro el Norte y el Sur llegan a un
compromiso de no usar las fuerzas armadas uno contra otro y lo ponen en
práctica, resultarán innecesarios las instalaciones y el personal militar que
tiene cada uno en las zonas de la Línea de Demarcación Militar y, a la larga,
desaparecerá esa misma Línea.
Por ahora, el Norte y el Sur abogan cada cual
por la autodefensa, pero, esa “autodefensa” no debe utilizarse por una parte
contra la otra. Ambas partes deben unir las fuerzas para autodefenderse de la
agresión exterior.
La autodefensa de nuestra República es, en
todos los casos, para rechazar la invasión extranjera contra nuestra nación. De
ninguna manera podemos tolerar que las fuerzas foráneas agredan a nuestro país
y nuestra nación.
Cuando los imperialistas yanquis enviaron su
barco espía armado “Pueblo” a las aguas jurisdiccionales de nuestra República,
los marinos de nuestro Ejército Popular lo capturaron. Era una justa medida
autodefensiva del Ejército Popular que tiene la misión de defender la Patria.
Pero, los yanquis, en vez de pedirnos perdón, trajeron al Mar Este el
portaviones “Enterprise” y otras muchas fuerzas armadas para amenazarnos e intimidarnos.
Esta fue una violación flagrante de la soberanía de nuestra nación y un grave
acto provocativo. No nos doblegamos en lo más mínimo ante esa amenaza y
presión. Como los yanquis intentaron provocar la guerra, trayendo enormes
fuerzas armadas, asumimos la firme decisión de combatirlos. Al ver que no nos
rendíamos ante su amenaza y presión los yanquis retrocedieron, sin atreverse a
atacarnos. Si ellos nos hubieran atacado entonces, nuestra nación habría pasado
otra guerra y hoy las autoridades del Norte y el Sur no podrían reunirse así en
un mismo lugar ni sostener conversaciones pacíficas.
En adelante, si del exterior se perpetra una
agresión a nuestro país, el Norte y el Sur deben rechazarla con sus fuerzas
unidas. Si toda la nación coreana aúna sus fuerzas, podrá derrotar
infaliblemente a cualquier agresor.
Con esfuerzos conjuntos tenemos que ponerle fin
al estado de enfrentamiento militar y aliviar la tensión entre el Norte y el
Sur para prevenir otra guerra en Corea y reunificar la Patria de manera
pacífica.
En el presente diálogo hemos encontrado
importantes puntos comunes entre el Norte y el Sur y hemos coincidido en el
problema más esencial.
Los tres principios: realizar la reunificación
de manera independiente, sin injerencia de las fuerzas extranjeras; lograr la
gran unidad nacional por encima de las diferencias de ideología, ideal y
régimen, y reunificar la Patria pidida por vía pacífica, sin el uso de las
fuerzas armadas, vienen a ser el punto de partida, la piedra angular para la solución
del problema de la reunificación de nuestro país.
Dado que usted ha aprobado la propuesta de
solucionar la cuestión de la reunificación del país sobre la base de estos tres
principios y ha expresado que la persona de máxima autoridad de Corea del Sur
lo hará también, podemos decir que hemos llegado a un completo acuerdo respecto
a los tres principios de la reunificación de la Patria.
Estoy muy satisfecho por el hecho de que en
este diálogo se hayan acordado entre el Norte y el Sur los tres principios de
la reunificación de la Patria.
Estos tres principios que el Norte y el Sur han
discutido en conjunto y sobre los cuales han llegado a una identidad de
criterios, son principios muy justos que permiten resolver el problema de la
reunificación de la Patria con arreglo a la aspiración y la exigencia de
nuestra nación. Debemos lograr a toda costa la reunificación del país sobre la
base de estos tres principios. Usted ha jurado tomarlos como base para sus
actividades. Si cumple su palabra, podrá lograrse pronto la reunificación de
nuestra nación, resolviéndose con éxito otros problemas concernientes.
Ahora que se han acordado los principios
fundamentales de la reunificación de la Patria, nuestro deber es hallar maneras
concretas de aunar toda la nación y reunificar la Patria, aplicándolos. Esas
vías concretas hay que buscarlas partiendo siempre de los tres principios de la
reunificación de la Patria. Si el Norte y el Sur hacen un profundo estudio y se
consultan sinceramente sobre la base de los tres principios: la independencia,
la gran unidad nacional y la reunificación pacífica, podrán encontrar caminos
correctos para la reunificación de la Patria.
Con vistas a hallar las vías racionales para la
reunificación independiente y pacífica de la Patria, es preciso promover más
las negociaciones políticas e intensificar los contactos y diálogos entre el
Norte y el Sur.
Con las recientes conversaciones sostenidas
entre los delegados de alto rango del Norte y del Sur podemos decir que se han
iniciado ya las negociaciones políticas. Una vez comenzadas éstas, debemos
llevarlas adelante hasta lograr magníficos resultados.
Como usted ha venido primero a Pyongyang, como
respuesta nos proponemos enviar en otra ocasión a nuestro delegado a Soul. Si
en el curso de los repetidos intercambios de visitas de los representantes del
Norte y del Sur se profundiza la confianza entre ambas partes y maduran persas
condiciones, será posible, a mi parecer, efectuar conversaciones de más alto
nivel.
En adelante, los delegados del Norte y del Sur
deberán intercambiar frecuentes visitas y diálogos.
Las incomprensiones y la desconfianza entre el
Norte y el Sur que se han acumulado durante casi 30 años de pisión, después de
la liberación, no podrán desaparecer por completo mediante uno o dos contactos
y diálogos. Tampoco podrán encontrarse todas las vías concretas para solucionar
el problema de la reunificación de la Patria en el curso de una o dos sesiones
de consultas. En nuestra conversación hemos desvanecido la incomprensión que
guardaban el Norte y el Sur en cuanto a problemas fundamentales, y hallado
importantes puntos comunes, pero todavía quedan muchas cuestiones a resolver
para reunificar la Patria. Estas podrán resolverse sólo a través de frecuentes
contactos y sinceras conversaciones entre los representantes del Norte y del
Sur.
En el curso de estos diálogos y conversaciones
ambas partes deberán someter a discusión todos los asuntos referentes a la
reunificación de la Patria, incluidas las cuestiones mal interpretadas. Ningún
problema se solucionará si cada uno guarda bajo llave sus opiniones, en vez de
hablar francamente. Por muy pequeño que sea el equívoco, hay que someterlo a
tiempo a la consulta para disiparlo.
El diálogo entre el Norte y el Sur debe realizarse
siempre sobre la base del principio de profundizar la comprensión mutua,
encontrar los puntos comunes y fortalecer la unidad. En cuanto a la búsqueda de
las vías de la reunificación de la Patria, es probable que haya diferencias
entre las proposiciones de los nuestros y las de ustedes. Por eso, puede haber
polémicas acerca de cuáles son justas. No obstante, estas polémicas deben
encaminarse siempre a encontrar puntos comunes y lograr la unidad y la
reunificación y nunca a mantener la pisión.
Para coordinar adecuadamente las relaciones
entre el Norte y el Sur y solucionar con éxito persos problemas que surgen para
la reunificación de la Patria sería conveniente organizar y poner en
funcionamiento, por ejemplo, una comisión conjunta Norte-Sur.
Vale crearla y realizar la labor efectiva de
coordinación, porque con meros diálogos generales no pueden esperarse notables
progresos en el trabajo para la unidad nacional y la reunificación de la
Patria.
Para constituir la comisión conjunta, basta con
que los gobiernos del Norte y del Sur designen respectivamente sus funcionarios
de alto rango como copresidentes y que se incorporen otros miembros necesarios.
Como por avión puede viajarse entre Pyongyang y Soul en poco tiempo, la
comisión puede funcionar viniendo ustedes algunas veces a Pyongyang y yendo
otras veces los nuestros.
Una vez organizada, esta comisión tendrá que
coordinar muchos problemas. Ella deberá examinar y coordinar a tiempo persas
cuestiones tales como la de poner fin a la imputación y la difamación entre el
Norte y el Sur y la de prevenir los conflictos militares, y otras referentes a
las relaciones entre ambas partes. Dentro de la comisión conjunta, el Norte y
el Sur deberán consultar con seriedad sobre los problemas que se presenten,
hasta llegar a un consenso conforme al objetivo de la unidad, sin que una parte
trate de imponer su voluntad a la otra.
Podríamos instalar igualmente una línea
telefónica directa entre Pyongyang y Soul y por ella consultarnos a menudo
sobre los asuntos que surjan. Si aparece alguna cuestión que pueda obstaculizar
la reunificación del país o provocar incomprensiones, aunque sea en lo más
mínimo, debemos comunicarnos de inmediato por teléfono y solucionarlo
oportunamente mediante la consulta.
Los tres principios para la reunificación de la
Patria, acordados esta vez por el Norte y el Sur, constituyen el programa de
reunificación que debe realizar de común acuerdo toda la nación coreana. A mi
juicio, sería bueno proclamar estos principios ante el mundo, para ponerlos en
conocimiento de toda la nación coreana y otros pueblos del mundo.
Esto nos servirá para educar a nuestro pueblo y
demostrar ante el mundo la unidad de la nación coreana.
Si damos a conocer el programa de
reunificación, acordado por el Norte y el Sur, todos nuestros compatriotas,
tanto en el país como en el extranjero, llegarán a una identidad de opiniones
al conocer que estamos dispuestos a reunificar de modo independiente la Patria
pidida, sobre la base del principio de la gran unidad nacional, y por vía
pacífica, y los persos sectores y clases de la población encontrarán en esto un
gran estímulo. Además, si se publica ese programa común de la nación para la
reunificación, los pueblos del mundo verán que los coreanos forman una gran
nación unida, y las fuerzas foráneas opuestas a la reunificación de nuestro
país se darán perfecta cuenta de que les será imposible pidir para siempre en
dos a la nación coreana, por mucho que lo quieran.
Sería bueno que la cuestión referente al momento
y la forma de la publicación de esos tres principios se discutiera en el curso
de los diálogos posteriores.
Podría
publicarse una vez que usted haya regresado a Soul y discutido la cuestión con
las autoridades de allí y, luego, los delegados de ambas partes vuelvan a
reunirse y lleguen a un acuerdo al respecto.
Como usted ha venido expresamente a Pyongyang,
le aconsejaría quedarse un día más para intercambiar opiniones con nuestros
funcionarios.
Considero un gesto patriótico el que usted haya
venido a visitarnos. El hombre debe ser patriota y no vendepatria. Uno se cubre
de honor y conoce el valor de la vida si trabaja a favor de la Patria y la
nación, aunque viva un solo día.
Podemos considerar exitosas las negociaciones
que acaban de realizar el Norte y el Sur. Deseo que usted venga a menudo a
Pyongyang.